Cristian Aravena aborda uno de los momentos artísticos más interesantes en cuanto al posicionamiento estético y político en América Latina —la década de los sesenta—, desde las pulsiones sociales y artísticas que lo constituyeron, para visualizar así los entramados sensibles que se tejieron por el continente. Aravena se interesa en el emplazamiento de los mecanismos historiográficos clásicos, ya que —como lo señala— el arte, la pintura, la escultura, la literatura y el teatro fueron medios predilectos para dar cuenta de otros procesos de historización, acorde a los proyectos sociales revolucionarios emprendidos. En particular, el texto se centra en Isidora Aguirre, escritora, dramaturga y teatrista chilena que condensa gran parte de estas pulsiones o latencias epocales, y el legado que significan su archivo y sus obras.