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Gaby Brimmer y Elena Poniatowska

En 1979 la activista de la discapacidad, Gaby Brimmer y la escritora Elena Poniatowska publican el libro “Gaby Brimmer” que se convertiría en la primera obra testimonial escrita de forma colaborativa en el campo de la discapacidad en América Latina.  El impacto de la obra fue más allá del campo de la “discapacidad” y de las fronteras de México. El diálogo entre Brimmer y Poniatowska constituye aquello por lo que ha peleado el movimiento de personas con “discapacidad” desde 1960 y quizá mucho antes: la voz de las personas. Es decir, es el reflejo de una lucha por hacer válido el deseo (y el derecho) de hablar en primera persona, por ser escuchados y por escuchar. Al devolver al público un extracto de dicho libro, deseamos recuperar la trascendencia de una vida de estragos, de pelea con el mismo cuerpo, de alegrías, de logros, y sobre todo de la lucha por encontrar una interlocución. Hablamos aquí no solo de Gaby Brimmer, sino de su madre, de su nana y de Elena Poniatowska. El texto que acompaña al dossier, gracias a una entrevista corta que nos permitiera la escritora, nos ayuda a reflexionar sobre el hecho de que el testimonio no es una moneda de una sola cara. Las palabras de Poniatowska se convierten también en un relato propio, que a su vez testimonia la complejidad de la vida, y de la “discapacidad”. 

 

Dossier Gaby Brimmer

 

Gaby Brimmer: un testimonio polifónico

La escritora Elena Poniatowska a propósito  del libro “Gaby Brimmer”, uno de los primeros testimonios sobre la discapacidad escritos en español.

 

Recuerdo que en ese tiempo había ya un libro publicado en inglés, una autobiografía de una persona con discapacidad titulada My left foot (Mi pie izquierdo), se tradujo al español y se hizo una película. Fue un libro muy importante anterior al de Gaby, pero yo no lo supe sino hasta después, cuando empecé a ver cómo se podía publicar algo sobre ella.

Para escribir sobre Gaby me buscaron a mí, no fue lo contrario. Había una señora que tomaba un curso de literatura que yo daba y me dijo que había una niña que según ella repetía algo que me picó mucho: “vienen a verme y no vuelven”. Pero no recuerdo quién no había regresado a verla. Entonces decidí ir a conocerla. Cuando llegué, ella señalaba todo con el pie. Pero le ayudaba su nana. Florencia se llamaba, y me parecía un ser extraordinario, un fenómeno, muy callada, no quería para nada jalar la atención, pero su sola presencia, su sola fortaleza, era una maravilla en sí. Era como ver lo mejor de México por su capacidad de entrega y su inteligencia. Adivinaba todo lo que Gaby quería. Y miraba, te miraba como diciendo a ver qué va a suceder, a ver qué va a hacer esta señora que está haciendo preguntas. Era muy previsora, pero no era amable. A mí la gente que no es amable me llama mucho la atención, porque pienso que tienen carácter.

Cuando fui a verla, la mamá de Gaby me repitió lo que había ya oído: “todos dicen que van a venir, pero nadie vuelve”. Empecé entonces a entrevistarla, creo que fue en 1968. En ocasiones, cuando le preguntaba algo, me decía “ya te respondí, ¿no entendiste?”. Al inicio, el objetivo no era escribir un libro sobre su vida, para nada. Fui solo a hacer una visita, creo que incluso llevé a mi hija chiquita, porque tenía una clase después. Pensé en que haría un artículo sobre ella y nada más. Incluso Carlos Monsivais me dijo “eso no tiene nada que ver con la literatura ni con la creación. No te detengas, no te dejes atrapar”. Pero yo siempre me he dejado atrapar, siempre. Creo que incluso su mamá me volvió a llamar porque le dejé mi número de teléfono. Y es que pienso que había algo ahí, algo, como de un naufragio…

