La pandemia sigue arrasando con los nuestros, no hay abrazos, ni cura, no hay liturgia, ni cuerpo presente. Era mayo, todas y todos teníamos miedo.
Noé, «Nono», no te fuiste solo, se fue contigo una parte de nosotros; ese día se fueron contigo, por lo menos 92 personas más a causa del Covid-19, había más gente que entendía nuestro dolor, no eran un número más.
Estando en soledad, con mil preguntas sin respuestas, con muchos pensamientos, tratando de reemplazar el ritual negado, tratando de que se sintiera real para poder dejarte ir y al mismo tiempo conservarte en la memoria, afronté las cosas de la forma que sé.
Los pensamientos los registré para desahogarme mientras los días pasaban y la serie de fotos las tomé durante el novenario improvisado que hicimos mis hermanas y yo con videos de YouTube porque no sabíamos cómo se hacía, porque nadie pudo despedirlo, ni el amor de su vida, ni sus hijos porque los pusieron en cuarentena obligatoria, por lo que nos pidieron que nosotros rezáramos, aunque no supiéramos cómo. Una foto durante nueve días a cada una de las 5 veladoras que formaban la cruz, las tomé desde arriba, desde el borde circular, forma que parece infinita y confusa como toda la situación, sintiendo el calor de las veladoras a falta de los abrazos arrebatados.
Detrás de todas las estadísticas con las que nos bombardean los medios, hay personas e historias de vida, hay familias que pierden a los suyos. Aún no estamos a salvo.