«Se necesitaron siglos antes de que los ciegos tuvieran derecho a la escritura, luego fue necesario que pasaran dos siglos más entre este momento y el reconocimiento del derecho a la imagen. Me pareció necesario reconocer que estaba ante un gesto que debía considerarse pionero de un cambio considerable: una institución reconocida se atrevía a rebasar las ideas preestablecidas e introducía en la reflexión crítica a todos aquellos que permanecieron durante siglos fuera de los registros universitarios. Para comprender los alcances de este acto hay que pensar en la larga historia que transcurre entre el primer sabio griego que reflexiona en torno al ciego hasta nuestros días. En este mundo dirigido, dominado por la imagen, no es confortable, ni justo, quedar condenado al analfabetismo de la imagen”.