Mi nombre es Felipe Orozco Salazar. Soy licenciado Médico Cirujano. También soy activista en el campo de la Salud Mental, activista del Grupo Sincolectivo con el que hemos realizado varias actividades como la marcha del Orgullo Loco, y el primer Foro a nivel internacional de Salud Mental en México. También soy consejero de grupos vulnerables de Puebla, consejero de Seguridad pública y privada de Puebla (IMPLAN), docente de ajedrez en el CREE (CBETIS), conferencista sobre temas de salud mental, escritor y cofundador de Club House Puebla.
Nací en Acapulco, Guerrero el 14 de septiembre de 1978. Soy hijo de Rafael Orozco Mendoza y de María Gloria Salazar Figueroa. Ocupo el segundo lugar de tres hermanos, Rafael el mayor y Gustavo el menor. Soy médico de profesión y padezco una discapacidad psicosocial que combina síntomas de esquizofrenia con alteraciones en el estado de ánimo, llamado esquizoafectivo. A través de estas líneas quiero contarles mi historia, dar testimonio de lo que ha implicado vivir con este trastorno y como se han visto afectado varios aspectos de mi vida.
Mi infancia la viví con mis padres y hermanos en Atizapán de Zaragoza, Estado de México. En la primaria y secundara conocí a mis grandes amigos Oscar Daniel Esqueda Ramos, Omar Hernández León, y a Alejandro Salmerón Carreño. Los tres vivimos grandes aventuras como cualquier chico de nuestra edad. Recuerdo mi escuela, mis amigos, mi familia. Tuve una infancia normal. Pasé la primaria, la secundaria, la preparatoria de manera normal. Jugué todos los deportes, mi favorito, ¡el fútbol americano! Aprendí a nadar, armé rompecabezas, jugué y disfruté mucho el ajedrez y el dominó. En la escuela obtuve medallas, premios, primeros lugares, buenos promedios. Mis padres nos educaron para ser hombres de bien, tratar de estar en la escuela, practicar un deporte, tener amigos y tener trabajo. Gracias a Dios, nuestra familia siempre estuvo unida. En los años noventa mi padre puso una refaccionaria de autopartes, fue la primera vez que trabajé. El me enseñó a hacer los cambios de aceite y la afinación de los famosos Vochitos (Volkswagen).
Cuando terminé la preparatoria decidí estudiar Medicina. Desde niño supe que quería ser médico, una profesión muy bella, que requiere de verdadera vocación. Por circunstancias de la vida que en ese momento no imaginé, terminé estudiando la licenciatura de Médico Cirujano y Partero, dos veces. La primera vez fue en el Distrito Federal y la segunda en Cuernavaca Morelos.
La primera vez, estudié la licenciatura en el Centro Cultural Universitario Justo Sierra. Cursé hasta el octavo semestre y faltando dos meses para graduarme fui diagnosticado con esquizofrenia. Al principio yo escuchaba “voces”, pero pensaba que era normal. Curiosamente, las voces me decían las respuestas de los exámenes y obtenía una calificación satisfactoria. También observaba a una persona vestida de negro con quien platicaba, me ayudaba a estudiar y con la que formé una buena amistad.
Un día me encontraba en casa de una amiga, ella estaba en la cocina y yo en la sala cuando escuché tocar el timbre, abrí la puerta, invité a pasar a una persona e incluso le ofrecí una bebida. Mi amiga me dijo algo que me dejó congelado: −¡Ya basta! ¡No hay nadie! ¡Tienes alucinaciones! ¡Noooo hay nadie! Discutimos, le reclamé ¿cómo era posible que me dijera eso? Llegamos a la conclusión que tenía que ver a un psiquiatra. Ese mismo día acudí con uno y me dijo algo que no quería escuchar en mi vida. El psiquiatra me diagnosticó esquizofrenia. Esas “voces” eran alucinaciones auditivas, ¡No existían!, solo estaban en mi mente. Sin embargo, el psiquiatra me dio esperanzas, iba a estar controlado, podrían aparecer episodios psicóticos, pero iba a estar bien, podría salir adelante.
Ese mismo día fui con mis padres, les platiqué lo que me pasaba y pensaron que era necesario escuchar otras opiniones. Entonces, acudimos con una doctora psiquiatra de nombre Ángeles, quién confirmo el diagnóstico y ¡ahí comenzó la pesadilla de mi vida!
