Desde el mes de agosto del 2019 he estado en mi casa, trabajando en mi tesis para graduarme de arquitecta, y los días han transcurrido en esa monotonía: despertar, desayunar, trabajar, almorzar, seguir trabajando, cenar y dormir, con un par de salidas para revisiones, pero eso ha sido todo. Y de un momento a otro ese estilo de vida se convirtió en una realidad internacional. Hoy, 21 de marzo de 2020, se cumple la primera semana de autoaislamiento en mi hogar y el quinto de día del impuesto por el gobierno ecuatoriano.
Desde el martes anterior se permite salir en automóvil según el último dígito de la placa y solo lo pueden hacer personas que tengan entre 18 y 50 años de edad; estas salidas son para comprar víveres de primera necesidad, medicinas o para extraer dinero del banco. Nuestra dinámica familiar ha cambiado drásticamente, puesto que mis dos padres están en el grupo superior a esas edades y poseen, además, enfermedades que los ponen en riesgo. Ahora soy yo la única que puede salir y conseguir las cosas que los tres necesitamos.
Hay toque de queda desde las 9 pm hasta las 5 am y me gustaría decir que todos lo han cumplido pero lastimosamente hay lugares donde el contagio ha subido de una manera alarmante, donde la gente hace caso omiso a las reglas, aunque fue un alivio saber que para estos lugares se cambió la hora de la restricción para que se queden en sus casas desde las 4 pm. La frustración se hizo notar en redes sociales y el pedido de quedarse en casa, para los que desobedecen, es cada día más fuerte.
Es duro ver los casos internacionales aumentar y, con ello, la cantidad de muertes. Nunca nadie pensó que algo así nos podría llegar a pasar. La era de la tecnología nos hacía creer invencibles pero la realidad nos ha hecho recordar que seguimos siendo humanos y que la vida es efímera. Y aunque todo en las noticias es negativo, también hemos visto días más claros, respirado aire más puro, hemos podido nuevamente oír a los pajaritos trinar y percibir menos ruido en las calles, también ha sido posible ver en diferentes partes del mundo a los animales regresar a espacios que antes les pertenecían.
Quizás el saldo en contra es alto pero la conciencia social ha aumentado por igual. He visto a muchas personas publicar en redes sociales que es el momento de bajar la inversión y el sueldo de los jugadores de fútbol y dar ese dinero a científicos e invertir en salud. Es importante establecer leyes más justas para campesinos y obreros de industrias que son las que ahora nos mantienen con vida y bajarle el sueldo a asambleístas que ganan mucho en comparación a lo que hacen. El Estado debe actuar a futuro pensando más en la situación de personas que viven de la venta del día y que son las más perjudicadas ahora que no podemos salir.
Me considero una lectora voraz pero la realidad sobrepasó a la ficción y los héroes que están ahora en primera línea de batalla: médicos, policía y militares son un gran ejemplo y a los que les debemos honrar con el simple hecho de quedarnos en casa. Por cada persona que se quede bajamos la cantidad de posibles contagiados y aliviamos un poco su trabajo. Y también me ha llenado el corazón ver que aún hay personas que se preocupan por otros, porque mi abuelita y tíos están en otra ciudad, pero tengo una amiga que no dudó en ofrecerse a ayudarles y este gesto tan bonito lo he visto también en otros lugares. La situación nos supera, pero si unimos fuerzas y nos cuidamos los unos a los otros podremos salir de esto.