2.
Caminamos a destiempo en nuestro tiempo. A variables ritmos. Entre las arritmias del andar ajeno -entre compas y cazadores- la danza es todavía posible. Más vale el vaivén de un paseo impulsado por el deseo, que una coreografía ávida de goce.
3.
Las pequeñas luces son posibles, además de urgentes. Resplandores de inocencia en medio de la noche en que la luminaria excedida hace de ella un espectáculo.
4.
Las luciérnagas no han desaparecido. Han declinado a vivir entre los reflectores, bajo el panóptico de las cámaras de vigilancia y de las engañosas luces de las pantallas (p. 44). El tenue brillo de su danza orienta nuestros pasos en tiempos de desesperanza.
5.
Pasolini se refiere al <<genocidio cultural>> como el <<verdadero fascismo>>, refiriéndose al que se emprende «con los valores, con las almas, con los lenguajes, con los gestos, con los cuerpos del pueblo» (p. 21). En 1975, antes de desarrollar la idea de «la desaparición de las luciérnagas», Pasolini introduce el tema de «la desaparición de lo humano» como la tragedia en la que ya simplemente artefactos singulares «se lanzan unos contra otros» (p. 22). Lo propio de la vida -no obstante- no es la forma única sino la pluralidad de formas.
6.
Según nos dice Didi-Huberman, desde la perspectiva de Pasolini, la desaparición de las luciérnagas ocurre no en medio de la noche, sino «en la cegadora claridad de los <<feroces reflectores>>» (p. 22). La potencia de la vida declina y decrece bajo las luces del espectáculo.
7.
En un texto titulado <<Neocapitalismo televisivo>> publicado en 1958, Pasolini se refiere a las luces de la pantalla de la televisión como aquello que provoca en las capas inferiores de los pueblos «el sentimiento de una inferioridad casi agonizante» (p. 26). La televisión, como las pantallas individuales que hoy muchas veces nos distraen y alejan de lo más próximo -además de la innegable posibilidad de aproximarnos al fulgor de lo distante- tienen el riesgo de deslumbrarnos y así disminuir nuestros afectos.
8.
En <<Artículo de las luciérnagas>>, Pasolini termina por suicidar su amor por el pueblo italiano. Según la paráfrasis de Didi-Huberman: «las luciérnagas han desaparecido en esta época de dictadura industrial y consumista, en la que todos y cada uno terminan por exhibirse igual que una mercancía en su escaparate, una manera, justamente de no aparecer. Un modo de trocar la dignidad civil contra un espectáculo indefinidamente monetizable. Los reflectores han ocupado todo el espacio social, nadie escapa ya a sus <<feroces ojos mecánicos>>» (p. 28). El sistema es omnívoro y deglute todo para convertirlo en mercancía. Pasolini -como advierte Didi-Huberman- parece un vidente, un profeta de un neofascismo que -en las palabras del primero- es «un reclutamiento total, hasta la profundidad del alma» (p. 29). Todo puede ser empleado y útil para el neofascismo al que se refiere Pasolini. ¿Cómo resisten la imaginación y el pensamiento?
9.
Las luciérnagas escapan de la visión de quien permanece estático en su lugar. Declinan a manifestarse y aparecer en donde «ya no es el lugar adecuado para percibirlas», según ha escrito Denis Roche, el poeta-fotógrafo (p. 35). Emprender un viaje, una experiencia interior, íntima también con el afuera, acaso de extimidad que devuelva a las cosas más cotidianas su condición de fuente de asombro: ¿no es acaso la aventura más urgente?
10.
En nuestra manera de imaginar descansa y se sustenta una manera de hacer política. <<La imaginación es política>> -afirma Didi-Huberman (p. 46). De nuestra forma de imaginar dependen las formas en que podamos asociarnos políticamente con otros o la imposibilidad de encontrar los medios para hacerlo.
11.
