Recordamos a Ricardo Valderrama, asesinado a tiros el martes 2 de junio del 2009 en la entrada de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Nos cruzamos con él gracias a unos conocidos. Queríamos comprender mejor los tráficos, esos flujos informales, para– o ilegales, que tanto se han ampliado en los últimos lustros en México y en todas partes. El Valde había salido del reclusorio y quería reinventarse. Necesitaba hablar. Necesitaba ingresos. Conversamos con él durante tres meses. Luego lo invitamos a participar en el encuentro “Tráficos: cultura y subjetividad” (enero, 2008). Su presencia fue muy apreciada. Destilaba simpatía y tenía mucho para compartir. Sus posibilidades laborales resultaron casi inexistentes: le negaron la constancia de cumplimento de su periodo en el reclusorio. Entonces durante algún tiempo vendió tarjetas para celulares en la vía pública. De pronto no pudo más. Volvió entonces a ofrecer mariguana. Aparentemente, otro vendedor lo ultimó para quedarse con su plaza. Nos quedamos helados. Con el ánimo de difundir su historia, hicimos conocer su testimonio a la revista Proceso. La publicación resultante (21 de junio, 2009) llevaba por título «Confesiones de un vendedor de mota». Pero esa versión nos pareció un refrendo de los lugares comunes del “narcomenudismo”. Quisimos entonces circular nuestra propia versión, que da a ver bajo otra luz el trasiego y su supuesto combate. Aquí va, de nuevo. Insistimos.