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Experienciación personal de tres mujeres adultas

EXPANSIÓN DEL HORIZONTE

Un día aquí, en la Ciudad de México, me di cuenta que la pandemia Covid-19 es un evento inesperado en el mundo. Durante las primeras semanas escuché en la radio hablar intensamente de cifras, número de contagiados por país, recesión de la economía, pérdida de trabajo y otros impactos no menos importantes en aquello necesario para garantizar el bienestar de la gente. Me sentí auténticamente bombardeada, sin saber para dónde mirar.

Sin embargo, poco se dice cómo lo vivimos los ciudadanos y ciudadanas comunes y corrientes, profesionistas de clase media que vivimos de nuestro salario. Me pregunto sobre los sentimientos, emociones y desconciertos que las personas concretas experiencian durante la denominada “cuarentena”. Para mí y dos mujeres adultas más, es importante comprender la experienciación de la pandemia que cada una está viviendo porque seguramente el Covid-19 trastocará la intimidad de los hogares de los y las mexicanas. Fue por esta razón que nos juntamos vía WhatsApp del 21 al 23 de marzo, durante dos horas diarias, para conversar sobre los miedos, angustias, incertidumbres y esperanzas que nos provoca el autoconfinamiento. Les pregunté: ¿cómo experiencian este autoconfinamiento obligado?

La experienciación es un término definido por Gendlin, que se origina en el Enfoque Centrado en la Persona, una teoría de Carl Rogers publicada por primera vez en 1956. Gendin colabró con Rogers hasta que este murió y posteriormente desarrolló otra teoría denominada Focussing , derivada del Enfoque… donde introdujo el concepto de experienciación:

“Tiene dos características: 1) es sentida más que pensada, conocida o verbalizada. 2) Ocurre en el presente inmediato. La experienciación es lo que una persona siente aquí y ahora, en este momento. Es un flujo cambiante de sensaciones que en cualquier momento hace posible a cada individuo sentir algo en cualquier momento dado”.[1]

 

LA PANDEMIA ME CUBRIÓ

La pandemia es un evento que me pone y nos pone en una situación sin precedente porque es la primera vez en siglos que el mundo está en esta condición de confinamiento obligatorio. En virtud de este acontecimiento inusual, me di a la tarea de explorar cómo experienciaron este evento tres mujeres adultas mexicanas, entre las que me incluyo. Estas semanas han sido inéditas para mí, no me veo confinada sin poder salir, sin ir al cine, a la universidad, a comer fuera de casa, a hacer ejercicio, a estar al aire libre, a reunirme físicamente con mis amigas y mis alumnos/as. Pero siento minada mi libertad y eso cambia mis sueños y esperanzas imaginadas hasta ahora; seguramente que tendrán que ajustarse, tengo la certeza de que tendré que deshacer obstáculos para continuar comunicándome con los demás. Mis sueños y esperanzas son inmensas: ser feliz, reconstruir sueños, seguir profesionalizarme en lo que más me gusta como la docencia y en la relación con mis alumnas/os. Quiero tener la certeza de que no todo será caos e inseguridad.

Me acerqué a la respuesta de la pregunta indagando con dos mujeres adultas de entre 36 y 42 años, y la de la voz, de 65 años; mexicanas profesionistas, activas laboralmente. Dos estamos autoaisladas haciendo home office y la tercera sale a trabajar ya que es profesional de la salud. Las tres nos situamos en tres lugares geográficos distintos, vivimos en zonas urbanas de clase media. Estamos inmersas en culturas sociales y laborales muy diferentes. Vivimos y experienciamos el autoaislamiento de manera particular, dependiendo de los estímulos y la información a la que estamos expuestas según nuestro grupo etario y nuestra ideología y, por lo tanto, cada una tiene una narrativa que enfatiza aspectos diferentes de su experienciación.

La primera vive en la Ciudad de Cancún, Quintana Roo; es médica ginecóloga y asiste a trabajar en el turno de la noche cada tercer día. Casada con un médico especialista y con dos hijos menores, de 1 y 3 años.

La segunda vive en la ciudad de Columbus, en el estado de Ohio, en Estados Unidos; es ingeniera industrial con un posgrado de México, casada con un norteamericano universitario con posgrado que trabaja en el hospital de lucha contra el cáncer de la Universidad Estatal de Ohio, sede Columbus, y que ocupa un puesto de gerencia administrativa. Tiene dos hijos: uno de 5 y otro de 12 (hijo de su esposo) quien pasa la mitad de la semana con ellos. Vive en Ohio desde hace ocho años.

Yo, la de la voz, vivo en la Alcaldía Benito Juárez de la Ciudad de México. Me dedico a la  docencia. Estoy autoaislada, casada sin hijos. Por lo cual comparto la preocupación por contar con los insumos para la subsistencia diaria con mi esposo. Continúo con mi rutina desde casa, asesorando a alumnos/as e impartiendo clase y preparando materiales para un futuro conversatorio. Afortunadamente cuento con la bibliografía y los documentos necesarios para trabajar en casa sin problema. También me ocupo de las labores de casa junto con mi esposo, ya que la trabajadora que nos apoya también está autoconfinada. Durante estas semanas de autoconfinamiento estoy resignificando la parte agradable y segura del espacio que habito junto a mi esposo. Estoy creando una nueva relación con los espacios.

