Debemos tener siempre en mente que formas de vida determinadas se fundamentan en afectos específicos. Es decir, ellas necesitan de tales afectos para continuar repitiéndose, para imponer sus modos de ordenación definiendo, con ello, el campo de los posibles. Hay una adhesión social construida a través de las afecciones. En ese sentido, cuando las sociedades se transforman, se abren a la producción de formas singulares de vida y los afectos empiezan a circular de otra manera, a agenciarse y a producir otros objetos y efectos. Una sociedad que colapsa implica también la desaparición de sentimientos y el nacimiento de afectos inauditos; por eso, al colapsar, lleva consigo a los sujetos que ella misma creó para reproducir sentimientos y sufrimientos. Con base en ello, podemos pensar en perspectivas críticas que busquen analizar los circuitos de afectos producidos por formas de vida específicas. Esto tal vez nos ayudará a comprender por qué ciertas formas de vida demuestran su resiliencia incluso en situaciones en las que parecen no responder más a los criterios normativos en los que ellas mismas aparentemente se fundamentaban. El circuito de los afectos nos permitirá comprender tanto la naturaleza de los comportamientos sociales, como la incidencia en las regresiones políticas. También desvela cómo las normatividades sociales se fundamentan en fantasías capaces de reactualizar continuamente los mismos afectos en situaciones materialmente diversas. Celebramos nuestra coedición, con la editorial de la Universidad San Buenaventura de Cali, del libro de Vladimir Safatle, El circuito de los afectos. Cuerpos políticos, desamparo y fin del individuo, en la traducción de Juan David Millán Mendoza. En seguida, un adelanto.