Presentación del XXXV Coloquio Internacional: Imaginación Crítica

 

La presentación del XXXV Coloquio internacional “Imaginación crítica” pasa por una inquietud fundamental: en qué medida la imaginación, cuando es crítica, puede comportar una potencia capaz de permitirnos el tránsito del impasse al pasaje. Para Benjamín Mayer Foulkes, esa potencia tiene que ver con un cierto plus, un +Uno, que acompaña la emergencia de un desplazamiento subjetivo a favor del deseo. Para Eleonora Cróquer Pedrón, siguiendo de cerca a George Didi-Huberman, se comporta como una energía social e individual capaz de permitirnos organizar nuestro principio de esperanza. Ambas posiciones traducen la relevancia del presente coloquio y su estrecha vinculación con el proyecto de 17, Instituto de Estudios Críticos.

Para Luis (fragmento de Paralogía)

Mi nombre es Armando Navarro. Hace algunos días, a finales de mayo de 2023, estuve en el Festival de Cannes porque mi cortometraje Arkhé fue seleccionado en La Semana de la Crítica.

Por otra parte, hace siete años presenté mi examen de grado para obtener la maestría en Teoría Crítica por 17, Instituto de Estudios Críticos. Mi proyecto se tituló Paralogía. Al día de hoy, no tengo idea de qué trata ni de cómo describirlo. Desde niño, según recuerdo, albergo el deseo de hacer cosas extraordinarias. Una década de psicoanálisis me ha servido para caer en cuenta de que, en realidad, esa urgencia es una manifestación de mi hambre de amor.

Para Luis (fragmento de Paralogía)

Mi nombre es Armando Navarro. Hace algunos días, a finales de mayo de 2023, estuve en el Festival de Cannes porque mi cortometraje Arkhé fue seleccionado en La Semana de la Crítica. 

Por otra parte, hace siete años presenté mi examen de grado para obtener la maestría en Teoría Crítica por 17, Instituto de Estudios Críticos. Mi proyecto se tituló Paralogía. Al día de hoy, no tengo idea de qué trata ni de cómo describirlo. Desde niño, según recuerdo, albergo el deseo de hacer cosas extraordinarias. Una década de psicoanálisis me ha servido para caer en cuenta de que, en realidad, esa urgencia es una manifestación de mi hambre de amor. 

Arkhé es, en la superficie, un ensayo sobre el terremoto que devastó la Ciudad de México en 1985. No obstante, más allá del escombro, mi película es un tratado sobre la ausencia, la pérdida. Paralogía es una pieza extraña, no necesariamente en el sentido deseable del término. En principio, se trata de una investigación sobre un grupo de gente que podríamos nombrar, con razón, como una “secta destructiva”: los Niños de Dios, conocidos hoy como La Familia Internacional. El dogma que los sostiene, el centro de su lazo social, es una lectura obscena de ciertos postulados bíblicos: el amor de Dios se transmite sólo sexualmente y, por lo tanto, viven bajo una ley que los obliga a acostarse con todos los adeptos, sin importar si se trata de niños, o peor, de sus propios hijos. 

Sin embargo, Paralogía pretende trenzar lo anterior con una situación que nos implica más de cerca: la Guerra contra el narcotráfico en México, emprendida por Felipe Calderón, así como los efectos de violencia y aberraciones que derivan de ella. El proyecto, me parece, intenta desarrollar los siguientes problemas: 

a) La disposición de escenas horrorosas, de cuerpos mutilados y desmembrados, hechas para ser fotografiadas; el uso, pues, de las imágenes con fines de instauración de una nueva ley y, con ella, una nueva realidad

b) El fenómeno sectario como una radicalización de las narrativas de Estado, como las entendía Ricardo Piglia

c) Las implicaciones de amar así, bajo la tutela de un Estado caníbal, con el fantasma de la pérdida irreparable aleteando siempre sobre nosotros

Paralogía no es un libro de ensayos, sino que trata de desplegar una ficción, en el sentido más mundano de la palabra: Mauricio Zesati, profesor de literatura e hijo de un político/golpeador poderoso, sufre la desaparición de su hermano Luis. La pérdida, como la incapacidad fáctica para revertirla, lo conduce a la certeza de que él mismo puede terminar con la situación de violencia extrema en México. Su objetivo, delirante a los ojos de todos, es crear un dispositivo de hipnosis que pueda masificarse. Su contenido, dice, será el dogma de los Niños de Dios. 

Una secta destructiva, me parece, es una sociedad regida por una ficción radical que promete el alivio del dolor subjetivo. Un Estado establece una versión unívoca de la realidad y designa, con ello, un enemigo visible, un objetivo cuya supresión significaría el bienestar de la masa. En Paralogía prevalece, sobre todo, mi interés en la incorporación de relatos delirantes que toman eventualmente el control de nuestras vidas. 

En este sentido, Arkhé es una consecuencia involuntaria de Paralogía. Las dos piezas lidian con la ausencia. Allí donde lo ficticio promete el alivio, la falaz devolución de lo perdido, el ensayo puede tramitar, quizá, el duelo, la resignación. 

En mi examen de grado, Benjamín Mayer Foulkes dijo que, en cierta medida, el punto medular de Paralogía es el efecto ulterior de tener un padre y un maestro. Me reveló así algo evidente, pero desconocido para mí, sobre mi propio trabajo. Finalmente, esa había sido una de las mayores encrucijadas de mi vida: ¿cómo resolver mi neurosis parricida, siendo yo este cliché freudiano, para tomar el lugar paterno, volverlo mío y gozarlo? Y por otro lado, ¿cuándo podré ser yo mismo el maestro?

