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La escritura de lo inalcanzable

1- Hace veinte años se publicó en España el libro Shiki Nagaoka, una biografía inconclusa sobre un autor, que extrañamente sigue sin aparecer en los catálogos de la historia de la literatura. Este olvido, en apariencia casual, puede deberse a muchas circunstancias, pero me parece que tiene que ver, precisamente, con el epígrafe de ese libro. No lo recuerdo bien en este momento, mi ejemplar lo he perdido, pero se trata de una frase de Ryūnosuke Akutagawa, que expresa algo así como que cuando alguien se cruza con un desvalido se genera un natural sentimiento de misericordia hacia su persona, pero cuando aquel ser logra no sólo anteponerse a su invalidez sino destacarse en relación con los demás, el odio que esa persona genera es inconmensurable. En el caso de Shiki Nagaoka, lo que aparentemente lo hacía distinto era el tamaño descomunal de su nariz. Algo que precedía a su nacimiento. Además de los problemas fisiológicos que le causaba, esa forma de nariz era asociada al símbolo de la extranjería en una sociedad que no estaba preparada para recibir nada externo. Una nación que durante muchos siglos se erigió como un Estado autárquico. Un sistema que logró mantener un equilibrio propio cerrándose al resto del mundo. Las voces que trataron de rechazar esa injerencia, de advertir el peligro que acarreaba la apertura, acabaron teniendo razón al ver, menos de medio siglo después de haberse abierto al universo, al país sumido en la destrucción más absoluta luego de recibir, nada menos, las dos bombas nucleares más poderosas que se hayan arrojado sobre una ciudad, que ocasionaron en pocos minutos uno de los genocidios, tanto real como simbólico, más terribles de la Modernidad.

2- Aunque me parece que la minusvalía de Shiki Nagaoka no estaba en lo físico, en este caso en una nariz de orden descomunal, sino en la repugna social que puede ser la de convertirse en un escritor ininteligible. Capaz, a través de su silencio, de prever situaciones que las personas normales, por decirlo de alguna manera, están imposibilitadas siquiera de imaginar.

3- Shiki Nagaoka no era ciego, como lo establecería el mito fundacional, la Ilíada, la Odisea, de los seres capaces de vislumbrar el futuro, pero pese a eso el cuerpo del escritor comenzó a convertirse en la evidencia de la profecía. La clarividencia de lo no evidente. Como si el mero hecho de su nacimiento, de su existencia, fuera la encarnación de un imaginario colectivo que, de alguna manera, presentía su camino al desastre. El cuerpo como señal de advertencia. Lo deforme, lo enfermo, tanto físico como mental, lo no llamado a continuar con lo esperado, como preámbulo de la tragedia. En los tiempos de peste suele ser el virus, la bacteria, los síntomas, la muerte, lo que antecede al portador de esa misma peste. Se presentan antes los agentes de la enfermedad que la enfermedad corporeizada en sí misma. Creo importante resaltar a las diezmadas poblaciones indígenas por enfermedades que antecedieron en América la llegada de los conquistadores, sus virus fueron más rápidos que sus cuerpos.  Mirar cómo empiezan los decesos inesperados, las generaciones espontáneas de sujetos defectuosos suelen ser el preludio de los grandes cambios sociales que ha experimentado la humanidad. Aquella genética que se presenta distorsionada no lo es tanto. Es solamente un grito de alerta frente a importantes sucesos futuros.

4- Existe la creencia de que cierto personaje, hallado dentro de una canasta a orillas del mar, conocido como el Poeta Ciego, autor de un manuscrito llamado el Cuadernillo de las Cosas Difíciles de Explicar, creó una comunidad constituida por sujetos que mostraban todos lunares en el cuerpo. Poco después la nación a la que pertenecía se enfrentó a un cruel enfrentamiento, a una guerra civil, que dio como resultado miles de muertes, ejecutadas la mayoría de la manera más cruel.

5- Cuerpo fuera de norma. Enfermedad, deformidad, peste, defecto, quiebre brusco de determinada cadena genética.

6- Shiki Nagaoka, en su rol de personaje portador de cambios espantosos, desarrolló de manera sostenida su verdadera anormalidad: volverse autor de textos imposibles de ser leídos de manera habitual. Un creador de un lenguaje propio, hermético y perfecto hasta en sus últimos detalles. Hasta ahora nadie ha sido capaz de entender a cabalidad mucho de lo que escribió. Como si el verdadero grito de su existencia, la estafa en la que se vio envuelto desde antes de su nacimiento, la gestación de una nariz fuera de todas proporciones —que lo obligó incluso a contratar a un lacayo con el único fin de sostenerle la nariz para poder comer— no hubiese estado en lo anormal de su apariencia física, sino en aquel texto de “lo que no se puede decir”.

