UnXeptable –inaceptable– es un movimiento social lanzado por expatriados israelíes en apoyo de un Israel democrático. Desde UnXeptable Capítulo México, hacemos un llamado a los judíos y judías del mundo para que se unan con el fin de preservar la identidad democrática de Israel.
De acuerdo a lo que expone la red de solidaridad UnXeptable, nos unimos conscientes del grave peligro que implica el socavamiento de las instituciones de orden democrático en Israel:
- El intento de institucionalizar la discriminación y el racismo.
- El ataque al sistema judicial y su sometimiento a los políticos; en particular, nos oponemos a los intentos de lesionar el estatus independiente de la Suprema Corte de Justicia.
- La intención de limitar la independencia de los medios de comunicación y la libertad de prensa.
- La intención de convertir a las fuerzas de seguridad, militares y policiales israelíes en un instrumento de los políticos extremistas, tanto dentro de las fronteras del Estado de Israel como en los Territorios Ocupados.
- Nos oponemos al intento de cambiar la Ley del Retorno para excluir a quienes son judías y judíos pero que pueden no encajar en las anticuadas definiciones ortodoxas.
Así, este es un acto organizado por judíos y judías independientes. Algunos somos miembros activos en instituciones de la comunidad judía de México, otros no somos socios de sus instituciones.
Nos une la necesidad de expresar nuestro apoyo a familiares y amigos que viven en Israel, que se sienten en peligro ante el golpe judicial que pretende el actual gobierno. Nos unen, además, las implicaciones que tendría este golpe judicial para la mayoría de los judíos y judías del mundo.
En marzo, las protestas lograron poner en pausa las pretensiones del gobierno de Benjamín Netanyahu de pasar leyes que acabarían con la división de poderes en Israel.
Politizar la selección de jueces y quitarle facultades a la Suprema Corte para revocar leyes anti-constitucionales es una receta, que, como en Hungría y Polonia, harían de Israel algo parecido a una autocracia.
O en palabras del historiador Yuval Noah Harari, en una dictadura.
Esta semana la coalición de extrema derecha y ultra-ortodoxa retoma el proceso legislativo. En la mira está limitar el uso por parte de la corte del concepto legal subjetivo de “sensatez” para revocar las decisiones de los legisladores y ministros.
La sensatez o razonabilidad es un estándar legal utilizado por muchos sistemas judiciales en sistemas parlamentarios democráticos. Una decisión se considera no-razonable si un tribunal dictamina que se tomó sin considerar todos los factores relevantes o sin dar peso relevante a cada factor, o dando demasiado peso a factores irrelevantes.
Esta herramienta la utilizaron hace unos meses jueces israelíes para impedir que Arieh Deri, líder del partido ultraortodoxo Shas, fuera nombrado ministro en el actual gobierno.
El tribunal sostuvo que no era sensato o razonable que una persona recientemente condenada por fraude fiscal ocupara un ministerio en el gobierno.
Lo que pasa en Israel, centremos o no nuestra vida judía en ese país, lo que pasa en el llamado Estado judío, acaba impactando en las comunidades judías del mundo. Para bien o para mal. Hemos convocado a este acto de apoyo y de protesta para manifestar nuestras convicciones pluralistas en el judaísmo.
El pluralismo es pilar en la práctica judía. Pero no todos en el Israel están de acuerdo con ello. El ministro para la Diáspora, Amijai Shikli, por ejemplo, ha denigrado e insultado a la comunidad LGBTQ+, a quienes practican un judaísmo reformista y también ha amplificado los mensajes antisemitas que se utilizan mencionando a George Soros como el mal de todos los males.
Sí, ese es el mismísimo ministro para la diáspora, miembro del actual gobierno que pretende dar el golpe judicial.
Sabemos que el pueblo judío es un pueblo plural. Cuando se trata del pueblo judío y sus ansiedades, por lo general recurrimos a la siguiente afirmación: en una mesa donde se encuentren cinco personas judías discutiendo, habrá seis opiniones. Sí, es un chiste trillado y es, a la vez, ¡cierto! ¿O alguien tiene otra opinión?
