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Lávate las manos

Antes de empezar a apuntar con tus dedos, asegúrate

que tus manos estén limpias.

Bob Marley

 

¡Lávate las manos!

 

Si no hubiéramos tenido la pandemia, no tendríamos el Decamerón.

 

¡Lávate las manos!

 

En el verano de 1974 lanzaste una piedra tan alto en el patio de tu abuela en Dalmacia

que 30 años después ese poderoso proyectil cayó en la cabeza de un pobre budista en Katmandú.

 

¡Lávate las manos!

 

La ciencia ha probado que los perros pueden oler, con facilidad, una falla en el carácter de un hombre.

 

¡Lávate las manos!

 

Tú sabes muy bien de quién era abuelo el que ejecutó a Lea, la bella niña judía, la desafiante costurera pelirroja, sólo porque, como niña de ciudad, ella era inmune a la adulación de un aldeano bruto, ella odiaba ferozmente a los ustachas,[1] igual que a sus uñas sucias y su desagradable brandi hecho en casa.

 

¡Lávate las manos!

 

En 1957, tu tío había violado por meses a la esposa de un carnicero local disidente, quien huyó a Alemania. En aquellos días, el servicio secreto comunista tenía carte blanche para hacer lo que quisiera, pero la víctima, eventualmente, se enamoró de su abusador porque “el amor no juega al ojo por ojo”.

 

¡Lávate las manos!

 

El desinfectante del baño era el arma secreta para suicidarse de las hastiadas amas de casa yugoslavas de los años setenta, pero no encontrarás esa pieza de realidad en ningún lado, ni siquiera en las obras de Živojin Pavlović.[2]

 

¡Lávate las manos!

 

Te esposaron a un general serbio que estaba contando a detalle Vientos de guerra, de Herman Wouk, durante el largo vuelo a Sarajevo. “Entonces, resulta que el monstruo era un cobarde después de todo, ja, ja, ja…”, concluyó Muhamed después de que arrojamos al hombre y seguimos con nuestro vuelo a 10,000 pies sobre las tierras baldías balcánicas, tras abrir una botella de dos litros de Johnny Walker.

 

¡Lávate las manos!

 

Más dólares estadounidenses han pasado por ellos que por los dedos insaciables de un Robert Mugabe.

 

¡Lávate las manos!

 

¡Deja que tu alma irradie ese agradable olor a Plavi Radion![3]

 

¡Lávate las manos!

 

Željana embarazada lloró tanto en aquella noche lluviosa en Trastévere y, sin embargo, terminó de asistente personal de Pavarotti diez años después.

 

¡Lávate las manos!

 

Trataron de curar la peste con autoflagelación y sangrías.

 

¡Lávate las manos!

 

Un holandés inventó un ataúd “viviente” hecho de hongos que aceleran el proceso de descomposición de los restos humanos: en menos de dos años tanto el cuerpo como el ataúd deben convertirse en composta amigable con el ambiente.

 

¡Lávate las manos!

 

J. G. Ballard es el único escritor valioso de nuestro tiempo.

 

¡Lávate las manos!

 

Perdónate por no ir a Rabat a esa celebración familiar con Layla y Jasmine, aunque amaras verlas peleando por las almohadas desnudas en tu sofá cama.

 

¡Lávate las manos!

 

Tesla no es más que una insignia en el cofre de un coche caro.

 

¡Lávate las manos!

 

No le creas a Woody Harrelson porque él viste trajes hechos de cannabis e hila locas teorías de conspiraciones.

 

¡Lávate las manos!

 

Durante la peste bubónica Shakespeare escribió El rey Lear, Macbeth y Antonio y Cleopatra.

 

¡Lávate las manos!

 

“Quita lo sobrenatural y lo que queda es poco natural”, dijo Chesterton.

 

¡Lávate las manos!

 

¡Uy! ¡Estás vacilando entre el libre mercado y el espíritu libre!

 

¡Lávate las manos!

 

Henry Ford tenía algo a su favor: nunca consultes a la gente, porque la gente nunca quiso realmente un coche, sino, ¡sólo un caballo un poco más poderoso!

 

¡Lávate las manos!

 

“Apestoso”, “Hombre de la basura” y “Esquizofrénico” robaron algunas veces las revistas pornográficas del padre de Joey. El viejo les dio una paliza, en el estacionamiento, tras encontrar las desgastadas portadas, manchadas por el deseo de los quinceañeros.

 

¡Lávate las manos!

 

Cuando Gorky decidió acercarse a Dios, ¡Lenin le aconsejó que se curara de los nervios!

 

¡Lávate las manos!

 

Si la limpieza es cercana a la devoción, como dice el dicho, entonces la mugre es cercana a la maldad. Esa es la disposición eterna, una antigua ecuación maniquea.

 

¡Lávate las manos!

 

“Nada” en croata significa “esperanza”, ¡en español significa “carencia”!

 

¡Lávate las manos!

 

Piensa en las caras de esos doctores en el templo

cuando vieron, por primera vez, la cara del joven Cristo.

 

 

Traducción del inglés de Germán Martínez Martínez

 

 

[1] Los ustachas eran croatas que colaboraron con los nazis en la Segunda Guerra Mundial, quienes, con la ayuda de Hitler, establecieron el así llamado Estado Croata Independiente (1941-1945).

[2] Živojin Pavlović (1933-1998) fue un escritor y director de cine yugoslavo y serbio conocido por su aproximación naturalista y subversiva al arte en general.

[3] Plavi Radion (radion azul) era un popular detergente en polvo que se usaba en cada hogar de la Yugoslavia socialista.

 

 

La Bitácora del encierro es un proyecto de la UAM Cuajimalpa