A través de un conversatorio que privilegió la narrativa fenomenológica, pude “indagar” sobre la experienciación de cada una de nosotras en esta etapa de cuarentena. A continuación, resumo la narrativa principal (a mi juicio) de cada una.

Experienciación de la médica: “Hoy estoy muy nostálgica. Veo en mis grupos de médicos las fotos que publican desde la trinchera. Al principio me dio un poco de risa el equipamiento con el que estaban. Qué exagerados, pensaba yo. Claro, lo dice alguien que nunca se ha puesto un cubrebocas N95. Sí me cuido, a mi nivel. De afuera dirán que voy al trabajo “desnuda”. Me aferro al pensamiento positivo pero conforme aparecen las noticias me voy sintiendo más ansiosa y temerosa. Hoy “M” (esposo y médico) amaneció enfermo. No fiebre, no tos seca. Pero está afónico y con mucho escurrimiento nasal. No esperamos COVID porque no ha estado en contacto con ningún positivo. Me aferro nuevamente al pensamiento positivo”. Al término de este relato su esposo se había contagiado. Aun permanece en cuarentena. “Aquí en Cancún muchos se han unido, enseñas tu credencial del hospital y te regalan café, pan, pizzas, en fin, llevan comida para el personal. Aquí los N95 se van a reutilizar como se ha hecho siempre. No se van a esterilizar. Los guardamos como la compra del super, hasta que se mueren los microbios”.

Experienciación de la ingeniera industrial: “La primera semana me salió herpes. El 80% de las personas se van a contagiar. La diferencia es la edad, a mayor edad mayor riesgo. Mi marido es empleado esencial. POR FAVOR USTEDES NO SALGAN. En México ya es tarde. No van a poder aplanar la curva. El problema es que nadie sabe quién tiene el virus y quién no. La gente sigue saliendo y contagiando por 14 días hasta que los síntomas aparecen y así con el resto de los contagiados. Por eso Italia está como está. No hicieron caso, salían de su casa, se fueron de vacaciones. Miles de muertos. Tienen que decidir a quién dan atención médica y a quién dejan morir. Esto es una guerra. Crean lo que está pasando en otros países: ustedes NO SALGAN”.

“Z (hijo mayor) también me preocupa bastante: tuvo neumonía hace unos meses, es asmático y con alergias. Alto riesgo”.

Experienciación de la de la voz: “Me da miedo contagiarme porque soy mayor de 60 años y mi esposo también. No tenemos hijos, así que nosotros nos tenemos que organizar y valernos por nosotros mismos. Al principio me aterré porque mi esposo no se daba cuenta de su edad y salía de manera normal. Atendía a sus pacientes (es psicoanalista); él viaja en transporte público. Experiencié unos días de mucha angustia e impotencia hasta que de pronto se dio cuenta de su edad y de su vulnerabilidad y decidió no salir más”.

En las tres experienciaciones registro aquello que me pareció que está presente de diferente manera: el miedo. Miedo al contagio, miedo a tener que cambiar hábitos, a ser discriminados, a perder el control. El miedo en el cuerpo, el herpes, problemas respiratorios, la desnudez… Sin embargo, nos aferramos al pensamiento positivo.

 

ESTO ME RESUENA

Extraje algunas ideas de un artículo largo de Chomsky: “Estados Unidos quiere parar y retrasar a la locomotora china para no perder su supremacía, los poderes mundiales están desatando una guerra bacteriológica de baja intensidad porque necesitan a los jóvenes…”.

Me quedo con una reflexión de Ilán Semo en La Jornada del 21 de marzo del 2020:

“Hay un virus mucho más peligroso que el Covid-19, el que cercena los cerebros no para evitar el contagio, sino para anunciar una forma nueva de vida ni siquiera imaginada por la literatura: el individuo autoaislado frente a su dispositivo como último fragmento de lo que resta de la ‘sociedad’. Que el peligro de la pandemia existe, está fuera de duda. La pregunta es: ¿cómo han reaccionado las diversas franjas de la sociedad política actual para situarse en la ola de shock que ha provocado?”.

 

QUIERO QUE NOTEN MI DIFERENCIA

Me gusta la idea de estudiar al individuo autoaislado. ¿Qué es?

¿Seremos capaces de nadar hacia la otra orilla? Algo va cambiar en cada uno de nosotros, no sabemos a ciencia cierta que será. Lo que es seguro es que ya no seremos los mismos. Estamos obligados a mirar con otros lentes.

 

 

 

[1] Eugene. T Gendlin. (2014). Experienciación: Una variable en el proceso de cambio terapeútico en: Segrera, A. S., Cornelius-White, J., Behr, M. y Lombardi, S. (Eds.) Consultorías y psicoterapias centradas en la persona y experienciales. Fundamentos, perspectivas y aplicaciones. (pp. 19-36). Buenos Aires, Argentina: Gran Aldea Editores.