Más allá de esta imagen que nos remonta a hombres y mujeres que estudian el Talmud, lo cierto es que es muy difícil encontrar a alguien que niegue el valor de la libertad, incluyendo las libertades de opinión, asamblea, pensamiento, religiosidad, sexualidad, y un largo etcétera.
No es casual que el hito fundacional del pueblo judío sea el de la lucha por la libertad, la cual recordamos año con año en nuestras mesas de Pésaj. Incluso la recordamos como si fuéramos las mujeres y hombres que salimos de Egipto y nos enfrentamos, personalmente, a la incertidumbre del desierto.
Sí, libertad y también memoria. Somos un pueblo que se construye así mismo tanto desde la memoria más lejana como de la más reciente para entender el tiempo presente y construir un mejor mundo para nosotros y nuestros prójimos. Algunos lo llaman Tikun Olam, reparar el mundo. Aprender de la historia, para que no vuelva a repetirse, es un mandato reciente: el pueblo judío sabe de la tragedia que implican las persecuciones y el rechazo, es decir, la falta de aceptación a la diversidad.
El sabio Hillel lo resumió siglos atrás con una sola frase: “Todo aquello que es odiado por ti, no lo hagas a tu prójimo, eso es toda la Torá, ahora ve y aprende.”
Desde estos mandatos –libertad, memoria y amor al prójimo– es que judías y judíos mexicanos nos solidarizamos con los manifestantes en Israel que desde inicios de enero salen a las calles para salvaguardar los valores democráticos y proteger la independencia de su sistema judicial.
Nos solidarizamos con los cientos de miles de israelíes que están en estos momentos en las calles de decenas de ciudades para hacer valer lo proclamado en su declaración de independencia: Israel «promoverá el desarrollo del país para el beneficio de todos sus habitantes; estará basado en los principios de libertad, justicia y paz, a la luz de las enseñanzas de los profetas de Israel; asegurará la completa igualdad de derechos políticos y sociales a todos sus habitantes sin diferencia de credo, raza o sexo; garantizará libertad de culto, conciencia, idioma, educación y cultura.»
Esa es la brújula moral que ofrece una dirección pluralista en Israel y de la que es muy difícil estar en contra. Sin embargo, hoy hay un gobierno israelí que desconoce esta proclama fundacional.
Por eso estamos acá presentes, para solidarizarnos con quienes en Israel defienden a sus valores democráticos y pluralistas.
Estamos presentes quienes profesamos nuestro judaísmo desde las corrientes ortodoxas, masortíes o reformistas. O quienes no somos religiosos y nos definimos como judías y judíos humanistas, laicos o ateos.
Estamos quienes consideramos que Israel es vital para el judaísmo contemporáneo, y también quienes sostenemos que nuestro judaísmo no depende de Israel.
Estamos presentes quienes nos definimos políticamente de izquierda, centro o derecha.
Estamos quienes consideramos a la ocupación y colonización de Cisjordania y Jerusalén oriental como un factor determinante que pone en entre dicho a una democracia; y estamos quienes consideramos a la ocupación un asunto de seguridad que llegará a su fin tras negociaciones con el pueblo palestino.
Esta pluralidad solo es posible expresarla en ámbitos democráticos que habilitan la posibilidad a ser diferentes, que habilitan la creación de espacios para la escucha, la opinión y el respeto a la otredad.
Sabemos que una democracia no se sostiene únicamente con elecciones recurrentes. Un sistema democrático depende de, entre otras cosas, separación de poderes, pesos y contrapesos –que protejan los derechos de las minorías–, una prensa libre, una sociedad civil vibrante y, respeto a los derechos humanos elementales que sean pilar de la justicia social.