Posteriormente, el Dr. Víctor Felipe López Devesa fue quién empezó a tratarme farmacológicamente. Yo sabía que todo cambiaría en mi vida, empecé a tomar medicamentos antipsicóticos, dormía mucho, me sentía dopado, aumenté de peso. Pasaron los meses y me pude graduar de médico, pero no entré al Internado.
Todo ese tiempo tuve el apoyo de mi familia, de mis padres y hermanos. Ellos han sido unos grandes héroes, han estado en los momentos más difíciles de mi vida. Mi madre se levantaba a la hora indicada para darme los medicamentos, mi padre dejó de trabajar para estar conmigo, mis hermanos me apoyaron en los momentos de los episodios psicóticos.
Cuando tengo un episodio psicótico tengo alucinaciones auditivas y visuales. Escucho “voces” que me hablan y me dan órdenes. Y veo a un “hombre vestido de negro” recargado en una pared. Antes de ser diagnosticado, esta persona vestida de negro había sido “mi amigo”, pero después empezó a aparecer portando una pistola. Mientras “las voces” me dicen que encuentre la fórmula de la glucólisis (que es el cambio del piruvato a lactato) y que existe una enzima que pueden dar más ATPs, “el hombre de negro” me apunta con la pistola. ¡Siento mucho miedo! ¡Siento una terrible angustia, excitabilidad y paranoia! El rostro del “hombre de negro” siempre está en mi mente, es alto, güero. A veces se ríe, otras veces me grita que ¡soy un soldado! ¡que mi misión es encontrar fórmulas químicas!
Cuando tratamos alguna enfermedad siempre pensamos en los signos y síntomas que las acompañan. También pensamos en si es curable o controlable, nos preocupamos del tratamiento, etc. Por ejemplo, en un paciente con cáncer ¿cómo dar tratamiento al paciente si esté se encuentra en fase terminal? ¿qué hacer al respecto? Se piensa en el costo y los efectos adversos de las quimioterapias ¿qué hacer para que pueda tener una mejor calidad de vida?
En el caso de una gripa mal cuidada, ¿se piensa en que pueda llegar a ocasionar muchos problemas en la salud del paciente? Las estadísticas se enfocan mucho a las enfermedades de acuerdo con el módulo que se presentan. Pero mi pregunta es ¿qué pasa con los pacientes que padecemos algún trastorno mental? ¿se nos considera en la sociedad como pacientes? o ¿cómo personas en un estado psicótico? La ignorancia y el miedo hacen que nos llamen ¡locos!, cuando en verdad somos personas con una discapacidad psicosocial.
Mi intención al contar mi historia es difundir lo qué pasa realmente en las personas que padecemos un trastorno mental. Que independientemente de la discapacidad que nos genera, podemos seguir con nuestra vida, si el trastorno es controlado. No es fácil, pero se puede trabajar, estudiar, ¡Vivir! Se puede aprender de nosotros. En la sociedad dónde vivimos existen ideas equivocadas acerca de las personas que viven con alguna discapacidad. Existe estigma, discriminación y miedo. Creo que es importante dar a conocer a la sociedad en general información acerca de los trastornos mentales.
Quiero reafirmar a todos los que están leyendo en estos momentos este testimonio, que independientemente del trastorno que padezco, he podido alcanzar todo lo que me he propuesto. Y estoy seguro de que otras personas que padecen de este u otros trastornos mentales también pueden realizar sus sueños, solo necesitan tener fe, paciencia, trabajo con uno mismo, perseverancia y luchar día a día; con eso llegarán a tener éxito en lo que quieran realizar. Algunas personas conocen a uno de los mejores entrenadores de fútbol americano, su nombre es Vince Lombardi. Él siempre les decía a sus jugadores “¡hagan el segundo esfuerzo en su vida!”. Yo lo apliqué y me dio buenos resultados, pude concluir los estudios de la licenciatura de Medicina por segunda vez. Tuve que luchar mucho para conseguirlo.
Espero que este testimonio sirva a todas las personas, sanas y con algún trastorno mental, para que sepan que a pesar de todo lo que implica vivir con un trastorno mental, se puede vivir y más aún, podemos salir adelante. Sin embargo, es importante que ¡no, nos estigmaticen! ¡fuera la discriminación! Necesitamos que nos escuchen, que nos den la oportunidad de demostrar que podemos hacer muchas cosas para la sociedad.
Mientras tengas tiempo en esta vida, orienta tus pasos por los caminos del bien. Trata de hacer algo, siempre para el bien del otro; aunque sea sólo una palabra de aliento, una atención, una palabra amable, una sonrisa de estímulo. Haz algo para bien del prójimo y te llegará alegría y felicidad a tu corazón.