Blog de la Caravana

Destinación, institución

Palabras pronunciadas en ocasión de la primera actividad realizada conjuntamente por el Departamento de Filosofía de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México, y 17, Instituto de Estudios Críticos, el 28 de noviembre de 2025, en el marco de su nueva alianza de cooperación e intercambio.

 

“La destinación de las humanidades: repensar sus tradiciones, reinventar sus prácticas” es el título del Seminario Permanente que hoy inauguramos, con la intervención especial de Omar Espinosa Cisneros, basada en su tesis-libro doctoral realizada en 17, Instituto de Estudios Críticos. La ocasión es especialmente significativa, pues se trata del primer evento en una nueva etapa de colaboración estrecha entre 17, Instituto de Estudios Críticos y la Universidad Iberoamericana, a través de su Departamento de Filosofía. 

Celebro enormemente este diálogo, que tiene incontables antecedentes históricos y presentes. Nuestra relación con la comunidad Ibero ha sido, durante años, intensa y fructífera. Se me agolpa una lista interminable de nombres —entre ellos Ilán Semo, consejero fundador de 17, Instituto; Perla Chinchilla, Alfonso Mendiola, Carlos Mendiola, Ricardo Nava, José Luis Barrios, Francisco Galán, Karen Cordero, Ángel Octavio Álvarez Solís, el fallecido Alex Cheirif (de quien 17, Editorial prepara actualmente un libro), Cosette Galindo, Carlos Hernández Dávila, Michelle Gama, Andrés Gordillo López —fundador de nuestra área de Estudios de la historicidad— y un larguísimo etcétera. De múltiples maneras, la Universidad Iberoamericana ha figurado en 17, Instituto desde su origen, como a todo lo largo de su historia.

Casi nadie sabe que, hace más de veinte años, fui invitado a integrarme a la terna para dirigir el Departamento de Historia de la Universidad. Aunque la invitación me honró y me interesó vivamente, con mucho trabajo la decliné para seguir adelante con el proyecto de 17. Tiempo después, Luis Vergara Anderson tuvo la amabilidad de decirme que, siempre que se topaba con noticias de 17, se congratulaba de que no hubiera yo aceptado aquel ofrecimiento. Hoy, al encontrarnos en este marco, me da enorme alegría poder sumarme a la gran comunidad de la Universidad Iberoamericana, ahora con, y desde, 17. Luis lo celebrará por partida doble. Y yo con él.

A instancias de Gabriela Méndez Cota, presencia histórica en 17, Instituto de Estudios Críticos, colega muy valorada y compañera de ruta en incontables colaboraciones consustanciales al proyecto de 17, me integré durante la pandemia al Consejo Técnico de Posgrado en Filosofía, donde tuve el gusto de conocer el característico talante de Francisco Castro Merrifield y de admirar su modo de conducir el Departamento de Filosofía.

¿Qué decir, entonces, de modo introductorio, en esta ocasión singular, sobre la destinación de las humanidades? Plantear esta pregunta aquí es también indagar por los destinos de la crítica, pues nuestro acercamiento se ha dado precisamente alrededor del pensamiento crítico. Vivimos tiempos aciagos, de enorme peligro y desafíos descomunales. ¿Cómo ejercer un pensamiento a la altura de estas circunstancias? Desde la experiencia de 17 —que en 2026 cumplirá veinticinco años— me atrevo a compartir algunos apuntes que surgen de nuestro recorrido.

Desde el inicio hemos trabajado con lo residual. Lo hemos puesto en juego abordando cuestiones desatendidas por otras instancias e imaginando un dispositivo posuniversitario en el que la crítica no solo es pensamiento o método, sino lazo social. Entendemos la crítica como la capacidad de interpelar al saber mismo, ese saber que la universidad tiende a imaginar completo, capaz de dominar o neutralizar lo residual —incluyendo aquello que no puede ser simbolizado. Lo residual implica lo imposible, lo incompleto, lo incalculable, el sufrimiento y el deseo.

Nuestro tiempo —de financiarización sin fin, desmaterialización sin fin, y desecho sin fin— se caracteriza, paradójicamente, por una desmentida e incluso una forclusión de lo residual. Esto explica la tonalidad impensable —a veces abiertamente loca— de nuestros días. La esfera pública se congestiona con verdades torcidas que paralizan pensamiento y acción. Este no poder hablar de nada —cuando hay tanto y tan grave de qué hablar— deriva también de esa ilusión de completud que hoy nos intoxica. Un fármaco atosigante captura y ahoga lo residual.

El mundo parece estar de cabeza. Lo que sobra, aparentemente, son los humanos; y las humanidades ocupan el lugar de lo residual. ¿Cómo interpelar, entonces, desde lo humano y desde las humanidades? ¿Y cómo hacerlo de modo pertinente e incisivo?