Las democracias no son perfectas. Requieren de reforzamientos constantes. Hemos sido testigos en carne propia de países democráticos que devienen en dictaduras atroces. Ahora es el momento de solidarizarnos con quienes defienden a la democracia israelí, no esperar a que esos espacios se cierren ante un potencial régimen opresor.
Hace unos días, una ministra de una Suprema Corte de Justicia dijo lo siguiente:
“(…) lamentablemente en gran parte del mundo surgen voces y movimientos que intentan poner en entredicho la legitimidad de la función judicial. Pretenden mermar, a veces de forma sutil, otras de forma directa, la independencia de los poderes judiciales”.
“(…) la merma de la independencia judicial como una de las vías para debilitar la división de poderes en nuestras democracias constitucionales, nos enciende focos rojos. La historia se repite y con ello la idea de que los tribunales constitucionales se reduzcan a replicar la voluntad de los gobernantes, bajo las reglas únicamente de las mayorías”
“La historia no miente, el discurso de odio, los argumentos sin razón, las constantes críticas, la adjetivación y descalificación del quehacer de las juezas y jueces, nunca han sido buenos consejeros. De esta dimensión es el reto que enfrentamos las sociedades”.
Lo anterior fueron las palabras de Norma Piña, Ministra Presidenta de la SCJN mexicana.
Y es que el debilitamiento de las democracias es un fenómeno global. En América Latina, Estados Unidos, Europa los sistemas democráticos están siendo puestos a prueba y se enfrentan al embate de ideologías supremacistas e intolerantes.
Si esto es cierto, la lucha por la democracia es también un asunto global.
Como judías y judíos, sabemos que los discursos de odio, incluyendo el antisemitismo, son proclives a aparecer cuando los espacios democráticos se cierran. No es casual que los actos y expresiones antisemitas se incrementaran en Estados Unidos con el trumpismo. No es casual que el racismo y la discriminación estén presentes en los países donde la ultraderecha y las ideologías supremacistas han retomado fuerza y espacios de poder real, como sucede hoy mismo en varios países de Europa.
Ese es el peligro real y latente: el golpe judicial impulsado por el gobierno de ultraderecha convertirá a Israel en país racista y discriminatorio.
Sin la separación de poderes y con un poder judicial disminuido ante un gobierno como el actual, se impondrá la interpretación de la ultra-ortodoxia y la extrema derecha israelí. ¿Cuántos de los judíos y judías que vivimos fuera de Israel nos identificaríamos con un país que no respeta los derechos humanos básicos para todos sus habitantes?
¿Cómo exigiremos el respeto a nuestros derechos en los países en los que nacimos –y de los que somos orgullosamente ciudadanos– cuando el llamado a sí mismo Estado judío no lo hace para todas las personas sobre las que rige?
Que sea claro, la democracia nos brinda la oportunidad de gozar ciudadanías plenas; sin importar nuestros géneros, creencias religiosas, culturas, sexualidades o antecedentes familiares.
Quiero terminar leyendo el poema «Siente lástima por la nación» (Pity the Nation) del poeta estadounidense Lawrence Ferlinghetti, de 2007, inspirado en el poema de Khalil Gibran de 1933:
Siente lástima por la nación cuyo pueblo son ovejas
Y cuyos pastores las engañan.
Siente lástima por la nación cuyos líderes son mentirosos,
Cuyos sabios son silenciados,
Y cuyos fanáticos frecuentan las redes de comunicación.
Siente lástima por la nación que no levanta la voz
Excepto para alabar a los conquistadores;
Y aclama al matón como héroe
Y pretende gobernar al mundo
Por la fuerza y por la tortura.
Siente lástima por la nación
Que no conoce otra lengua sino la propia
Y ninguna otra cultura sino la propia.
Siente lástima por la nación cuyo aliento es el dinero
Y duerme el sueño de los demasiado bien alimentados.
Siente lástima por la nación, oh, lástima por la gente
que permite que sus derechos se erosionen
y sus libertades sean borradas.
Mi patria, lágrimas de ti,
¡Dulce tierra de libertad!