Se trata (…) ni más ni menos, de repensar nuestro propio “principio esperanza” a través de la manera en que el Antes se encuentra con el Ahora para formar un resplandor, un relampagueo, una constelación donde se libera alguna forma para nuestro mismo Futuro.
El propio Principio esperanza consiste en algún sentido en suponer que, ahí donde todo parece estar perdido, siempre puede haber un +1, algo que no había sido tomado en cuenta, una consideración de la cual no estábamos advertidos.
A la vez, el +1 también remite a la coma en el propio nombre de nuestro Instituto: 17, Instituto de Estudios Críticos. Grato recordar aquí el memorable desarrollo que a propósito suyo nos ofreció nuestra querida amiga, artista y consejera brasileña, Elida Tessler, en 2007, en el curso de nuestro III Coloquio. Desde entonces, hemos explorado la coma profusamente, en la medida en que abre infinidad de espacios precisamente ahí donde no parecía haberlos. La coma es el +1 bajo otra forma.
Asimismo este presente que habitamos, de excepción, se presenta bajo la forma de una suerte +1. Hoy vivimos boquiabiertos, si no es que directamente asediados, y, desde el Instituto –un observatorio y un laboratorio– no dejamos de registrar sus efectos ni de sentirnos interpelados por las mutaciones del temporal. El conjunto de estos cambios nos han enfilado, desde hace una década, a replantear la concepción y organización de nuestro quehacer, a fin de reforzar su instalación.
Ya lo decíamos: En 2001 hacía falta un Instituto, hoy hace falta además una mutual. Dicha mutual tiene ahora un nombre certero, Ensamble Crítico, y comienza a dar sus primeros pasos. No es casual la resonancia entre el título de este coloquio y aquel del coloquio XXXI: “Imaginación crítica” e “Imaginación económica”. De un modo orgánico nos hemos enfilado hacia la consolidación de la infraestructura que corresponde a nuestra iniciativa. Se trata de que el +1 no opere de manera incidental, sino toral. Repetimos así en un nuevo ámbito, a otra escala, el gesto fundador del Instituto: que el +1 quede ubicado en el centro de las posibilidades de nuestro pensamiento y quehacer, en vez de ser permanentemente perseguido por los administradores y, por ende, quedar relegado a los pasillos.
Con ello propongo una primera anotación relativa a la reflexión convocada por el encuentro que comienza: el tránsito del impasse al pasaje referido en el subtítulo del coloquio implica un movimiento inaugural infinitesimal. Me refiero a la diferencia entre la escena que corresponde al impasse –el aparente callejón sin salida enfrentado– y el pasaje que supone haber hallado una efectiva salida conlleva un invisible anterior, que después se torna visible. Aunque en principio no sabemos cómo pasar del impasse al pasaje, el camino está ahí de antemano – en una suerte de punto ciego que no puede dejar de recordarnos aquella figura que presidió la fundación de 17, el fotógrafo ciego.
¿Pero qué es lo que hace falta para que ese invisible presente de pronto pueda ser atisbado por nosotros? Imaginación, precisamente: la diferencia entre el impasse y el pasaje sería un cambio de perspectiva, una modificación óptica, mínima pero decisiva. Ese cambio, de foco, de luz –sutilísimo– es un acto de imaginación que, para efectos de nuestro quehacer, concebimos como un acto de imaginación crítica. Entre otras cosas, porque se trata de un acto de imaginación que –en el sentido del registro Imaginario al que se refiere Lacan– desimaginariza –esto es, descompleta, fragmenta, reduce el brillo y la ficticia nitidez de– el Todo. Lo que supone un repliegue y la aceptación de un punto ciego, como factor permanente y constitutivo. Pues lo que nos impide ver es, de hecho, nuestra certeza en lo que vemos, nuestra fe en lo que suponemos ahí. Eso mismo es el impasse, la burda creencia que lo que vemos es lo que es. Por eso el pasaje suele implicar cerrar los ojos, tomar el pulso de lo que no vemos y entregarnos –en el elemento de la incompletitud– a un acto de imaginación.
Eso exactamente es lo que tiene lugar ahora en 17. En el tiempo, a partir de una interrogación sostenida sobre nuestra economía, que siempre fue empecinadamente autogestiva, nos percatamos de que era necesario desimaginarizar la pregunta, descompletar la aparente unidad de la cuestión. Así fue que la plataforma para nuevas iniciativas Critical Switch, que hoy comienza a tener presencia pública, surgió como un modo de fortalecer nuestras iniciativas y hacernos de recursos, asegurando que las aportaciones económicas para los proyectos pudieran ser más pequeñas y más diversas, para que no quedáramos presa de las agendas de los grandes financiamientos estatales, privados o de cooperación. Una primera Iniciativa asegura hoy los recursos para concretarse: el primero de dos o tres libros de nuestro difunto amigo y colega Alejandro Cheirif. La rueda de Critical Switch comienza a girar con base en iniciativas que, una a una, dan lugar a sus propias comunidades de colaboración y apoyo, diversas y parciales.
¿Pero qué pasa con la comunidad integrada por las agrupaciones organizadas, una a una, en torno a iniciativas específicas? En síntesis, dará lugar a una alianza imaginativa –crítica y económicamente– capaz de impulsar no solo proyectos en particular, sino todo un cauce de ellos, según la tónica por la que a lo largo de dos décadas nos hemos vuelto conocidos. Con ello no sólo se trata de volver viables nuestras propias iniciativas, sino también las de otros, que podrán valerse de esta infraestructura para concretar apuestas intelectuales, creativas, sociales y ambientales en una gama de escenarios al final impredecible.