Durante algunos años intenté en vano convertirme en profesor universitario. Pero ahora tengo un hijo. Su nombre es Tomás. El padre ahora soy yo. El mundo, por lo demás, es todavía una carnicería. Mi niño me confirma, sin saberlo, que amar así, tan infinitamente, radicaliza la dimensión y la posibilidad de la pérdida como un horizonte intolerable. Sin embargo, cuando llevo a Tomás en mis brazos, o cuando se queda dormido sobre mi pecho, lo que percibo es la posibilidad de un futuro en paz. 

Paralogía fue un trabajo que dediqué a mi padre. Arkhé, lo he dicho siempre, es un regalo para Tomás.

 

 

El Kosmos como filosofía de la historia

Alejandro Cheirif nació en la Ciudad de México el 26 de julio de 1983. Murió prematuramente en 2017 a la edad de 34 años. Cursó sus estudios de educación básica (secundaria y preparatoria) en el Colegio Israelita de México. Realizó sus estudios de licenciatura en la carrera de Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana. Desde los primeros semestres de la carrera entró en contacto estrecho con un grupo investigadores del Departamento de Historia de la misma universidad. Cabría destacar a Luis Vergara, Perla Chinchilla, Jane Dale Lloyd y Ricardo Nava, entre otros. Fue donde yo lo conocí personalmente, sobre todo en los cursos que más le interesaban y a los que asistía asiduamente: historiografía de la Ilustración, historia conceptual y, sobre todo, el de historia intelectual. Trabamos una amistad muy estrecha y convivimos durante varios semestres. Alejandro comenzó a ocuparse intensamente de la teoría y los problemas de la escritura de la historia, el tema —y la pasión— que absorbería su vida intelectual. Un tema en el que se adentró a través de los debates entre los historiadores más significativos de su época, y cuyo centro ha girado desde entonces en torno a la preocupación por el sentido y sinsentido de la historia. El Departamento de Historia de la Universidad Iberoamericana le fue propicio para desarrollar sus intereses. En los años noventa y principios del siglo XXI se convirtió, en la época, en uno de los pocos centros en América Latina —el único en México— ocupados en la reflexión sobre las premisas fundamentales del conocimiento histórico y su crisis desde los años noventa.

En los últimos semestres de la licenciatura, en el año de 2006, fue invitado como asistente de investigación al Colegio de México, donde colaboró con el Dr. Guillermo Zermeño en el proyecto para desarrollar los estudios sobre las escrituras poscoloniales de la historia en los siglos XIX y XX. En el año 2007 obtuvo la beca Edmundo O’Gorman —un disputado concurso— para desarrollar un trabajo sobre la continuidad y la discontinuidad en la escritura de la historia moderna. El texto que resultó de esta investigación fue publicado en 2012 en una edición conjunta entre el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM y la Universidad Iberoamericana. Un ensayo radicalmente original que traduce la problemática formulada por Michel Foucault sobre la continuidad y la discontinuidad de los saberes sociales al campo de la historiografía. 

En 2008 se dirigió a París para emprender sus estudios de posgrado en la École des Hautes Etudes en Sciences Sociales en el marco del seminario de investigación de François Hartog. Ahí estudió con mucho éxito la maestría y el doctorado, que redundaron en dos textos que, por su audacia y originalidad, habría que dar a conocer en español: “Historia como retórica, fábula y género literario”, una exploración de las singularidades de la historia entre los siglos XVI y XVII; y “De cristianos, modernos y salvajes”, que es un primer intento de establecer una historia conceptual sobre las figuras que protagonizaron la emergencia del orden colonial desde la perspectiva de los viajeros europeos. En el período que permaneció en Francia publicó varios artículos nodales sobre aspectos fundamentales de la teoría de la historia, entre ellos un texto sobre “La metodología de Edmundo O’Gorman¨, así como reseñas de libros y entrevistas con destacados intelectuales europeos.

2014 fue uno de los años más fructíferos de su producción intelectual. Los textos que inician la desconstrucción de la mirada de Alexander von Humboldt aparecieron en la UNAM y en la revista de estudios internacionales especializada en la obra de Humboldt. También una intrépida y fecunda interpretación sobre la teoría de la historia conceptual de Reinhart Koselleck, acaso uno de los ejes del pensamiento del propio Alejandro.

Al retornar a México, se dedicó a impartir clases en el CIDE, la Universidad Iberoamericana y 17, Instituto de Estudios Críticos. En este último se resguardaron las versiones manuscritas de sus clases. Varios centenares de páginas en las que se despliegan de manera extraordinaria reflexiones sobre los principales representantes de la teoría crítica en la segunda mitad del siglo XX.

También se han preservado varios centenares de páginas de su correspondencia, cuyo valor para adentrarse en el mundo intelectual de las primeras décadas del siglo XXI es incalculable.

En su conjunto, los escritos de Alejandro representan una de las recepciones más lúcidas en México sobre los debates que ocuparon al quehacer teórico de los historiadores en los últimos treinta años, así como un documento excepcional para asomarse a la historia intelectual que rodeó a estos debates.

Es muy urgente publicar el conjunto de su obra. En sus páginas se encuentran los elementos fundamentales de un pensamiento original y prolífico, así como el testimonio de una vida empeñada en hacerse las preguntas que el mundo intelectual arroja sobre sus artífices y protagonistas.

 

Ilán Semo