El más reciente trabajo de Franco Aceves Humana es Impresentables nacionales a todo color. 1era. temporada. La colección se integra por retratos al óleo de veinte personajes pertenecientes a la escena pública del México contemporáneo que son, de alguna manera, célebres, en las acepciones que tiene la palabra de conocido y recordado en un determinado ámbito y Que llama la atención por ser muy singular y extravagante. Que tienen fama, pues, y como si aquellos que elaboran el diccionario de la Real Academia Española conocieran ya la obra de Aceves Humana, enuncian como ejemplos del uso de las palabras fama y famoso: Comedia famosa, Ladrón famoso, Reunión de famosos, No hay que confundir la fama con el éxito, Un escándalo manchó la fama de la institución, ¿Os acordáis de las famosas cartas que nunca aparecieron? Esta colección de impresentables nacionales es justamente un recordatorio, a todo color y efectuado con maestría, de los acontecimientos que han configurado la historia de nuestro país en las últimas décadas, a través de los retratos que el artista hace de sus célebres autores.
El retrato es un género que ha sido bien explorado por Franco Aceves Humana, al punto de haberlo transformado en un tema en sí mismo. Entre la obra de su nutrida trayectoria, encontramos acuarelas, monotipos y retratos al temple de pintores, escritores, jóvenes, niños, adultos e incluso de animales. Familia y amigos. En algunos de ellos solo aparece la persona mirando de frente, el gesto relajado y a veces enmarcado por la capucha de una sudadera. En otros lo que se registra, mediante veladuras, es el movimiento y el ritual como sucede en las piezas Ídolo y yo (2015) y Domingo y Julia se pasan al Guerrero Sedente (2014).
Acudimos a una experiencia similar en el políptico Parejas (2010-2013), inspirado en la famosa pintura anónima Gabrielle Estrèes y una de sus hermanas (c. 1594), en el que Aceves Humana retrata en pareja a sus amigos cercanos a la manera en la que las protagonistas del famoso cuadro aparecen: dos mujeres en primer plano con el torso desnudo, y una de ellas, Gabrielle, le pellizca con los dedos índice y pulgar el pezón a la otra. Una de las piezas del políptico se titula Saúl y Claudia, ellos se muestran en la postura descrita pero el artista retrata aquí también el movimiento y la voluntad: ellos se abrazan. Y esto es profundamente humano y poderoso.
En las acuarelas las personas son retratadas con partículas suspendidas que en cada pieza son únicas. Este juego de colores y esta atmósfera son una invitación a imaginar las historias de cada uno de ellos y la relación que tienen con la del propio artista y con la del espectador. Tanto en ellas como en los temples y monotipos, la calidad del trabajo y los materiales elegidos armonizan con las expresiones de los retratados. A la emoción inicial experimentada por el espectador, que podría ser de empatía, le sigue la pregunta ¿quiénes son estas personas? Personas, que no personajes.
La experiencia con los retratados en Impresentables nacionales a todo color es distinta. En estos retratos al óleo hay una tensión, que no termina por resolverse, entre la factura, los materiales, los colores y la técnica cuidadosamente utilizados, y los personajes retratados. No queda mucho por preguntarse respecto a sus historias. En parte porque son por todos conocidas y en parte porque el gesto preciso elegido por Aceves Humana captura el momento histórico, y con ello lo cuenta todo y nos deja a nosotros, como espectadores, con una sensación de aislamiento y de pasmo, en su sentido de rigidez y tensión convulsiva de los músculos.
No hay lugar para la empatía. Los personajes no miran al espectador aunque sus ojos se dirijan a él. Frente a estos retratos el poder se experimenta de otra manera. Dista mucho del poder del abrazo retratado en el que el espectador se reconoce. Es un poder sordo, al acecho. Políticos, líderes sindicales, ex primeras damas, altos clérigos, secuestradores, capos. ¿Quién querría reconocerse en ellos?
Pero pasa algo más con el color. Quizás es el color lo único capaz de romper el aislamiento y el pasmo en el que se ha quedado varado el espectador: un improbable saco rosa fosforescente, brillos verde eléctrico en los rostros de algunos retratados, una babita azul cielo, apenas perceptible, que se escapa de las comisuras de alguno en medio del discurso. Ahí está el pincel y los colores elegidos por Franco Aceves Humana, y en ello hay un ejercicio de libertad y una declaración de antipatía que explota colorida en el rostro de los retratados.
Ana Celeste Cabrera Arango