Esta tempestad lo empuja incontenible hacia el
futuro, al cual vuelve la espalda mientras el cúmulo
de ruinas ante él va creciendo hasta el cielo. Lo que
llamamos progreso es justamente esta tempestad
Walter Benjamin, Sobre el concepto de la historia
Murciélago
Esperamos un nuevo amanecer. La Tigresa del Oriente nos dio dos. El primero salió de plena selva frondosa de la Amazonía peruana, y el segundo, del planeta entero en plena pandemia.
La lenta llegada de la primavera del 2020 en el hemisferio norte coincidió con la pandemia. Los confinamientos han ralentizado el tiempo y a la vez lo han acortado. Esperamos a que pasara el virus, esperamos el verano. De repente el verano llegó. Cuatro meses pasaron de invierno a primavera como si fueran solo una semana, casi no logramos darnos cuenta y, a la vez, como si fueron dos vidas. El tiempo en confinamiento salta con otro ritmo, al cual ya no estamos acostumbrados. El freno de emergencia nos hace temer todavía. La pandemia sigue y parece que no se terminará nunca.
Mientras el número de muertes aumenta, las flores brotan y los pájaros cantan. Al cielo y a la tierra no les importa nada de la miseria humana, ni mucho menos nuestro regocijo o cachondeo. Diría el propio Lao Tsu, “El cielo y la tierra no tienen misecordia, tratan todo como el perro sacrificio de paja” [天地不仁,以万物为刍狗] (capítulo 5, Daodejing). El tiempo sigue, de invierno a primavera, de primavera a verano, verano a otoño, y tal vez vendrá una nueva ola de la infección viral. El tiempo cósmico sigue igual, pero nuestro tiempo, gobernado por el capitalismo global, se ha acelerado, tanto que la pandemia parece una intervención divina, un freno que mandó dios o el cielo-y-tierra y que, a pesar de la indiferencia daoista, gritó: “¡No puede ser! ¡No!” frente al desastre ecológico, como Delfín Quishpe frente a la caída de las Torres Gemelas. Solo que esta vez no fue un avión secuestrado, sino un supuesto murciélago. El ángel de historia tiene membrana de patagio.
Empezó el desastre, de repente. De repente, todos los problemas ecológicos se solucionaron. La autogestión del planeta necesitaba solo dos meses del homo economicus parado para recuperarse: el aire en las grandes metrópolis ya limpio, el agua natural otra vez cristalina. El sacrificio ha sido la matanza de más de quinientas mil vidas y el cambio ni siquiera es perdurable. Pronto, con la cantidad de plástico producido por los cubrebocas y packagings, ya no habrá más milagro pandémico, el “aspecto positivo” al que querríamos aplaudir.
Parece que el virus no es ni el apoderado de un cambio radical contra el capitalismo acelerador —hubiera sido demasiado fácil—, ni un catalizador para un nuevo totalitarismo universal. Pobres señores filósofos, que ya desde marzo profetizaban impacientemente para confirmar que sus teorías fueran y sean (otra vez) correctas, se quedan sumergidos en la ficcional y caliente Sopa de Wuhan . Esta publicación sigue existiendo tal cual en los repositorios universitarios, a pesar de varias protestas de la comunidad china y aliados que sabemos muy bien que no existe una sopa llamada así ni mucho menos una hecha con murciélagos. El editor y diseñador de la tapa y de la colección de ensayos de grandes pensadores occidentales Sopa de Wuhan. Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemia estaba muy equivocado.
El virus no es el exterior de nuestro mundo. Pero tampoco quedamos en la oscuridad del “tiempo vacío homogéneo” por siempre. La primavera siempre llega, hasta en los peores tiempos, como llega ese maldito, ¡ese año de la rata metálica y también de dos patas!
Ratas de dos patas
Dicen los chinos ancianos que el año gengzi (庚子) es, garantizado, de turbulencia. No es superstición, o no solo, sino también una verdad histórica. Cada regreso de esa maldita rata (zi 子) metálica (geng 庚) resultó en asuntos gordos. En la historia de China, obtenemos algunas pruebas: la primera guerra del opio en 1840, el levantamiento de los bóxers en 1900, y la gran hambruna en 1960… y ahora, 2020. El aún oscuro origen del virus está fechado aproximadamente en los meses que cruzan lo viejo y lo nuevo. Solo había pasado el año nuevo en el calendario gregoriano cuando brotó el virus. En ese período entre el calendario del sol y el de la luna reside un tiempo fantasmal, un destemplado entre dos mundos. Por lo menos para los chinos. Para ellos el año nuevo gregoriano no es exactamente nuevo pero tampoco exactamente viejo. Queda un hueco en el mes de enero y a veces incluye los primeros días de febrero. Ese hueco encuentra una causa histórica en la colonización y modernización y es un tiempo espectral que el sistema capitalista colonial-moderno no logra completamente asimilar. ¿Sería solo una coincidencia que el coronavirus se manifestó, se convirtió viral en ese tiempo espectral del 2020, año de rata metálica?
