Sobre Forugh Farrojzad
En el ámbito del cine es probable que el nombre de Forugh Farrojzad (1935-1967) resulte más familiar por su película La casa es negra (1962) —elogiada vivamente por Chris Marker y hoy considerada un clásico—, pero ella es también una de las grandes poetas iraníes. En El viento nos llevará, de Abbas Kiarostami, un personaje recita uno de sus poemas y el propio título de la cinta es un verso de ella. En su país es un ícono del feminismo.
Farrojzad publicó cinco libros de poemas, filmó en 1961 otra película —Un fuego, bastante menos conocida— y murió a los treinta y dos años en un accidente automovilístico que levantó diversas sospechas. Durante un par de décadas, circularon en español algunos de sus poemas de forma lateral y oscura en tres antologías, así como en blogs y revistas, sin olvidarnos de una conversación muy provechosa que salió en la revista Artes y Letras de la UANL. Yo mismo traduje hace algún tiempo un testimonio suyo sobre su célebre película, grabada en el leprosario de Tabriz. Por último, a mediados de 2019, afortunadamente salió en España un volumen que reúne toda su poesía, Eterno anochecer, en traducción de Nazanin Armanian y publicado por Gallo Nero.
El deseo es uno de los elementos centrales de su escritura, pero poco sabemos de las reflexiones de la autora al respecto. Por ese motivo, me ha parecido pertinente traducir y organizar —con el auxilio de algunos amigos— tres fragmentos del puñado de cartas contenidas en La nuit lumineuse (Lettres Persanes, 2011), en los que aborda justamente temas como el deseo, el amor, la unión y la vida. El cauce ideal para la expresión de ese amor lo encontró en un género remoto como el masnaví, lo que muestra que, dentro de su carácter transgresor, mantuvo una relación constante y tensa con el pasado: “en el masnaví quise expresar un cierto nivel de amor que ya no existe, una especie de trascendencia en el amor a la que yo había accedido, no es un sentimiento de ‘hoy’; él me hizo y me perfeccionará, lo sé”. En su sencillez y dulzura, en su carácter fluido, este texto de Farrojzad posee una gran profundidad y rebeldía, como sucede asimismo en sus poemas.
Iván García
El amor me perfeccionará
(fragmentos de cartas)
Forugh Farrojzad
Yo creo que la actividad artística es una especie de reformulación y reconstrucción de la vida, y que la vida tiene una naturaleza cambiante, un flujo que continuamente cambia de forma y continuamente se desarrolla. Por eso esta reformulación, es decir, el arte, tiene en cada época un espíritu propio —y cuando no es así, no es arte, sino una especie de artimaña—. Hoy todo es diferente. Nuestro mundo no tiene nada que ver con el de Hafez y Sa’adi. Creo que incluso el mío no tiene que ver con el de mi padre. Es una cuestión de distancia. En mi opinión, se han introducido nuevos elementos en nuestras vidas que han generado el ambiente intelectual y espiritual de nuestra sociedad.
Creo que esta actividad debe ir acompañada de una conciencia de la vida, de la existencia, del cuerpo e incluso de cuando mordemos una manzana. Uno no puede vivir según sus instintos, un artista simplemente no puede ni debe. Uno debe tener una idea de sí mismo y del mundo que lo rodea. Es esta necesidad la que hace reflexionar a un hombre. Solo cuando comienza a hacerlo, puede poner mejor los pies sobre la tierra. No digo que la poesía sea cerebral, no, eso es una tontería. Digo que la poesía, como cualquier otra actividad artística, debe ser el resultado de percepciones y sensaciones provocadas y dirigidas por el pensamiento. Cuando el poeta es realmente un poeta, es decir, un poeta consciente del trabajo poético, uno puede ver cómo sus pensamientos entran en su poesía, ya sea a través de “un murciélago detrás de una ventana”, una “alondra muerta en una piedra” o “una tortuga que duerme bajo el sol”.[1] Así de simple, humilde y hermoso.
Hasta que no alcances tu propio yo, libre y apartado del resto de egos dominantes, no lograrás nada. Hasta que no estés totalmente a disposición de esta fuerza que se alimenta de la muerte y la aniquilación del hombre, no llegarás a crear una vida. El arte es el amor más poderoso y el que le permite al hombre alcanzar la plenitud de su existencia, siempre y cuando se someta a él.
En cuanto al camino poético que elegí y lo que pienso de la poesía, creo que un poema es una llama de sentimientos y lo único que me transporta a un mundo de sueño y belleza. Un poema es hermoso cuando el poeta proyecta en él todas las vibraciones y el fervor de su alma. Creo que debe mostrar sus sentimientos sin la menor restricción. En principio, uno no puede ponerle límites al arte, si no, pierde su verdadero espíritu. Es bajo este principio que he escrito mis poemas.
La poesía de hoy ha mostrado que es incapaz de amar. El amor en ella es excesivo, está saturado de lágrimas y suspiros, no se ajusta al nerviosismo y al ajetreo de la vida tal como la conocemos o es tan básico y está tan lleno del dolor por lo célibe que se parece a los maullidos de un gato en celo. En la poesía actual nunca se habla del amor como uno de los afectos más bellos y puros de los seres humanos. La unión y la fusión de dos cuerpos y su sagrada belleza, tan próxima a la oración y al culto, se han reducido a una necesidad básica. El abrazo, que es una suerte de expresión loca de amor y deseo, que forja los vínculos más sublimes y secretos entre las partículas de dos almas y que al cabo es una ventana a lo que llamamos Dios o Verdad, se toma apenas como una sensación de la carne, la piel, el sacro, pero no como un sentimiento más allá de esta existencia superficial que al instante se da por satisfecha, se duerme y se olvida de la unión.
La idea del amor que hoy tiene el poeta es muy superficial. Está cargada de una cantidad de deseos, lágrimas y suspiros, y al final quedan algunas palabras sobre la unión, que es vista como la culminación de todo. Pero ahí, en realidad, podría estar el comienzo de todo. El amor en esta poesía no ha abierto una ventana a nuevos mundos, ni a una manera nueva de sentir y pensar. Siempre se entretiene en la superficie de los ojos, las cejas, las hermosas piernas y los muslos. Pero esas imágenes, una vez separadas del cuerpo humano, son solo imágenes huecas. La poesía de hoy se ha olvidado de las generaciones vivas, del amor de las piedras, las plantas y la naturaleza, el amor de las mujeres vagabundas, las calles sucias y los pies descalzos, el amor entre dos personas. No tiene ojos para las bellezas tristes de la vida.
Edición, traducción y nota de Iván García
Revisión de la traducción de Nadia Mondragón
[1] Versos del poeta iraní Nima Yushij [N. del T.].