Creación


Experiencia de la inscripción

Que les ayude más

La capilla estaba en el centro y daba hacia el río Machángara. Se hizo la inauguración con muchas autoridades del país: civiles, eclesiásticas, militares, damas voluntarias de Quito, todo fue una bomba; la inauguración se hizo, pero sin pacientes. Los pacientes fueron traídos después en camiones. Las Hermanas de la Caridad vinieron a la enfermería. Utilizaban una protección, como si fuera un disfraz. Ni los ojos podían verse porque usaban unas gafas especiales, ropa especial, zapatos especiales, y caminaban sobre cal, para no contaminarse. Las Hermanas llegaban sólo hasta la puerta de entrada. Entonces se tocaba la campana para que se acercaran los enfermeros. Los enfermeros eran los mismos pacientes. Se encargaban de recibir el tratamiento y dárselo a sus compañeros. Los materiales de las curaciones, y el médico también, llegaban sólo hasta la puerta de entrada.

Que estas cosas se hagan públicas

Antes de venir aquí, yo trabajaba. Seguía un curso de auxiliar de enfermería comunitaria. Mi vida era distinta porque trabajaba en una guardería, aquí en Quito. Casi cuatro años trabajé allí. A Quito llegué a los veinticinco años. Vine porque me separé de mi primer compromiso. El señor me maltrataba mucho. Yo para él llegué a ser como otra hija, no como una esposa. Me hizo miles de cosas, y por ello decidí separarme. No contaba con el apoyo de mi familia y por ello tuve que venir a Quito, no tenía dónde llegar. Vine y busqué trabajo. Estuve casada diez años. Luego de cuatro años, me detectaron la enfermedad.

Y el futuro así es incierto

Vivo aquí desde hace unos 16 años. Llegué a los 29. Yo trabajaba normalmente y, como toda persona, luchaba, pero lamentablemente las enfermedades impiden que uno se desarrolle como quiere. Fue difícil, será porque no se tenía información clara de la enfermedad y, además de eso, no se conocía sobre este hospital. Yo no conocía acerca de este hospital, pues nunca recibí información. Ya en el transcurso de la enfermedad misma me dieron la información, aunque fue un poco tarde.

Ha dependido de los directores

Cuando llegué había setenta y siete personas. Había tantos pacientes, que daba hasta miedo. Yo nunca, nunca, nunca en mi vida había visto un hospital así. Nunca había visto gente así, y pues casi moría de la tristeza al ver a compañeros sin dedos, sin piernas, sin nariz. Era duro para mí. Yo no había visto eso. Por primera vez en mi vida vi a personas que apenas tenían los hoyos de la nariz. Aunque había cosas que a uno le causaban risa. Por ejemplo, aquí vi por primera vez un televisor a color. Yo sólo había visto los televisores en blanco y negro. Había un compañero que lo tenía. Un día entré en silencio a su casa para ver el fútbol y el dueño me sorprendió y me sacó a escobazos. Esas anécdotas también se vivían aquí. Había cosas simpáticas.

Ya nos quieren correr

Cuando llegué había alrededor de 66 personas, entre hombres y mujeres. El hospital era igual que ahora. Lo único que ha cambiado es la pintura y se han renovado los techos, sobre todo donde dan consulta. Tengo entendido que un empresario construyó el hospital aunque otros dicen que el fundador es el Doctor González. Creo que le llamaron leprocomio porque había bastantes enfermitos de la lepra. Aunque no sé quién lo construyó, tengo entendido que primero le llamaron Verdecruz y luego Hospital Gonzalo González. En aquél entonces el hospital brindaba servicios de curaciones, medicina, los alimentos que siempre nos dan. Cuando llegué, el director era el Dr. Naranjo. Viviendo aquí, había ocasiones que nos trataban bien, pero a veces sí se despreocupaban de la medicina.