Rata de dos patas, venenosa, no solo es rastrera malita sino también prejuiciosa. Al fin y al cabo, ya sabemos muy bien que casi solo mata gente que un mundo prejuicioso con un culto por la juventud, el dinero, y el futuro linear quisiera eliminar, pero no podía hacerlo en circunstancias “normales”. Desproporcionadamente, los viejos y pobres, los afrodescendientes e indígenas, los trabajadores pobres y marginados pero recién llamados “esenciales” fueron matados. La rata metálica realmente es una maldita sabandija, ¡ay, cuánto daño nos ha hecho! Tomamos palabras prestadas de Paquita la del Barrio, no es para el ratón del calendario, sino para los ratas de dos patas, humanos. El cielo y la tierra pueden ser indiferentes y la maldición cósmica parece que no se puede cambiar, pero la tragedia que estamos viviendo y muriendo es por causas meramente humanas. Dicen que Rata de dos patas refiere en realidad al ex-presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari, y podría ser perfectamente actualizada para los sanguijuelas de los políticos corruptos psicópatas y capitalistas codiciosos y viciosos. Con esas ratas de dos patas, nunca habrá lugar para que el murciélago se convierta en el ángel de la historia.
No hay murciélagos en el calendario de los chinos ancianos. No comprendían el tiempo como lineal, por eso tenían una cosmología constantemente invirtiéndose: el mal se convierte en el bien, el bien al mal. La tempestad se levanta y se baja.
La rata inmunda acabará y “¡un nuevo amanecer vendrá!”
Dos Tigresas y media
La pandemia de gripe de 1918 duró dos años. Después la rata metálica, será el toro metálico (2021), y luego vendrá el tigre acuático (2022). Un nuevo nuevo amanecer ya llegó con la Tigresa, que también llegó del oriente. Allí erige un mito con la piel del leopardo y su patrón, que cala la ilusión y penetra el camuflaje instaurado por la pantalla verde que la tecnomagia sustituye por una vista aérea panorámica del globo azul. Los senos voluptuosos —como esos de una diosa de la fertilidad y tal vez un poco fuera del contexto pandémico— y el cuello perlado, alto y bordado de lentejuelas para embellecer la cara impecablemente maquillada, además del cabello de color cálido de naranja, más liso y stylish que el pelo esponjoso del tiempo de la selva y la cumbia: no se puede confundir, allí arriba del planeta está nuestra señora la Tigresa del Oriente. Vestida en toda su lujuria, nos promete un nuevo amanecer que “¡vendrá!”. Será cuando termine esta enfermedad. Primero, vamos unos años atrás. La última vez cuando nos habló de la esperanza, de un nuevo amanecer, fue hace catorce años en 2006, cuando de repente su canción del mismo título triunfaba en el internet. Se volvió viral.
No se sabe si las palabras sí tienen magia, pero la fama ya había sido anunciada desde el mismísimo comienzo: “¡éxito del mundo!” proclaman un grupo de “tigrillas”. La cumbia amazónica con un ritmo lleno de alegría empieza inmediatamente después de esa anunciación. Ahora solo declara una voz: “¡Llegó un nuevo amanecer con la Tigresa del Oriente!”. Su hit viral la convirtió en una celebrity internacional, es decir, un nuevo amanecer llegó para ella. Su éxito fue casi ex nihilo. Con razón se dice “viral”. Además, parece que apoya el mito neoliberal del milagro del individuo auto-empresarial que avanza a la par del tiempo acelerado y triunfa si llega a agarrarse a la tempestad del progreso. Su fama no hubiera sido posible en otra época. ¿De dónde voy a sacar una diosa camp como ella, si no fuera por el tráfico del worldwideweb, por el algoritmo mágico que parece que lo sabe todo?
La Tigresa del Oriente, su éxito sí aprovechó la tecnomagia del internet. No obstante, el mensaje que ella manda por lo menos nunca ha sido de autosuperación, sobre cómo superar la condición socioeconómica injusta con la que se enfrenta el individuo (como si fuera su responsabilidad y solo suya); no han sido ni siquiera consejos de “¿cómo sobresalir?” o “¿cómo obtener éxito?”. Sabe muy bien que el capitalismo que a cada paso va empeorando la situación de las comunidades marginales del Perú y del mundo nunca está de su lado. Podría haber aprovechado para palabras similares, pero el algoritmo capitalista la ha aprovechado mucho más. Lo que manda la Tigresa del Oriente es simplemente un mensaje de amor, no importa que tan huachafa sea la estética. “¡Mientras dios te da salud y vida; aprovecha para ser feliz!”.
