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Habitar la gaveta

Construyo una cabaña y mis materiales se llaman “dentro de lo que cabe” “afortunadamente” “hasta ahora” “de lo que entiendo” “que yo sepa” “por lo pronto” “dentro de lo posible”.

Se acabó el papel del baño, pero están buenos esos materiales. Es lo que hay.

Bitácora, bitacle: desde esta cabaña lo que hago: atestiguar.

Aquí el paso entre habitar y habituar es una vuelta en u. Aquí hay arañas selenópidas. Les ponemos nombres.

Afuera de esta cabaña, que no existe, pero es real, dices que está la Pandemia que también es real. La pandemia no nos deja salir, dices, y es grande, con ojos como platos y sin brazos.

Lo que no te explico es que, en realidad, esta cabaña es una caja, sí, bitacle, bitácora.

En esta cabaña que es un caja existimos como el gato de Schrödinger, simultáneamente sanas y contagiadas, y ambas posibilidades coexisten porque no nos hemos hecho ninguna prueba. Así la mayoría de la población del mundo. La pandemia de Schrödinger como gólem.

Alrededor de esta cabaña nada el tiempo. El tiempo, nada.

Espero que el famoso gato se lo coma. Ese gato que también existe simultáneamente muerto y vivo en su caja.

El tiempo como lengua bífida. Se acelera y frena como río que crece y mengua. Ahora va lento casi inmóvil porque es temporada de calor. Entonces: salen los alacranes.

Procedimientos de cajón.

Esta cabaña da fiebre. Pero no de salir, como generalmente piensas. Más bien de nunca volver. Es una cabaña temporal, mientras tanto, provisional. Da fiebre de quedarse.

Cabaña cojín y sábana. Cabaña con linterna. Estuche. Cabaña piel.

Esta cabaña no tiene tornillos, ni muescas, ni clavos, solo uniones en cola de pato.

La cabaña se desborda. Se conecta.

Dicen que estas técnicas de construir con resina y fuego se han perdido con el tiempo. El pasado y el presente se encabalgan en esa cola de pato. Así se juntan. A recuperar. Los nombres de animales.

Qué cortar según la época del año, qué sembrar y cuándo. Allá arriba en la luna veo el rostro de Schrödinger que me hace muecas.

La paja en el ojo ajeno.

“Por lo pronto”

Acá abajo hay vigas.

“que yo sepa”

Acá cerca arman trojes.

“afortunadamente”

Acá al lado se escucha un serrucho.

“dentro de lo posible”

En la rama, un cenzontle; en el brazo del cactus, un cuitlacoche.

“hasta ahora”

Un cencerro más arriba. Los vecinos hacen fiesta Bellacovirus y quién soy yo para juzgar.

El perreo hasta abajo, ¿logra subir los ánimos?

Dentro: El bestiabulario me habita.

Hay arañas selenópidas con nombres y también hay mayates patas para arriba.

Y el virus de Schrödinger en vez de dentro está fuera. La cabaña es una caja. Y allá afuera la pandemia nos observa, sin brazos. Gólem.

No puede ni tocar la puerta.

En la madera un nudo es una rama amputada.

Hace calor. Hay incendios. Cae granizo. Crece la semilla. Los frijoles son los aretes de la planta, dices.

¿Algo pasa con el tiempo?

Rayo la pared de la cabaña que es suave y se deja marcar.

Sus paredes respiran porque a la gente no la dejan.

Falta mucho aire: y el pavimento lo sabe, las rodillas lo saben.

Una cabaña se construye de tejidos, de panecillos horneados y de material inflamable.

Empezar por allí para luego salir a quemarlo todo: hasta respirar, hasta que deje de arder el corazón.

¿Alguna vez has visto los enlaces de hidrógeno entre cadenas de celulosa?

Anillos como calendario. Astillas como recuerdos.

Se perdió la nota que dice

el tiempo es una anguila

lo tocas te da

toques

nada

en la nata

del flan

que es

tu cerebro

el tiempo es una

oreja

sorda

las voces

llegan

sin ruido

el tiempo sentado

aquí

lo tengo

en la punta

de la lengua

dices

el tiempo huele a cortina

de humo

y el incendio

se propaga

frente a tu ventana

el tiempo está nadando

y no te invita

el tiempo quiere que sigas

la receta

que ya mismo borró

que tiemble

el flan en su plato

la estufa sin gas

huesitos

añicos

el tiempo es polvo

acumulado

y tú así

con la escoba

 

 

Ciudad de México, México

 

 

 

 

La Bitácora del encierro es un proyecto de la UAM Cuajimalpa