Querido Philippe:
Respondo a tu invitación con una carta dirigida a ti y, por consiguiente, a más de uno, como diría Derrida. Extraño todo, es decir, el mundo. México parece pertenecer a otra vida, pese a que estuve ahí hace apenas un año.
El tiempo parece contraerse, encogerse y extenderse paradójicamente hasta el infinito. Es muy difícil imaginar el después de la pandemia, del confinamiento; sin embargo, es necesario. Incluso, hacerlo es un imperativo categórico.
Estoy confinada, desde luego, mucho más confinada que enferma de aquello mismo que nos encierra. La imagen anteriormente lejana e inverosímil de una distopía de ciencia ficción se convierte en mi día a día y, me atrevo a decir, en el nuestro.
Estoy enferma, ligera e interminablemente enferma de ese Covid-19 y, el después de la enfermedad, así como el después de la pandemia siguen siendo un llamado al cual hay que responder.
Nuestra distopía es tragicómica. Un presidente de la primera potencia del mundo aconseja beber cloro, y las compañías que producen este detergente de inmediato se apresuran a declarar que el producto es peligroso por miedo a las aseguradoras. Todos los Estados le mienten a su población, con excepción de un pequeño puñado. Mienten acerca del número de enfermos, primero mienten sobre la utilidad de los cubrebocas y, después, sobre su disponibilidad. Mientras que las autoridades sanitarias francesas le desaconsejan a la población que usen cubrebocas y que éstos incluso les hacen falta a los profesionales de la salud, Macron, él, al inicio de la pandemia, se pasea con un cubrebocas profesional puesto. Durante su visita a un establecimiento sanitario, lo critica una enfermera, a quienes sus colegas le aplauden, y los medios franceses difunden las imágenes sin las palabras críticas de la enfermera para mostrar que el personal le aplaudía a Macron. Robo de aplausos, robo de cubrebocas, robo de ciertos medicamentos que rápidamente desaparecieron de los inventarios del Estado: la hidroxicloroquina, por ejemplo. Este último, en Francia, es el objeto de una controversia hilarante.
Con ojos incrédulos presenciamos el derrumbe puro y simple de las estructuras estatales: el parlamento, la educación nacional, los transportes y, en algunos lugares, el sistema de abastecimiento de comida.
Estaba en Londres cuando comenzó el confinamiento en Francia. De un día para otro, y si bien el Reino Unido todavía no había declarado el confinamiento, ya no había nada en las tiendas. Fui a un inmenso hipermercado y literalmente no encontré nada en los anaqueles, subrayo literalmente, salvo por un ramo de perejil y unas cuantas mandarinas que los británicos, supongo, no consideran que sea algo comestible; no se rían, ¡si no no hubiera encontrado un kilo de esa fruta que los vendedores bautizaron “easy peel”!
Ese mismo día, el primer ministro británico apareció en la tele para enviar a la nación un mensaje macabro, para predicar la inmunidad de rebaño (“herd immunity”) y que hay que decir adiós a los “loved ones”, justo poco antes de que él mismo se enfermara y entrara a cuidados intensivos.
El sistema de salud se derrumba en toda Europa. En España, en Italia, en Francia. Se perfilan dos consecuencias claras: la selección y la criba; en suma, el sacrificio de los viejos, así como el abandono de casi la totalidad de los enfermos (crónicos, leves infectados). La criba de los enfermos comenzó en Italia. Los médicos italianos publicaron una carta en la que dejan constancia de sus agravios y sus dilemas morales ante ese derecho divino que se les otorgó.
Después, y con la expansión de la epidemia, esto se practicaba sin ningún escrúpulo. El escándalo estalla en estos momentos en Francia a través de Le Canard enchainé,[1] que relata que se dio la orden de no admitir a los viejos en el hospital.
Sabemos que una forma de eutanasia extraoficial se practica con inyecciones de Rivotril. Asimismo, los enfermos en los Establecimientos de alojamiento para las personas mayores dependientes (Ehpad, por sus siglas en francés) se morían en silencio y en la indiferencia, sin ningún cuidado.
La cantidad de muertos el 2 de mayo en esos establecimientos representa la mitad del balance total de la epidemia en Francia (12,769 decesos sobre los 25,531). Creo que no hay que decir muertos, pero en su mayoría fueron sacrificados a sangre fría.
Esa criba de a quién hay que salvar y a quién hay que dejar morir se practicaba, en Francia, con tanta sangre fría a nombre de la ética. Una comisión nacional de ética tomaba este tipo de decisión.
Por otra parte, miles de enfermos, como yo, están confinados en sus casas, abandonados a sí mismos, sin ningún tratamiento. Personalmente, ni siquiera me dieron Dolipran. No hay médicos, no hay tratamiento, nada. Hay que llenar un cuestionario, dos veces al día, para informar que no nos estamos asfixiando.
Yo misma tuve que prescribirme antibióticos porque podía sentir que estaba muy infectada. Me decían: “Si no se siente bien, si se asfixia, llame al número de urgencias, el 15”. ¡Había que esperar hasta que ya no funcionaran los pulmones para acceder al tratamiento!
