¿Cómo es vivir siendo una persona de la diversidad psicosocial? ¡Vaya interrogante!
No es tan sencillo, en el espacio que me convoca, de responder. Comenzaría diciendo que no es peor ni mejor el ser una persona “loca”,[1] pero tal vez sí mucho más rico y diverso, y lo aclaro porque se suele asociar la “locura” con la idea de enfermedad, debilidad, y peligrosidad (o se es un “pobrecito o enfermito” que requiere cuidados de por vida, o se es un criminal, y tal vez, muchas veces, ambos), no obstante, por el otro lado, tenemos discursos que reivindican la experiencia como “superior” al promedio, romantizándola, así, no falta la imagen del “genio loco”, que se suele asociar tanto a la creatividad, en el arte, como a la inteligencia, en el mundo académico, en especial en el campo de las ciencias y matemáticas, no obstante, dicho discurso, finalmente, no trasciende al individualismo, ni cuestiona el sistema donde la persona se sitúa, por lo cual, frente a ello, desde el Movimiento de Orgullo Loco (Mad Pride) se propone la reivindicación de la “locura” como parte de la experiencia y diversidad humana, asimismo, como un derecho y una forma válida de resistencia ante un sistema y mundo tan violento e injusto.
Personalmente, me gusta decir que nací “loca”, no porque crea ya el discurso del modelo biomédico, que nos dice que lo heredamos y que es biológico, sino porque desde que tengo memoria mis sentipensares y conductas fueron señaladas como “anormales”. Así, transité mi vida, pues, desde mi niñez se me dijo que “sentía demasiado”, siendo una forma de violencia emocional que invalidaba mis sentires, y me hacía sentir, en efecto, “loca” o una especie de “fenómeno”, lo cual no niega mis experiencias espirituales desde muy pequeña. Sin embargo, no fue hasta mi penúltimo año de universidad que, finalmente, no pude más, tras haber soportado cinco años de sufrimiento, así, terminé yendo a un hospital psiquiátrico, allí tomaría consciencia de mi malestar subjetivo, aunque no bajo el paradigma que manejo hoy, pues, en dicho lugar se me patologizó, y medicalizó por ser “diferente”, por no ser “funcional”, se me dijo que sería de por vida, felizmente, hoy en día ya no me encuentro ni me defino por el psistema ni sus etiquetas, lo cual no ha sido fácil, y hoy puedo decir que estoy orgullosamente “loca”, no obstante, si bien el proceso mismo de desmedicalización acabó hace ya tres años, despsiquiatrizar la vida es un proceso constante, y es continua la lucha y resistencia para no recaer en un psistema tan violento y patriarcal.
Antes de proseguir, quisiera aclarar que no me considero una persona con discapacidad psicosocial, aunque entiendo que según la Convención lo soy, así, prefiero denominarme “loca” y una persona de la diversidad psicosocial.
¿Aprendizajes?
Aunque, poco más de un lustro después, pueda arrepentirme, todavía, de haber pedido ayuda, pues la “ayuda” psiquiátrica, solamente, me violentó, puedo decir que aprendí cosas. La psiquiatría no me enseñó nada, yo aprendí de otras personas y de mí misma tras sobrevivirla, cuando creía que ya no había vuelta atrás, pues se me dijo que “la enfermedad estaba avanzando”, mientras los “efectos secundarios” de las drogas psiquiátricas estaban acabando poco a poco conmigo.
Así, aprendí a cuestionarme, y a cuestionar tanto al entorno que me rodea como al mundo que habito. Al sistema capitalista y al mundo desde sus cimientos. Me he venido reconciliando con el amor y la rabia, pues esta es defensa de la vida. Con todas mis emociones en una sociedad que nos enseña a no sentir, a menos que sea un sentir productivo pues hemos pasado de ser seres con almas a máquinas de producción. No son síntomas de una enfermedad, son respuestas a una sociedad disfuncional.
