Soy Ana Noguera y hace 30 años que vivo la discapacidad desde fuera, pero muy adentro ha sido el motor de mi vida. He sido terapeuta y maestra de bebés y niños con padres de nivel socioeconómico alto, y ahora, trabajo con adultos con discapacidad de familias de muy escasos recursos.
Nuestros días, hasta que llegó la pandemia, están llenos de sonrisas, amor, logros. El optimismo de las familias es admirable, pero siempre en el fondo noto la gran preocupación del futuro. ¿Quién se hará cargo? ¿de qué va a vivir?
Trabajamos con todo nuestro corazón con nuestros queridos alumnos, día a día, dando a los familiares un respiro de unas horas. A veces me pregunto, camino al trabajo, viendo quitar banquetas, repintar calles. Si alguien nos viera y nos donara lo que se gasta en una banqueta, ¡haríamos maravillas! tendríamos material, un salón de baile, etc.
Mis alumnos son felices, y a volver a empezar cuando nos podamos reunir otra vez.
Siempre he pensado que, si normalizáramos las diferencias, tendríamos una hermosa convivencia.
Gracias.