Así, al cabo de una semana tras mi regreso de Londres, veo que Estados muy sólidos se derrumban. Se podría decir que solamente la policía funcionaba a su máxima capacidad. En efecto, doce personas fueron asesinadas por la policía francesa durante el confinamiento.
Se cayó la hoja de parra y los reyes están desnudos, siempre lo han estado. Solo son unos bufones y unos incompetentes, ladronzuelos, locos y, me atrevería a decir que, criminales.
En Egipto, el General Al Sisi hace invocaciones públicas a Dios que se difunden antes de los llamados a la oración.
Cuando mi vecina peruana, para paliar, nos ofreció un postre que ella misma hizo, me lo comí con gusto, aun cuando no tenía ganas. El miedo al otro, la prohibición de tocar, de hablarse, de acercarse se volvieron la ley. El simple gesto de regalar un postre nos regresaba al tiempo, tan lejano y tan cercano, cuando el mundo todavía era habitable.
¿Este es el mundo que queremos habitar y dejar que nuestros niños habiten?
Creo que llegamos al final de un camino. Ya sea que esta distopía o una larga preparación hizo posible que esto se vuelva la norma, y, sin embargo, perdemos la inocencia y solo conocemos la pesadilla sin sobresaltos y sin despertador, sin alba y sin noche, o…
Soy de las o de los que piensan que esto no ha terminado, y que el escándalo, que va a retumbar hasta el segundo big bang de la incompetencia criminal de esos bufones que nos gobiernan, nos será favorable.
Desde hace decenas de años nos prepararon para que los sistemas de cuidados, educación, servicios públicos se consideren como una carga que les corresponde aligerar. Pues bien, ¡se equivocaron! ¡Y lo saben! Sus políticas desde inicio de los ochenta son desastrosas en materia de servicios públicos, provocan una recesión de una amplitud, desde 1945 nunca antes vista, en Francia, al menos.
Se cayó la hoja de parra del pudor de la Comunidad Europea. No sabemos, sin embargo, cómo podría sobrevivir a la absoluta falta de solidaridad entre sus Estados miembros; a los robos, entre ellos, de los cubrebocas; al completo abandono de Italia, de España; etcétera.
Se cayó también la hoja de Big Pharma. Siempre supimos que eran rapaces y chacales, con eso añadimos a las hienas a la lista de los animales afiliados a su funcionamiento mortífero. Grandes compañías farmacéuticas, como Gilead, que de ninguna manera dudan en vender su medicamento ineficaz y mortífero. En Francia, en este momento, está en marcha un escándalo a este respecto. Solo advierto que un gran número de los miembros del consejo científico francés, que supuestamente son neutrales, trabaja y tiene vínculos financieros con esta compañía.
Mientras que Estados Unidos está incendiándose y que ayer tuvo lugar la primera manifestación antirracista en Francia, podemos confiar, e incluso tenemos el deber de confiar en que al menos no perderíamos nuestra dignidad sin resistencia.
Y que un día memorable el Financial Times declara el final, o incita a poner fin a la era neoliberal.[2] Nada está en juego, son incluso más feroces cuando sienten que su fin se acerca, y nuestra resistencia de vida contra las fuerzas radicales mortíferas será determinante para afrontar el calentamiento global y hacer absolutamente prioritaria la preservación de las especies. Se inaugura una época tan importante como el Renacimiento. A todas las generaciones, en general, nos atañe el llevarla a la otra orilla donde los seres humanos podrán finalmente vivir en paz entre ellos y con la naturaleza. ¿Es una Utopía?
Te envío un fuerte abrazo.
Safaa
París, Francia
Traducción del francés de Adriana Romero-Nieto
[1] Periódico satírico francés que se publica cada miércoles. Su sitio web: https://www.lecanardenchaine.fr/ [N. de la t.]
[2] https://thecorrespondent.com/466/the-neoliberal-era-is-ending-what-comes-next/61655148676-a00ee89ahttps://thecorrespondent.com/466/the-neoliberal-era-is-ending-what-comes-next/61655148676-a00ee89a “Radical reforms – reversing the prevailing policy direction of the last four decades – will need to be put on the table. Governments will have to accept a more active role in the economy. They must see public services as investments rather than liabilities, and look for ways to make labour markets less insecure. Redistribution will again be on the agenda; the privileges of the elderly and wealthy in question. Policies until recently considered eccentric, such as basic income and wealth taxes, will have to be in the mix”.
En español: “Reformas radicales —que revierten la dirección política predominante de las últimas cuatro décadas— necesitarán ponerse sobre la mesa. Los gobiernos tendrán que aceptar un papel más activo en la economía. Deben ver los servicios públicos como inversiones más que como obligaciones, y buscar formas de que los mercados laborales sean menos inseguros. La redistribución estará nuevamente en la agenda; los privilegios de los ancianos y ricos se cuestionarán. Las políticas que hasta ahora se han considerado excéntricas, tales como el ingreso básico y los impuestos a los ricos, tendrán que estar en la lucha”. (Trad. de la T.).
La Bitácora del encierro es un proyecto de la UAM Cuajimalpa