7- El Grito Mudo puede ser la mayor aportación que nos puede dar su obra. De una mudez para la que no existe un lenguaje de señas —u otro método alterno posible de comunicación que nos la haga descifrable—. Es por ese motivo que hasta el día de hoy, en el Barrio Latino de París, se reúnen ciertos estudiosos de su obra —los famosos nagaokistas— con el fin de descifrar el contenido del libro.

8- El interés que despierta este hermetismo, se debe principalmente a que los estudiosos saben que no se trata de una mudez común. Es decir, que ese callar evidente no es muestra de un vacío vacuo, de un silencio sin más. Basan su búsqueda en los rastros que el propio Nagaoka dejó a lo largo de su actuar en la vida, y en la presencia de otras obras, legibles en parte, esas sí, en las pistas de lo que Baruch Spinoza estudió tan bien: la gran diferencia que existe entre un vacío donde nunca hubo nada y el vacío que deja algo que alguna vez no lo estuvo. Debajo de la ininteligibilidad de Nagaoka está, nada menos, la historia de la destrucción de una nación milenaria, vista a través de la mirada de un ser anormal, de un minusválido, de alguien llamado, en un principio, solamente a despertar la lástima y la conmiseración de los demás. La debacle apreciada a través de una mirada única. Del ojo enfermo propio del que no está integrado, del que no forma parte de la normalidad obligada. De un rechazo que en ciertas sociedades se presenta con una rigidez ancestral, como era el caso del Japón que le tocó vivir.

9- Se está de acuerdo con que muchos consideraron a Shiki Nagaoka como un deforme, un enfermo, un apestado, alguien que lo único que merecía era el no ser considerado. Aquella condición le fue dada “de nacimiento”. Nagaoka se encargó, y eso fue algo que luego los demás no fueron capaces de perdonarle, de convertirse él mismo en un deforme, en un enfermo, en un apestado. Como si de un juego de espejos se tratara hizo de su cuerpo y de su figura, de manera persistente además, la imitación de la escultura que la naturaleza le había otorgado. Fueron entonces dos los Shiki Nagaoka. Dos vacíos en uno solo, si nos atenemos a las reflexiones de Spinoza. El deforme por esencia, que vendría a ser lo mismo que el espacio vacío que se construye a partir de la nada, y el otro espacio vacuo, el armado sobre una nada donde antes no hubo vacío. Una operación de calco, que solo es capaz de realizar quien ve el mundo desde la perspectiva del lisiado. De quien es consciente que ha sufrido una suerte de engaño que precede su nacimiento. La del que desde siempre ha sabido no poder nunca ser uno más del montón. Un juego de devolución de no-atributos, que vendría a ser la ofrenda máxima que es capaz de ofrecerse a sí mismo.

10- Tomando en cuenta este aspecto, se me hace interesante la distinción radical que se ha instaurado en los últimos años. La que empieza a establecerse entre el lisiado de nacimiento y la del que sufre algún percance durante su existencia, accidente concreto que lo lleva a la invalidez. No son lo mismo. Shiki Nagaoka, en alguno de sus escritos de la etapa aún legible afirmó que nada en su vida hubiera sido lo mismo sin en lugar de haber nacido con esa nariz hubiese sufrido, por decir, un accidente que se la deformara.

11- Allí tenemos, además, las enseñanzas del Poeta ciego, quien en el Cuadernillo de las Cosas Difíciles de Explicar —pequeño facsímil que hasta hace pocas décadas circulaba de manera clandestina en algunos poblados de la costa de Latinoamérica principalmente— pone en evidencia el genocidio al que está expuesta, llevada a cabo ya de una manera abierta, legalizada, buena parte de los pobladores de la región. Un juego de asesinatos masivos, que se llevan a cabo de manera sistemática y en baja densidad, un genocidio planificado, que vuelve auténtico su accionar, lo oficializa, bajo la etiqueta de la tolerancia. “Sentimos las pérdidas de vida que causa la explotación de esta mina o la operación de este puerto industrial, pero estamos trabajando a favor del progreso y del bien común”, puede ser una frase ejemplo para exponer la situación.

