Yo soy María Luisa Luna Hernández, mamá de Josué González Luna. Vivimos en Puebla, y pues qué les puedo contar, sino mucho sobre Diego. La historia de Diego relacionada con la discapacidad empieza cuando nos comenzamos a dar cuenta que la tenía a los cinco años, pero antes en el kínder a los tres. A los cuatro años pierde a su papá y creemos que el bloqueo que tenía era por la pérdida del papá.
La maestra de un taller nos hizo dar cuenta que no es uno, pues es algo más de un alumno que tiene esta discapacidad. Mi testimonio es la aceptación de la discapacidad de Diego. Yo creo que la parte más importante es aceptar que hay una discapacidad y tratarla, entenderla y ayudar. Buscar los medios económicos y profesionales para ayudar a Diego; y pues esta es una parte que me ha enseñado él. Sobre todo, era enseñarle, aprender también para enseñarle a él que había una discapacidad. Ayudarlo en todos los sentidos académicamente, en la casa y que lo aceptaran como un igual. Que aceptaran su discapacidad en la familia, los hermanos y yo pues, si dolió mucho, lloré mucho, pero, así como lloré me dio las fuerzas para ayudarlo y buscar la ayuda en donde no le dieran los medios para poder aprender, hablar, darse a entender con la discapacidad que él tiene.
La parte más dolorosa fue el andar mucho, y aprender en el camino, pues médicamente le dieron de alta, digamos. Es decir, los médicos dijeron hasta aquí llegó mi conocimiento como médico, y me dijeron que siempre iba a vivir así con esa discapacidad y que debía aceptarlo. Y pues esa fue la parte más dolorosa, pero a la vez también me dio mucha fuerza para decir no, aquí todavía sigue más. Y llegó la danza, llegó el Cam laboral, que para mí significaba prepararlo para un oficio, para que pueda ganarse la vida y a la vez también llego la danza contemporánea.
Pero yo lo apoyo con cosas como cambiar la mochila de la escuela por la mochila de la danza, a correr al transporte y a subirse al otro transporte para ir a sus clases en su academia. Le fascina la danza y el agua, y sabe que hay que trabajar para pagar gastos, por ejemplo, la luz, el internet, su ropa.
Para él es importante trabajar y sabe también que se debe cuidar y acatar los reglamentos del trabajo, los horarios; aunque aquí también en casa hay reglas, hay límites, hay respeto. Trato de que aquí en casita haya respeto de ambos, como debe ser tanto de mamá, papá y en este caso pues papá no hay, pero mamá sí.
Y el respeto es que nos hablemos bien, que nos levantemos contentos y vayamos al trabajo contentos y lleguemos a casa igual. Contentos porque es parte de nuestra vida, de vivir tranquilos, de vivir felices con lo que tenemos, de ser amables y que seamos agradecidos por lo que tengamos.
Entonces, a mi Diego me ha enseñado, y también le he enseñado, mucho. Asistimos a talleres con la psicóloga y aplico lo que he escuchado ahí. Tomo lo que creo conveniente y que es bueno para para nuestra vida.