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Topología atópica

Nota para una conversación en el marco del encuentro “¿Separación del mundo?”, 25 de mayo 2020, 17, Instituto de Estudios Críticos, México. Coordinado por Gerardo Muñoz.

Pensar en, ante y desde la pandemia, para mí, significa pensar la crisis radical de la topología árquica y ontoteológica que captura, organiza y ordena nuestra existencia y nuestra relación con el mundo. Ahora se abre la posibilidad de pensar otra topología de la existencia —una topología a-tópica— al interior de esta crisis. La pandemia derrumba la ilusión de la capacidad de contención de los espacios y deshace toda pretensión de localización patológica. La difusión del virus establece una contigüidad patológica entre lugares topográficamente (países, continentes…) y tipológicamente (ciudades, campos, barcos…) distintos, entre especies (humanos-murciélagos) e incluso entre humanos y cosas. El contagio excede el cum-tangere entre cuerpos, el pasaje del agente patógeno desde el cuerpo portador de la instancia patológica al cuerpo puro y sano. Se deshace la distinción entre lo normal y lo patológico dado que el patógeno puede instalarse en el cuerpo viviente sin producir efectos de patogenicidad, sin señalar el pasaje viral y la nueva infección microbiana en el cuerpo viviente. La representación del patógeno Covid19 como huésped indeseado del cuerpo falla, y en las descripciones aún inciertas, la existencia misma aparece como lo patogénico, mas no el cuerpo viviente. La pandemia marca la patogenicidad no de “la vida” individual entendida según su espacialidad onto-teológicamente ordenada, sino de la patogenicidad de la existencia humana en cuanto habitar.

La pandemia también cuestiona las dis-posiciones y el orden del espacio social haciendo de la exclusión interna el marco del privilegio en vez del lugar de la domesticación de la excepción que amenaza el orden; y también llevando los “márgenes” a la centralidad-visibilidad de lo más necesario. La manifiesta imposibilidad de seguir atendiendo a las implicaciones biológicas, económicas y políticas de la pandemia intentando catalogarlas y distribuirlas entre diferentes órdenes semánticos y transformando la crisis en un conflicto de prioridad entre esferas hace temblar la organización de la totalidad del ente en distintas regiones ónticas entregada a la soberanía de las diferentes “ontologías regionales”. La pandemia revela la problematicidad del ciberespacio como heterotopía o, mejor, como la heterotopía de nuestra época. Para los que viven el “privilegio” de la experiencia del confinamiento, el ciberespacio no se revela como otro espacio separado, isomorfo y alternativo a lo real, sino que se muestra en su contigüidad con el espacio “real” y por el papel esencial que juega en la transformación, distorsión, despliegue topológico de las relaciones de poder, de (re)producción y de destrucción para garantizar su continuidad. Es decir, la pandemia también enseña cómo las instancias cibernéticas y gubernamentales operan a través de la trasformación digital del espacio.

Desde esta perspectiva y con la intención de volver a recoger y tejer algunos hilos ofrecidos por Jorge Alemán y Alberto Moreiras en la primera conversación de esta serie, me gustaría intentar acotarlos en tres puntos:

 

  1. Si con la pandemia se abre una posibilidad de pensamiento de la existencia singular que lleva consigo una potencialidad emancipadora relacionada con el entendimiento de lo que Heidegger llama facticidad de la existencia y su operalización o puesta en praxis, eso no se debe simplemente a que el confinamiento produzca una separación del mundo, sino más bien una interrupción de nuestra habitual manera de habitarlo. Y en esta interrupción se muestra cómo ese habitar el mundo depende —al mismo tiempo que lo produce y reproduce— del entendimiento topográfico-euclidiano del espacio. Esa interrupción de la operatividad del entendimiento topográfico-euclidiano del espacio muestra el papel esencial que ese entendimiento juega en la topología árquica y ontoteológica que “organiza” el orden del mundo y de nuestro ser-en-él. Esa topología se rige en una axiomática analógica del isomorfismo estructural y operacional entre esferas, campos, contextos… Y en ella la totalidad del ente se encuentra ordenada con base en principios de propiedad que determinan pertenencias y excepciones.

 

  1. Con la interrupción de la operatividad del entendimiento topográfico-euclidiano del espacio se revela el carácter ilusorio e instrumental de los postulados isomorfismos entre las supuestas diferentes esferas de la existencia (incluso lo que rige el corriente entendimiento del ciberespacio) fundado en ello. Así se produce al mismo tiempo una crisis —y quizás incluso un vaciamiento— de la topología árquica y ontoteológica, correspondencia entre vida y cuerpo viviente, y de la separación de múltiples esferas que se suponen al mismo tiempo, separadas, independientes y totalizadoras, así como una crisis de la construcción de cadenas equivalenciales y de toda axiomática de la igualdad fundada en un principio de equivalencia general.

 

  1. Desde esta perspectiva, la posibilidad emancipadora para la existencia singular se configura como emancipación de un marco topológico ontoteológico y árquico ofrecida por la pandemia, entendida como crisis “espacial”, pero también como posibilidad de trasformación de la existencia a través de una puesta en praxis del entendimiento del espacio topológico, el sentido matemático con el cual ya experimentó el Lacan desde los setenta. De hecho, tanto la práctica infrapolítica como el psicoanálisis lacaniano (en la estela del pensamiento heideggeriano de la cuadratura, y más allá de él) apuntan a un entendimiento de la existencia singular que habita un espacio paradójico —una topología atópica— un espacio no llano y discontinuo en que interioridad y exterioridad (privacidad y publicidad) se conectan una con la otra a la manera de la cinta de Moebius, se transforman una en la otra como la botella Klein, se anudan en ese espacio poshegemónico, en donde lo común de la democracia no es utópico sino atópico (más que vacío-lleno de “los-sin-parte”), donde la práctica de la libertad es práctica emancipadora constitucionalmente redundante.