12- Todo en Shiki Nagaoka estuvo fuera de regla. Enamorarse del lacayo más insignificante con el que contaba su familia —parece ser que el propio entorno de Nagaoka lo mandó asesinar para alejarlo del hijo—. Su ingreso al monasterio, práctica muy mal vista en ese entonces para los miembros de su casta, quienes a todas luces deseaban verse a sí mismos modernos, abiertos al mundo. Su comportamiento poco adecuado como monje. Sus ritos curiosos y no exentos de peligro. La burla de la que era víctima por parte de los demás habitantes del monasterio. Su expulsión. El deseo de llevar adelante la administración de un modesto estudio, en realidad un puesto casi ambulante, de servicios fotográficos. Oficio que le permitió no revelar negativos, el negocio se trataba sólo de una sucursal que recibía y entregaba encargos para que fueran trabajados en un laboratorio central, sino convertirse en un voyeur privilegiado, que revisaba una a una todas las ampliaciones antes de ser entregadas a los clientes. Instaló ese negocio con la única intención de estar al tanto de los cambios que iba sufriendo la sociedad, y cómo el imaginario colectivo, representado en las cientos de imágenes que pasaron por sus ojos, aquel mismo imaginario en el que su presencia daba la impresión de no caber, era capaz de ofrecerle el material necesario para ir creando una obra propia, una escritura que llevaba a cabo casi a escondidas, tan locuaz como hermética. Tuvo entre sus clientes incluso al renombrado autor Junichiro Tanizaki, a quien descubrió utilizando una cámara de fotos, gastando una considerable cantidad de rollos con el fin de fotografiar, hasta en sus mínimos detalles, los cubiertos de mesa occidentales con los que contaba. Mientras iba observando esto, empezó a escribirse con el estudioso norteamericano Donald Lawrence Keene, experto en escrituras orientales, quien empezó a nombrarlo en sus ensayos como uno de los cultores más sofisticados de lo que puede ser considerado arte de la escritura en Japón. ¿Cómo empezó esta relación, que lo llevaría después a enlazarse con autores de regiones remotas del mundo? Nagaoka se atrevió a contactarlo precisamente luego de que Keene publicara una elegía bastante extensa sobre el libro El elogio de la sombra, de Tanizaki. Nagaoka le contó acerca de sus descubrimientos a partir de la inspección de las fotos que solía llevar a cabo, de las imágenes de Tanizaki especialmente, y ponía en duda las afirmaciones de Keene: que ese tratado, El elogio de la sombra, era un puente entre dos culturas. Para Nagaoka era la mirada normal, no la enferma, no la minusválida —necesaria para encontrar un hallazgo donde lo halla—, de alguien maravillado por la cultura occidental. Tan deslumbrado estaba Tanizaki que utilizaba lo autóctono como supuesto eje, sólo con la intención de resaltar la necesidad de un cambio que viniese del exterior. En otras palabras, Tanizaki llevaba a cabo un falso homenaje a su tradición.

13- Keene, en otro artículo, no tardó en hacer pública la delación de Nagaoka. Mostró incluso las pruebas enviadas. Dada la importancia en ese entonces de Tanizaki, la presencia en el medio cultural de Shiki Nagaoka empezó a ser tomada en cuenta. Para algunos la conducta de aquel ser deforme, circularon incluso algunas imágenes de su rostro mostrando su descomunal nariz, se trató de una vil traición a su entorno. Para otros fue un acto que tenía como fin la preservación de los valores propios, cuya pérdida gradual había llevado a la nación a la hecatombe. Aquel dilema llegó a oídos de dos autores nacidos en América: Juan Rulfo y José María Arguedas. Ambos, como Shiki Nagaoka, provenían de naciones con culturas antiguas y se debatían por lo mismo en una dicotomía similar: tradición versus modernidad. Los dos podían ser considerados, como el propio Shiki Nagaoka, como víctimas de anomalías, en el caso de los autores en castellano podían verse como minusválidos mentales. Uno de ellos se sumió en el hermetismo más absoluto y el otro cometió suicidio público luego de escribir un libro donde ponía en primer plano la imposibilidad de llegar a una solución al respecto de la dicotomía, que lo llevó a una situación de pesadilla para la cual no encontró más salida que la muerte.

