Pandemia, nunca había oído esta palabra en inglés, o siquiera en mi lengua materna, el árabe. Por ser alguien que nació y creció en Oriente Medio, mi memoria está llena de guerras, revoluciones, malestar, ocupación, crisis económicas; pero no de una pandemia.
En los noventa, se nos vio en la casa espantados por una guerra que ocurría a 470 kilómetros de distancia; tan simple como que en esos últimos meses todas las casas tenían selladas sus ventanas con cinta adhesiva para impedir que algún agente químico entrara en la casa, por si al enemigo se le ocurría usar armas químicas; teníamos máscaras antigás por la misma razón, además almacenábamos comida enlatada, tanta como podíamos, por si debíamos quedarnos en la casa por largo tiempo. En realidad, no sucedió nada de eso.
A finales de febrero de 2020 estaba en un viaje de trabajo en París, tomaba las medidas de higiene: me lavaba las manos todo el tiempo, siempre usaba gel desinfectante; pero estaba viendo a mis amigos, abrazándolos y besándolos, reuniéndome y visitando amigos, restaurantes y teatros.
Al regresar a Berlín, el gobierno anunció el distanciamiento social, el cierre de lugares públicos como los campos de futbol, que son algo muy importante aquí en Alemania; los conciertos, que son algo de particular importancia aquí en Berlín; escuelas, museos y restaurantes y bares.
Soy periodista independiente y generalmente trabajo desde mi casa, así es que no estaba espantada. Era algo más o menos normal. Lo anormal era que tenía que ponerme cubrebocas y guantes cuando salía de mi casa para hacer compras o ir a la farmacia.
Pero resultó que eso no era del todo cierto: me di cuenta de que no podía ir a la escuela, de que no había clases en línea, que tampoco podía reunirme con mis amigos, ni con mis familiares y, encima de todo, yo, que generalmente viajo por trabajo, tuve cuatro viajes cancelados o pospuestos por el Covid-19.
¿Quién es el tal Covid-19 que ha detenido mi vida?
El coronavirus que cambió nuestras vidas, algunas de forma muy dramática y otras haciéndolas ligeramente diferentes, es una criatura microdiminuta que no es visible a simple vista, que hizo que los gobiernos impusieran cierres totales en algunas ciudades o países y que forzó a gente, que nunca se quedaba en su casa, a pasar el tiempo con sus familiares, su gente querida o a quedarse en su casa con sus opresores.
Todas las medidas que han sido tomadas a nivel personal o gubernamental para combatir el Covid-19 nos han hecho, como seres humanos, me han hecho a mí como mujer periodista que vive en el exilio, cambiar mis prioridades de manera cotidiana: pelear contra la ansiedad y los ataques de pánico se convirtió en parte de esas prioridades.
A través de las redes sociales los amigos descubrieron sus talentos en la cocina, en el cuidado de plantas, en manualidades y otras cosas, y comenzamos a retarnos unos a otros, e inspirarnos unos a otros, a hacer cosas deliciosas, bonitas y saludables en nuestras casas.
No soy una persona a la que le guste el yoga, prefiero el gimnasio, pero durante la cuarentena, seguí unas clases de yoga en línea por un mes, fue una experiencia transformadora.
Le pedí a mi mamá, que está en mi lugar de origen, que se quedara en su casa, que dejara de ver a la gente y que, por el virus, no socializara con amigos; por otra parte, nosotros, mi hermano y yo, tuvimos que compensarla por pedirle que hiciera eso (mantenerse alejada de la gente), ocupando su tiempo, llamándola con frecuencia y, en el caso de mi hermano, visitándola con frecuencia. Ahora se ha vuelto una rutina el tener con mi mamá una videollamada a diario.
Las noticias sobre el Covid-19 eran las más importantes del día, así como contactar a los amigos y la familia, especialmente a quienes viven solos; después comenzaron las reuniones y las fiestas en Zoom, los juegos en Zoom, los conciertos en Zoom y las reuniones familiares en Zoom; hasta que nos cansamos de tanto tiempo en pantalla.
Hay responsabilidad en mantenernos alejados, en mantener el distanciamiento social, en ocuparnos de nuestro bienestar, el de nuestros amigos y el de nuestra familia; responsabilidad hacia nuestra familia, hacia la sociedad.
El cubrebocas se volvió parte de mi atuendo diario, en muchos colores y con estampados diversos, con diferentes estilos; me he desecho de los guantes, pero todavía, cuando estoy fuera de mi casa, uso mucho gel. Recibir amigos, visitar amigos, no es todavía algo de lo más cómodo que se pueda hacer.
La gente está diciendo, todo el tiempo, que quiere volver a su vida normal. No creo que esa vida será de nuevo normal, como antes del coronavirus: hay vida antes del coronavirus y vida después del coronavirus, como AC, DC.
Si vuelve a ser lo que era, significa que no aprendimos nada, aunque esta pandemia vino a enseñarnos algo. Darle prioridad a la gente, los amigos, la familia, el trabajo, ocupar el tiempo haciendo qué; todo se puso en duda, todo tenía signos de interrogación.
Ver a la gente encontrándose en las calles, abrazándose y besándose todavía me causa extrañeza; no les mentiré, siempre quise tener mi espacio respecto a la gente en los lugares públicos, prefiero que la gente esté formada lejos de mí al hacer cola y estoy a gusto con las medidas por el Covid-19.
Quiero volver a abrazar a mis amigos y a mi familia, pero eso tomará un tiempo, hasta que me sienta segura y protegida.
Esta pandemia trajo a cuenta varios asuntos que estaban frente a nosotros pero que el ajetreo de la vida diaria nos había hecho olvidar: como la debilidad de los seres humanos, de los sistemas políticos, de los gobiernos y de lo que esos gobiernos estaban dando a la gente, del racismo que en algunos lugares aumentaba hacia los orientales, contra los trabajadores migrantes y contra la gente negra.
Tuvimos suficiente tiempo para pensar sobre todo esto, para darnos cuenta de nuestros privilegios, para considerar nuestras oportunidades y para demostrar amor e interés por nuestros seres queridos.
Sigo trabajando desde mi casa, como solía hacerlo como trabajadora independiente, pero la pandemia me ha enseñado, y todavía está haciéndolo, sobre las maneras de ser una mejor persona conmigo misma, con lo que me rodea y con mis seres queridos.
Berlín, Alemania
Traducción del inglés de Germán Martínez Martínez
* Nazeeha Saeed, escritora y periodista originaria del reino de Baréin, forma parte de los residentes y refugiados de la Red Internacional de Ciudades Refugio (ICORN, por sus siglas en inglés).
La Bitácora del encierro es un proyecto de la UAM Cuajimalpa