Gaby tenía muchísimo carácter. Incluso con Florencia, o frente a ella. Con ese pie izquierdo ella mandaba en su casa. Todo giraba en torno a ella. Por ejemplo, ella estaba muy impresionada, bueno, no sé si tan impresionada, pero quería participar mucho en lo de Tlatelolco el 2 de octubre, con los jóvenes que estaban en la cárcel. Y hasta creo que fue a verlos a la cárcel. Allí yo también estuve haciendo lo de Tlatelolco por mi voluntad, al igual que hacía lo de Gaby. Aunque era diferente, claro, porque en lo de Tlatelolco había una indignación política muy fuerte. Recuerdo que había una asociación pro parálisis cerebral, APAC, dirigida por Carmelina Ortiz Monasterio, quien tuvo también una hija con parálisis, pero Gaby era un poco alzada con ellas, se sentía superior. Tenía una tendencia a decir “yo sé más”; creo que era una defensa, eso la salvaba, era su escudo y era su manera de combatir. Era una combatiente en la vida. Entiendo que Gaby luego adoptó una niña que fue cuidada por Florencia. Yo sabía de APAC, quería muchísimo a Carmelina, a quien conocí porque me buscó. Ella fue lindísima con mi mamá y quiso mucho a mi hija. Cuando mi hija se casó le hizo la corona de flores y se la puso en la cabeza. Había una relación de amistad con ella. También he conocido a Ekiwah Adler, lo he ido a ver a Cuernavaca en una presentación que hizo.

Toda la estructura del libro, la mamá, Gaby, la nana, la mamá, Gaby, etcétera, todo eso lo hice yo. Es un libro que contiene varias voces. Claro, yo escribía las palabras que Gaby me decía y también mis sensaciones. Luego Gaby empezó a hacer poemas, aunque repetía lo mismo, entonces yo le tachaba y le decía “no, eso ya lo dijiste”. Como lo dije, es un libro que escribí, donde estaban Gaby, la nana y la mamá. Hay luego un libro que ella escribió, de cartas, que me envió. Quien no quería que se recogiera su testimonio fue Florencia. Parte de su fuerza era justamente su silencio.

Recuerdo que mientras hacía el libro yo no fui nada feliz. Me entristecía toda la situación tanto que Monsivais me decía, “sal de ahí”. Ella no era feliz, se quejaba muchísimo. Me sentía un poco chupada por mamá e hija. La mamá era muy exigente porque sentía que algo le debía el mundo. Yo sentí mucho que hubiera muerto el papá porque él tomaba las cosas con otra actitud. Y quien era un faro ahí era Florencia, la nana. Me daba mucha fuerza ella, la misma que le daba a Gaby. Pero yo me sentía bien con Gaby, me sentía muy bien. Al igual que con los chicos que visitaba en APAC. Ayuda el que soy una mujer pequeña de estatura que se cuela donde quiera, que no impone. No creo que asuste a nadie.

A partir del libro Gaby tuvo mucha repercusión, fue a dar conferencias en teatros, en muchos lugares, y no solo en medio de los discapacitados. Estaba encantada con el libro, porque la empezaron a llamar para ir a la tele y vinieron los reflectores. Iba entonces acompañada por la nana o por la mamá. Yo solo la acompañé hasta que se publica el libro. Cuando sale el libro se habló de hacer una película con actores muy reconocidos de varias partes, pero me hicieron a un lado, bueno, quien lo hizo fue Luis Mandoki, quien dirigió la película. Gaby participó muchísimo en ella, yo ya no.

Yo pienso que la importancia de los testimonios tiene que ver con que ahí está la voz de la gente. Yo lo he hecho en varios momentos, como en Tlatelolco con los presos. En esa ocasión se hizo todo ahí, porque no había la posibilidad de escribir nada en la cárcel. Había que retener lo que se veía y escribirlo cuando se llegara a casa. Yo tuve que hacer eso, escribir sobre lo que había vivido apenas llegaba a casa. Gaby en este sentido tuvo muchísimo público que la escuchó. Hasta que murió lo tuvo.

Texto a partir de una entrevista realizada por Beatriz Miranda Galarza
Ciudad de México, 25 de noviembre de 2022