En cuanto al Seminario que hoy lanzamos empiezo por agradecer a Eleonora Cróquer Pedrón por su energía y entusiasmo, además de su inteligente y nutritiva conversación, quien en muy poco tiempo nos ha empujado a transformar varios años de resonancias, afinidades, simpatías, colaboraciones esporádicas con 17, Instituto de Estudios Críticos, en una verdadera alianza de instituciones por el pensamiento crítico en su sentido más radical. Me refiero al pensamiento verdaderamente contemporáneo que es un compromiso con la existencia, con la intemperie, y que desde ahí se arriesga a poner en cuestión el conjunto de los saberes, y a mirar fijamente, sin miedo, la oscuridad del presente, como dice Agamben en un texto que le gusta mucho a Eleonora.
Luego, quiero agradecer a Francisco Castro Merrifield por su entrega y dedicación al Departamento de Filosofía y por su liderazgo en tiempos que ya no se pueden describir como de cambio o de crisis o de incertidumbre –eso sería banal –sino que yo describiría más bien como “de calma chicha”. Creo que Francisco ha sabido reconocer esta inquietud extrema como el momento oportuno para actuar sin miedo y abrir puertas, tender manos, hacer proyectos, en suma: para confiar en la existencia no sólo de individuos racionales o económicos sino de algo común que nos precede, que vale la pena cuidar y cultivar entre todos. Sin esa confianza básica en lo común, en la co-existencia amable y generosa, no vamos a ser capaces de plantear, con verdadera radicalidad, la pregunta por el sentido de las Humanidades críticas, hoy.
Last but not least, quiero agradecer a Benjamín Mayer Foulkes por todo lo vivido durante casi dos décadas de amistad con su proyecto, con 17, Instituto de Estudios Críticos. A mí, en lo personal, 17 me introdujo a la realidad concreta de esas leyendas ignacianas que luego nos encontramos por todos lados aquí en la Ibero, como “la audacia de lo improbable”. Gracias a la audacia de Benjamín, a quien por cierto vi y escuché hablar por primera vez hace como 20 años aquí en la Ibero, y de toda la gente que ha contribuido con pasión a su proyecto, y que no deja de sorprenderme y maravillarme, percibí por primera vez que el pensar vive, y eso es, realmente, lo que a mí me tocó vivir, de manera única, en 17. Recibir, de Benjamín, el libro de Omar Espinosa Cisneros, Filosofía e Inscripción. Vida y muerte en tiempos de excepción, y luego leerlo y percibir en él, en su absoluta singularidad, la impronta de 17, fue algo realmente conmovedor, y me hace muy feliz que nuestros estudiantes de Filosofía hayan asumido con entusiasmo la tarea de recibirlo y resonar con él. El pensar vive: la crítica es afección antes que representación.
Mi mayor ilusión es que esta afinidad persistente, vuelta alianza, surta algo de ese efecto o afecto entre nosotros. Que a través de nosotros, co-existentes apasionados a la intemperie, se revitalice milagrosamente nuestro campo, las Humanidades, el cual, como la institución universitaria misma, se enfrenta hoy a desafíos sin precedentes. La guerra no es algo nuevo, la tecnología tampoco: lo nuevo, me parece, es la muerte del deseo de pensar, que es también la muerte del deseo de vivir, de abrirse a la alteridad.
Pienso que Omar vive, que por eso escribió como escribió, y por eso nos tocó tanto su escritura, su deseo que no tiene que ver con alguna narrativa de identidad académica o universitaria, sino con una experiencia de los límites de tal narrativa, una experiencia que cultiva una apertura y una hospitalidad hacia los límites, hacia lo que existe en las fallas y las imperfecciones, eso que nos interpela y nos obliga a pensar. Con su inscripción, Omar incluso hace eco de los jesuitas que fundaron esta universidad en tiempos de catástrofe mundial, en tiempos del Holocausto, y con cuya experiencia nos toca reconectar hoy en la Ibero para reinventar las Humanidades, practicando no la mercadotecnia, sino la amistad.



