Siempre me ha sorprendido que la presentación de las películas, desde los inicios de la cinematografía, ocurra en salas oscuras. Sin embargo, este hecho no ha incitado a los cineastas y a sus colaboradores a interrogarse sobre las personas que viven de forma permanente en salas oscuras, como los ciegos. Las tinieblas cinematográficas son un sostén técnico de las imágenes desde los primeros pasos del cine como arte. ¿Cómo podríamos llamar a la célebre linterna mágica si no estuviera ligada a su opuesto, es decir, a la oscuridad que le da su justo sentido?
Desde hace más de un siglo al ir al cine olvidamos el hecho de que por un breve instante sufrimos la experiencia de la ceguera. Aquella ceguera del cine es efímera, tiene un principio y un fin, y no nos domina ad vitam eternam, así que no presupone la privación de la libertad de la luz circundante. Sin embargo, representa un breve retorno a las tinieblas originales, mejor dicho, hace alusión a lo más oscuro e infinitamente más profundo.
Hay que decir que la oscuridad de una sala de cine es relativa y que está ligada a la luminosidad de la pantalla que, de todas formas, representa permanentemente el recuerdo del mundo de la luz y la certidumbre de que afuera de la sala reencontraremos la luminosidad cotidiana del día. Aunque ciertos cineastas han insistido en presentar sus películas a los ciegos por medio de la audiodescripción, esto no llena la gran laguna de la cultura y del derecho a la información que tienen los ciegos. Haría falta hacer mucho más para que el séptimo arte fuera accesible a los ciegos, es decir, a la gente de percepción diferente.
No podemos negar la importancia de la narración que acompaña una película, pero si tenemos en cuenta la realidad cinematográfica, la palabra nos da poca información sobre los acontecimientos y las otras realidades quedan excluidas. Para alguien que conoce la técnica cinematográfica, la narración tiene que ser enriquecida por otros tipos de información como serían movimientos de cámara, plano general, primer plano, cámara-pluma, encuadre, supuesto fuera de cuadro, efectos especiales, etcétera.
Y así llegamos al problema más interesante del cine: si en la época moderna este juega el papel que antes tenía la literatura, como dice el filósofo Slavoj Žižek, habrá que empezar a trabajar más seriamente en la accesibilidad del séptimo arte para los amblíopes y los ciegos. Sabemos que la literatura ofrece, por medio de los libros en Braille, ya sea grabados o digitales, un acceso fácil. Pero el problema en relación con las artes plásticas permanece. Hasta ahora no existe un solo manual digno de su nombre que presente la historia de la pintura especialmente para ciegos, manual que debería, por supuesto, contener definiciones de las nociones clave, como por ejemplo la perspectiva albertiniana, la perspectiva volteada, los primeros y últimos planos, el puntillismo, y otros estilos que tengan relevancia en el universo visual pero que, según mi experiencia, pueden ser fácilmente transmitidos, aun a los ciegos de nacimiento, a partir de un cierto esfuerzo metodológico.
Si queremos dar a los ciegos acceso a la realidad pictórica, la simple descripción de las obras no es suficiente, hay que pensar en una dramatología que pudiera explicar a las personas privadas de la vista algunos conceptos y estilos básicos. Hasta ahora han sido los filántropos y algunos entusiastas quienes han hecho este esfuerzo, pero desgraciadamente nunca se ha hecho de manera sistemática como una colaboración interdisciplinaria. Resulta imperativo explicar a los ciegos, de la manera más simple, lo que es el pensamiento pictórico. Para decirlo de otro modo, hay que hacer un esfuerzo para que el pensamiento pictórico se vuelva una realidad, para que el reflejo del pensamiento universal no excluya a nadie. Estoy convencido de que no habría dificultades mayores en este tema si empezamos a pensar en el arte de otra forma. Hegel decía que el arte es el reflejo sensible de la idea. Si esto sigue siendo válido para el arte pictórico habrá que asir la idea para llegar a la comprensión de su reflejo sensible. Podemos también proceder a la inversa, mediante una buena descripción del hecho pictórico desembocar en el concepto de un cuadro y a lo que una realidad bidimensional quiere expresar.
Los mismos problemas se abren cuando queremos hablar de la accesibilidad de la fotografía o del cine para la gente de percepciones diferentes. Como tengo una experiencia de cincuenta años en el mundo de la pintura, de la foto y del cine, estoy convencido de que es posible elaborar un instrumento pedagógico universal que permita a los ciegos acceder a estos ámbitos.
El nacimiento de la foto fue posible con la cámara oscura; cada aparato fotográfico nos enseña que el trabajo sobre la película en la fotografía análoga se efectúa en espacios oscuros. Acercar estas dos artes a los ciegos es, entonces, una exigencia moral y ética, ya que ambas nacieron gracias a la efímera ceguera técnica. Para la fotografía y el cine hará falta también pensar en una forma de concepto básico para comunicar a los ciegos lo esencial de las imágenes fotográficas y cinematográficas. Habrá que pensar entonces en cómo transmitirles en los diferentes estilos de la fotografía y el cine, las características de uno u otro autor. Hay que inventar un sistema para transmitirle, incluso a un ciego de nacimiento, este vocabulario específico. ¿Cómo decirles de la manera más sencilla posible lo esencial de los mensajes de Bergman, Godard, Fellini, Tarkovski, etcétera?, ¿o de Cartier-Bresson y Man Ray en la fotografía?
Esto representa un trabajo importante de reflexión y de metodología apropiada, útil también para los videntes, porque expresar este pensamiento significa aceptar la cultura universal de la cual nadie debe estar excluido. Estoy convencido de que en estas artes hay un pensamiento transmisible para las personas de percepciones diferentes y que es necesario crear un grupo de investigación capaz de transmitir el mundo injustamente invisible a ciertas personas.
Traducción de Aline Davidoff