14- El dilema planteado por Nagaoka, cuyas pruebas desenmascaraban a toda una generación de autores, le trajo una serie de ataques descomunales. Incluso los que en un primer momento parecieron estar de acuerdo con lo planteado por Shiki Nagaoka fueron con el tiempo sus principales detractores. Aquellos que abrazaron la idea original de Nagaoka: que era imposible expresar, de manera natural, el gran horror imperante luego de haberse convertido en habitantes de un imperio destruido. Pero al conocer de cerca sus características físicas, aspectos poco convencionales de su biografía, y el intercambio de misivas con Keene, terminaron dándole la espalda. Parecía cumplirse el vaticinio de Akutagawa con relación a que el minusválido despierta un odio inconmensurable cuando el resto descubre que puede ser mejor que los demás. Fue tal la animadversión que desató, que un grupo de sus supuestos seguidores, los conservadores a ultranza, contrataron a un grupo de sicarios para que lo asesinaran cierta noche, mientras cerraba su pequeño local de revelado de fotos.

15- El asesinato fue archivado como un caso de robo común, un crimen de poca monta.

16- Años después se supo que incluso la hermana de Nagaoka, quien se encargó de borrar la nariz de su hermano en todas las fotos del álbum familiar, estuvo no sólo involucrada en este crimen sino también en el del sirviente de juventud de Nagaoka, cuyo cuerpo apareció muerto a la vera de un camino poco antes de que Nagaoka ingresara al monasterio.

17- Ante la magnitud de los hechos, Donald Lawrence Keene se deslindó también del autor, y lo hizo desaparecer de sus estudios. Sin embargo, los autores de América, Rulfo y Arguedas, hablaron, estudiaron, reflexionaron sobre su obra y lograron que fuera publicada, en los años sesenta, en pequeñas editoriales o, más bien, en talleres de impresión de la zona. Ediciones sumamente modestas, parecidas a las que en esos años contenían el Cuadernillo de las Cosas Difíciles de Explicar, texto escrito por el Poeta Ciego hallado de bebé en una canasta, quien, dato curioso, también fue asesinado por sus correligionarios. Así fue como aparecieron los primeros libros editados por el autor. Aún es posible encontrar alguno que otro ejemplar, en librerías de viejo de México o en alguna biblioteca rural en Perú. De uno de esos lugares surgieron los ejemplares, principalmente los del Grito Mudo, con los que cuenta el grupo de nagaokistas que se reúnen en París para tratar de descifrar el significado final de la obra.

18- Los avances de desciframiento son ambiguos, pero las distintas versiones apuntan a la exposición de diversas teorías, nunca antes expuestas, que llevan a descubrir las verdaderas razones por las que las bombas nucleares cayeron sobre la isla causando no sólo una cantidad ingente de muertes sino cientos de minusválidos que a duras penas pudieron sobrevivir.

19- Traté de buscar la Pietá japonesa. La imagen de una madre cargando en brazos a su hijo deforme, producto de la radiación posterior a los terribles hechos. Parece estar censurada. No aparece por ninguna parte. Como tampoco parece existir, dentro de los registros de la literatura japonesa, el nombre de Nagaoka. Borrados los seres deformes, los símbolos del vaticinio, de la verdadera condición humana, los antecesores de las pestes, las plagas, las guerras y demás constantes eternas, excluidos todos ellos de los archivos oficiales. Tanto el poeta ciego como Shiki Nagaoka, los heraldos capaces de demostrar que como humanos estamos sometidos a un proceso de eterno retorno y no a una linealidad que apunta hacia ningún futuro luminoso.

20- El estado de desastre, y los motivos que lo originaron, fue lo que parece haber querido expresar Nagaoka en sus libros. Una mirada profética que sólo parece posible alcanzarse desde el lugar trans, del espacio gel, en el que las sociedades suelen colocar la minusvalía. El Ciego Vidente, el que mira sin los ojos, es un imaginario que se pierde en la Antigüedad. Un profeta que termina siendo aniquilado de la manera más atroz.

21- En su lugar de origen, como sabemos, el legado de Nagaoka fue destruido y su memoria borrada. No existe rastro de su presencia. Los nagaokistas de París estudian también, además de la obra, este fenómeno, basándose en los métodos de Baruch Spinoza para descubrir los restos de lo vacío construido sobre algo que alguna vez no estuvo vacío. El vacío de la huella del vacío, más bien. Representado en esta ocasión por la descomunal nariz de Shiki Nagaoka, para muchos el escritor de ficción por excelencia.