Propongo en seguida algunas pinceladas de un posible programa de trabajo: describir críticamente nuestro predicamento, con claridad y sin concesiones; interpelar las formas de poder que lo instauran, sostienen y reproducen; interpelar también las formas de saber que lo consignan y lo velan —y cultivar aquellas que lo evidencian y subvierten; interpelar las formaciones subjetivas que lo demandan —en los otros y en nosotros— para poder distanciarnos críticamente de ellas 

Todo lo anterior con el fin de reabrir un lugar para la incertidumbre, el anhelo, el juego y la improvisación creadora; detonar nuestra capacidad de producir nuevos significantes, nuevos conceptos, nuevos nombres propios; imaginar nuevos lazos sociales, capaces de dar lugar a otras constelaciones de poder, saber y subjetivación.

En ello radica la importancia de nuestra experimentación institucional —con nosotros mismos— durante todos estos años. Es una discusión que desde luego también se da en la Universidad Iberoamericana. Aunque aún no lo he leído, me parece pertinente mencionar el Manifiesto para una Universidad Salvaje, de Dante Ariel Aragón Moreno, reconocido colega del Departamento de Filosofía, y David Fernández Dávalos.

Si, como sostenía Marshall McLuhan, el medio es el mensaje, la institución también lo es. La institución es destinación. Y la destinación, institución. Por eso es tan afortunado que escuchemos enseguida a Omar Espinosa Cisneros, cuyo libro —urdido en el marco de nuestro dispositivo posuniversitario— forma parte de un archivo vivo que documenta las huellas de nuestra apuesta por la posuniversidad: una decantación específica de lo que podríamos llamar instituciones críticas, organizaciones que ponen en juego lo residual y que abonan al establecimiento de una socialidad crítica.

Aquí se ve por qué el trabajo organizacional tiene una importancia tan grande. Y se comprenden mejor los motivos por los cuales nuestra experimentación con las tramas institucionales y los lazos sociales ha sido decantado a lo largo de los años en distintas direcciones.

El coloquio inaugural de 17 se ocupó precisamente de la pregunta por la fe desde esta clave, que denominamos a/teológica. Es un ángulo que he tenido el gusto de compartir con Juan Carlos Henríquez, a quien conocí como impulsor del CEX, el Centro de Exploración y Pensamiento Crítico de la Ibero. A instancias de Ana Cecilia Terrazas —exdirectora del Instituto Mexicano de la Radio, egresada de la Ibero y también de 17, Instituto de Estudios Críticos— Juan Carlos vino a conocer 17 con miras a su fecunda labor frente al CEX. Entonces iniciamos la rica conversación que hemos sostenido desde entonces.

Por otra parte, en los últimos años hemos avanzado en el esfuerzo por desplegar la característica perspectiva de 17 en el flanco económico, de manera concreta. Bajo el nombre de Ensamble, apostamos por una amplia alianza social y económica entre los sectores académico, cultural y social —una alianza urgente en tiempos de precarización y desinversión a lo largo y ancho de la República de las Letras.

Esta apuesta es algo que también nos complacerá enormemente compartir con la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México, y, a través suyo, con el sistema de universidades jesuitas (incluyendo a nuestr_s querid_s amig_s del ITESO de Guadalajara: Alana Simões, Alina Peña, Rossana Reguillo), dentro y fuera del país, así como con la Compañía de Jesús, por la que siempre hemos sentido el mayor de los respetos y una profunda admiración.

A la vez que iniciamos esta nueva etapa de colaboración con la Universidad Iberoamericana, iniciamos una sustantiva alianza con el Colegio de San Ildefonso que, estoy seguro, nos dará ocasión más de una vez de orquestar una colaboración tripartita, e incluso con instancias adicionales. Que, originalmente, el Colegio de San Ildefonso haya sido una obra jesuita del siglo XVI cobra hoy aquí un sentido particularmente especial.

He afirmado que la institución es destinación. Ahí va de suyo la trascendencia de las organizaciones, de las alianzas —y de nuestra naciente colaboración. Estamos enormemente complacidos por ella y sus prospectos. En el corazón de esa satisfacción está el hecho de que todo ello tenga lugar precisamente con, y a través, del Departamento de Filosofía, y nuestra pasión compartida por el pensamiento crítico. Qué maravilla que podamos poner en juego el conjunto de estas posibilidades en tan estupenda compañía.

Les agradezco nuevamente, y les reitero la radicalidad de nuestro compromiso y la certeza de nuestro deseo.

¡Vamos, colegas! ¡Críticos del mundo, un esfuerzo más!