Aquí aparece de nuevo el +1. Sabemos que Critical Switch y el Ensamble tendrán muchos usos, pero no sabemos exactamente cuáles serán: ésa precisamente es la esperanza que depositamos en ellas. Programáticamente, lo que queremos poder lograr con ellas de entrada es fortalecer las comunidades social, cultural y académica de América Latina, para remontar el impasse de su precarización. Más ampliamente, deseamos dar lugar a una amplia alianza social y económica orientada por aquello que a lo largo de tantos años hemos denominado la crítica instituyente.
Anhelamos establecer una plataforma capaz de fortalecer a la sociedad civil mexicana y latinoamericana frente a la creciente incertidumbre y los llanos peligros a los que no logran responder ni el Estado ni el Mercado. Queremos habilitar un dispositivo más amplio que el Instituto, capaz de incorporarlo a la par de muchas otras personas y organizaciones con el fin de responder a los brutales impasses que enfrentamos local y globalmente en este siglo XXI.
Naturalmente, el Instituto seguirá jugando su papel. En ocasión del encuentro “Imaginación económica”, figuramos la relación entre el Instituto y el Ensamble en términos de una cabeza que se haría de un cuerpo, capaz de permitirle afianzar su relación con tantos otros cuerpos, con el fin de lograr una capacidad práctica allende su vocación por el cultivo de las ideas (en lo que en la Universidad puede vivirse como una suerte de impotencia académica). El Ensamble tiene el sentido de poner ruedas a lo que puede hacerse en y desde el Instituto – lo que, dialécticamente, sin duda dará pie a nuevas interrogantes.
Me he extendido con el fin de subrayar el modo en que el propio Instituto se halla implicado en el planteamiento que anima el presente coloquio. Uno de los recursos más importantes con los que contamos es un marco organizativo que continuamente quiere someterse a los rigores que las investigaciones y reflexiones que lo habitan. Por otra parte, es claro que el Ensamble sólo podrá despertar a la vida apoyado en las dos largas décadas de historia del Instituto y su Caravana en términos de confianza, indicadores y logros de distintos tipos.
A lo largo de nuestra historia han pasado por la Máquina de Escribir, nuestra plataforma de formación en línea, una legión de estudiantes y otros participantes Hoy siguen nuestras redes sociales una enorme cantidad de personas. Esto importa porque nos proponemos impulsar el Ensamble en diálogo con quienes ya han vivido la experiencia brindada por 17, o tienen ya una idea más o menos clara de lo que hacemos y lo que nos anima. Explicar el Instituto en público o en privado siempre ha sido desafiante, pues la ponderación del factor +1 y sus efectos exige ser vivenciado. De donde la ventaja de contar con quienes ya lo han hecho, de más cerca o más lejos, en este escenario en que el Instituto propone una suerte de división celular de su propia experiencia, largamente probada.
Procuraremos que quienes ya participan de nuestra Caravana comprendan nuestro giro y puedan dejar atrás cierto impasse y hacer un pasaje mediante un infinitesimal cambio de perspectiva que, como ya subrayé, no es una metáfora. Hasta ahora nos hemos relacionado en los términos brindados por el Instituto: como participantes de actividades investigativas, formativas, editoriales, radiofónicas y demás. Sin embargo, bien visto, éstos suponen un recorte particular de nuestros quehaceres y personas más amplias: el prometido ensanchamiento en la perspectiva supone preguntar a los propios caravaneros por sus intuiciones, intereses, propuestas y deseos de vinculación con otros. Sumando, además, una serie de preguntas muy llanas, relativas a sus bases materiales y modos concretos de subsistencia: ¿qué comes?, ¿cómo te vistes?, ¿cómo te abasteces y por qué?, ¿qué más requieres?, ¿qué preferirías?
Entonces, ¿bajo qué condiciones podríamos agruparnos para sostenernos con mayor fortaleza, de un modo críticamente pertinente? ¿Qué nos impide ensamblarnos con miras a ello, como hacemos para otros fines? Vaya atisbo: no hemos de interesarnos solo en nuestras cabezas, sino también en nuestros cuerpos. Porque, como sabemos desde siempre, nuestros cuerpos están en juego de antemano. ¿Qué impediría esta ampliación, hasta ahora soslayada, en lo individual y lo colectivo? Si apenas una fracción de todos cuantos han conocido el tenor de nuestra iniciativa participan de este proceso, bien podremos comenzar a promover el esquema más ampliamente en excelentes condiciones.
Mi invitación es a comprender el infinitesimal –e infinito– cambio de perspectiva que implicará el tratarnos integralmente como las personas que somos. A lo largo de muchos coloquios hicimos precisamente eso, en una reunión sin agenda, una cita +1, en que se hablaba libremente de lo que surgiera entre todos los ahí reunidos. Lo intempestivamente surgido solía ser apasionante, además de vivamente pertinente. Relacionarnos como personas, más allá de nuestros roles institucionales asignados, de eso se trataba. Como de nuevo ahora, allende el perímetro de la institución.
Convoco así al conjunto de los caravaneros, así como a cualesquiera otros en general, interesados en involucrarse en este proceso, manifestando su interés, sumándose a su esclarecimiento, vinculándose y aportando lo que consideren, a modo de un vivaz enjambre de luciérnagas.