He venido aprendiendo a descansar y me pregunto: ¿Por qué debemos producir todo el tiempo? ¿Por qué siquiera debemos producir? Está bien no tener planes ni ambición y ¿Por qué deberíamos tenerla? Aprendí a abrazar lo impredecible pues la vida es dinámica y la “estabilidad” es un mito. Vengo aprendiendo a equivocarme. Del mismo modo, esta vida me ha enseñado que no tengo por qué encajar en estándares normalizadores, cuerdistas y capacitistas, y me enseña que está bien ser solo yo.
Me ha enseñado a resistir en “tribu” porque entre personas “locas” unidas resistimos mejor. Que las personas, altamente, traumatizadas, también, merecemos vivir, y deberíamos tener el sostén, apoyo y amor para poder vivir en comunidad, en lugar de ser exiliadas fuera de las sociedades que nos dañaron.
¿Obstáculos?
No me gustaría decir que mi vida es más difícil intrínsecamente por mi diversidad, no la pienso culpar nunca más, lo difícil es resistir un mundo que no fue hecho para nosotres, lo difícil es vivir enfrentando constantemente barreras. Es la discriminación estructural con sus instituciones y leyes, es la discriminación laboral, es la discriminación educativa, es la discriminación a nivel socio – afectivo. Es la violencia y sus crímenes de odio contra quienes son diferentes. Son ellas las que finalmente duelen y lastiman, es el sistema el que finalmente nos mata, no nosotros mismos. Es este mundo el que debería cambiar, en lugar de nosotres.
Pasé mucho tiempo deseando ser “normal”, pasé mucho tiempo llorando porque creí que algo me faltaba en el cerebro y que estaba “enferma”, pasé ya mucho tiempo sufriendo, hasta que supe que no era “deficiencia” sino “diversidad”. Perdí casi toda la década de los veintes (20’s) por la psiquiatría, por este sistema de salud mental violento. Por ello, quiero exigir una revolución, un cambio en el sistema de producción, pues las condiciones laborales deberían mejorar y ser incluyentes, el sistema educativo debería dejar de tener estándares productivistas, y todas, todes, y todos deberíamos tener acceso a recursos básicos y a nuestros derechos de manera efectiva.
Al psistema, y a la sociedad en general, le quiero decir que no somos seres peligrosos, y que sí podemos maternar y/o paternar, que sí podemos votar, que deberíamos ser incluides en la comunidad y ya nunca más vivir segregados en psiquiátricos e instituciones de índole similar. Que sí podemos cuidarnos y cuidar a otras personas, que entre loques nos cuidamos mejor. Que la locura con tortura no se cura, como alguien que conocí solía decir. Que, tal vez, no hay nada que curar, y mucho que aceptar.
¿Ventajas?
Muchas diría. Mi diversidad me permite sentir tan ampliamente, empatizar con el dolor ajeno de una forma única, de una forma que finalmente me hace luchar y realizar incidencia en contra de este sistema. Me ha dado una consciencia social y colectiva. Hoy realizo activismo en derechos humanos gracias a ella.
¿Creatividad e imaginación?
Mi diversidad me deja imaginar y repensar mejores mundos, y sociedades, y, así, me las ingenio para poder seguir resistiendo al mundo cada día, pero ya no sola, no más, sino acompañada, porque como alguien que conocía y admiraba dijo: “lo que no se puede solo, se puede acompañado”.
*Awqa Nuna significa “alma guerrera” en quechua, y busca ser el seudónimo de una persona afroandina del Perú cuyo testimonio se comparte aquí.
[1] Se utiliza el término “loca” como reivindicación política de un término que busca invalidarnos como seres humanos, y negarnos derechos. Dicho término se refiere a las personas cuyos sentipensares y comportamientos son considerados “anormales”, y, por lo tanto, muchas veces, son patologizadas y medicalizadas. Asimismo, es para quienes deseen enunciarse desde la locura. Para mayor información sugerimos buscar sobre Orgullo Loco o Mad Pride en inglés.