El mensaje de rectificar errores, de dar amor y recibir felicidad —de otra manera cristiano y prescriptivo— parece desplazado por el carnoso espectáculo de las nalgas meneándose y tetas sacudiéndose. Las sonrisas reverberan con el ritmo creado por los teclados electrónicos casi amateur. Un montaje sin mucho sentido con escenas (que en un otro contexto causarían indignación a la sensibilidad de la burguesía del Perú y del mundo), escenas de niños paseando detrás de una señorita danzante casi desnuda, de un autobús turístico o de la suburbia parado con las puertas abiertas, de dos chavitos imitando el baile y moviéndose al ritmo de la música, un grupo de jóvenes y ancianos que muestran unas pinturas o solo están allí mirando a la cámara. La combinación o la combinatoria de todos esos elementos usualmente inconexos hizo un milagro: la Tigresa del Oriente se convirtió en un “éxito del mundo” de verdad. De repente, la Tigresa del Oriente tuvo millones de vistas. La mujer a menudo insultada como “vieja loca” salió de la anonimidad y, hoy en día, está encima de todo. Solo teníamos que esperar catorce años para verla realmente encima del planeta, en plena pandemia, en el 22 de abril cuando publicó su nuevo consejo de esperanza.
Expresión seria, no menos que cuando nos contó de su infancia en la inmensa pobreza. Pues, dios no ha dado “salud” ni tampoco mucha “vida”. Con un mensaje de hermandad mundial comienza el video musical basado en el mismo tema musical del viejo nuevo amanecer, solo que esta vez no hay anuncio ni del “éxito del mundo” ni del nombre propio de la Tigresa del Oriente, su marcada aparición. No hay restos del montaje barroco del video de 2006. El nuevo nuevo amanecer ya no lleva la misma melodía de teclados electrónicos, mezcla de ritmo jubiloso con el sonido enigmático e hipnotizante de la cumbia amazónica, sino un piano lírico y percusión dramática que crean un ambiente solemne y épico. Algo gravísimo está realmente pasando: “Queridos hermanos del Perú y del mundo, el coronavirus está en todo el mundo. Hay que cuidarnos para no contagiarnos de esa enfermedad que está en el Perú”.
La ligera redundancia sintáctica (tal vez para poner el énfasis en el Perú) resuena con la tecnomagia imperfecta de la pantalla verde que deja ver la sombra del brazo volando y de la cabeza de la propia Tigresa del Oriente. La piel leoparda de la diosa casi se hunde en el fondo ya reemplazado con la capa del globo volante bañado en la oscuridad sublime del universo. El piano toca una escala melódica casi melancólica. La Tigresa del Oriente vive según su consejo de 2006: “Domina tu orgullo, no sea egoísta”. Y además lo actualizó en la nueva versión para la pandemia: “Domina tu ansiedad, un poco de paciencia, no seas irresponsable”. No ha inculpado a nadie, ni al murciélago, ni a ningún país (a China, por ejemplo, como lo hizo en El País su compatriota el señor Vargas Llosa), ni siquiera a los ratones de dos patas. La realidad es que, a pesar de haber tomado medidas de salud de nivel nacional, Perú ha sido uno de los países en el continente Tahuantinsuyo que cuenta con más muertes a causa del Covid-19.
Muchas veces las cosas llegan así y lo viral no se puede reproducir. Surge cuando surge. El aportado anti-capitalista que logra frenar un poco el aceleracionismo de muerte no es ningún virus porque lo viral es parte del sistema necropolítico; tampoco es responsabilidad del individuo que tiene que “tomar precauciones” y “lavarse con jabón”. El mismo mensaje fue dicho por Merkel de Alemania y por oficiales de la OMS. El freno, o la poca esperanza de algo afuera de su control de muerte está allí en el propio video, en las sombras visibles de lo chueco tecnológico y de la ligera desincronización del canto y de la melodía, en la reverberación demasiado prolongada que resuena con el tiempo espectral, en el hueco entre dos años viejos-nuevos es donde podría existir algo fuera del control del sistema algorítmico, a pesar de que esté a la vez dentro.
Ojalá, “la pandemia acabará, y un nuevo amanecer vendrá”
Berlín, Alemania
La Bitácora del encierro es un proyecto de la UAM Cuajimalpa