Nunca estamos solos. Nos acompañan otros con los diversos frutos de una soledad que es compartida. Orientamos nuestro camino con el destello errático de la risa y la alegría en medio de la noche. Nos acompaña -inevitablemente- el resplandor superviviente de los signos, de las imágenes y del pensamiento como obra de una gracia impersonal que nos excede, nos destruye y nos recrea.
12.
Las luciérnagas -como hacía George Bataille según afirma Didi-Huberman- escapan de los reflectores para «emitir sus fulgores de pensamientos, de poesías, de deseos, de relatos» (p. 108). Es inevitable dejar un resto, incluso sin mucho movimiento. Aunque a veces para afirmar la supervivencia es menester «huir, esconderse, enterrar un testimonio, irse a otra parte, encontrar la tangente…» (p. 116). Hay restos cuyas potencias diferidas y declinadas otorgan otra vida. Hay veces en las que resistir la seducción del reflector y del brillo falso de la gloria es un asunto del que depende nuestra vida.
13.
Hay la posibilidad de hacer de la experiencia -clandestina pero indestructible- un pre-texto. Los signos resisten pese a todo. Incluso cuando la amenaza atenta contra la propia existencia. En la fuerza diagonal del pensamiento, el futuro se ex-tiende hacia un horizonte incierto y amplio de potencias. «Solo de nosotros depende no ver desparecer las luciérnagas» (p. 119). Por ello es también urgente reavivar las luciérnagas en los restos nuestros que nos sobrevivan.
14.
Un pensamiento o una imagen al borde de la desaparición -en la urgencia de la huída- emite sus señales a pesar de todo. Pese al miedo, la cautela y la amenaza: los frutos fugitivos de la creatividad resisten y organizan el pesimismo. Descubrir de vuelta las luciérnagas es posible compartiendo los fulgores de la imaginación con otros. Un lazo es todavía posible suscitando la donación de otros saberes, de otras imágenes, de otros afectos.
15.
Es posible dar lo que tenemos, y también es posible reservarlo para nosotros mismos. Pero también es posible dar lo que no tenemos, dar nuestro tiempo, nuestra escucha, nuestra potencia de ser afectados y afectar, nuestro cuerpo como zona de afectos y, donde los destellos de nuestro deseo y de nuestro pensamiento pueden mantenerse silenciados o compartirse, transformarse con otros, errática pero generosamente. Acaso la disposición al intercambio de nuestros no-saberes, de las fisuras, de las experiencias diminutas e intermitentes es también una forma de reciprocidad positiva que nos permite dibujar e imaginar figuras inéditas.
Lucciole
En medio de la noche
sin reflector ni gloria
la experiencia que resiste
camino en la fisura.
Cuando las luciérnagas
con su luz intermitente
y su fuerza diminuta
nombran
imaginan
dibujan
plurales
nuevas formas.
Lucciole II
Erráticos e inocentes
resplandores de alegría
en medio de la noche
y de esta cuasi-obscuridad.
Un destello sin pecado
la gracia que irrumpe
en un terror que envuelve
la esperanza resiste
y re-existe
ignora el final.
Cultura y barbarie
Escritura al margen
intermitencia.
Atisbos del pasaje
tránsito sin meta
el paso-movimiento.
Mirada amante:
instante que se fuga
plural y singular
la inmediatez
de un boceto.
La danza
Sin límites:
paseo de ritmos,
imágenes
y palabras
galopando
sin control.
Luz menor y fugitiva
resplandor
descenso
resistencia de un destello
fenómeno
reaparición
supervivencia.
Ocaso u Occidente
descenso
movimiento oscuro de belleza inédita
círculo
aurora: deseo.
Palabras-luciérnegas
pugnan y responden
a palabras-reflectores
que ciegan y siegan
la potencia de narrar esa batalla.
Bibliografía:
Georges Didi-Huberman, Supervivencia de las luciérnagas, Abada Editores, Madrid, 2012.