Blog de la Caravana

Ła literatura (que no-toda es) en 17, Instituto de Estudios Críticos

Compartí versiones anteriores del siguiente texto con algunas de las personas que me han acompañado en la coordinación del área de Literatura de 17, Instituto de Estudios Críticos, que asumí hace casi dos años. Con cada una, he sostenido un intercambio intenso, que en muchos casos incorpora la memoria de un tiempo anterior, y en otros, el apunte certero dicho en el momento preciso… Las interrogantes se han ido concatenando: ¿cómo concebir el área de Literatura en el marco posuniversitario de 17, Instituto de Estudios Críticos? ¿Cómo pensarla en ese cruce de saberes y perspectivas que propone: psicoanálisis, teoría crítica, filosofía política, estética… y, antecediéndolos, “literatura”? ¿Qué tiene que añadir, aún, la literatura a los diversos debates que suscita el presente confuso y convulso con el que nos confrontamos? ¿Qué saber anticipa, respecto del acontecimiento, las formas, los efectos y afectos, las derivas de este presente? ¿De cuál literatura hablamos, hoy, cuando hablamos de “Literatura”? ¿Cuál literatura despierta nuestro inter-és, y lo orienta hacia la cristalización de una respuesta conceptual y formativa de lectura y acción poiética, al mismo tiempo teórica y práctica, en el instituto? El diálogo con las personas a las que me refiero colegas, amigas pulsa entre las líneas de lo que formulo a continuación: Benjamín Mayer Foulkes, Oriele Benavides, Pablo Domínguez Galbraith, Beatriz González Stephan, Julio Ramos, Vicente Lecuna, Javier Guerrero, Paulette Silva, Raúl Antelo, Gabriela Olivo de Alba, Erik del Bufalo, Rodrigo Ponce, Ana Hounie, Gabriela Frigerio, Andrés Gordillo, Valentina Fuentes, Javier León… Y a este se suma el que he sostenido con otros colegas y tutores de algunas actividades realizadas antes, y de los dos nuevos programas diseñados por el área, los Certificados A-Saltos, literatura revisitada y Excribir hoy: Meri Torras, Raquel Rivas Rojas, Fernanda del Monte, Nuria Girona… Asimismo, la escucha y la lectura atenta de algun_s escritor_s latinoamerican_s contemporáne_s cercan_s: Diamela Eltit, Carmen Boullosa, Lina Meruane, Mario Bellatin, Rafael Castillo Zapata, Jacqueline Goldberg, Gabriela Cabezón Cámara, María Fernanda Ampuero, Alejandro Tarrab, Luis Othoniel Rosa, Daniela Rea, André Felipe…

Desde una posición (pos)critica —después y además del problema del juicio— proponemos pensar Ła literatura, como una literatura que no-toda es: portadora de un goce otro —para decirlo con Lacan—, suplementario —para decirlo con Preciado—, capaz de articular la singularidad que le atañe. Esto es: como una “práctica de la letra”, muy cercana al Real: una escritura —inscripción, huella, trazo—, que es al mismo tiempo ex-critura —litoral del “afuera” al que roza. En este sentido, las ofertas desplegadas por el área articulan una zona de contaminaciones entre la lectura y la acción poiética, orientada a nutrir los procesos de pensamiento y expresión por los que apostamos.

 

Ła mujer sólo puede escribirse tachando Ła. No hay Ła mujer, artículo definido para designar el universal. No hay Ła mujer puesto que […] ella no toda es.
Jacques Lacan. Seminario 20: Aun.

[L]a escritura excribe el sentido tanto como inscribe significaciones.
Jean-Luc Nancy. Un pensamiento finito.

Escribiendo, leyendo, escribo la cosa misma la existencia, lo real que no está sino excrita, y de la que este estar solo constituye el objetivo [enjeu] de la inscripción.
Jean-Luc Nancy. Un pensamiento finito

 

“[U]n discurso”, dice Lacan el 13 de marzo de 1973, “es lo que determina una forma de vínculo social”. Lo hace durante su Seminario Aún, dedicado a pensar el lugar que ocupa “Ła mujer (que no-toda es)” en el falogocentrismo hegemónico de la cultura, más allá del cuerpo y la singularidad histórica de las mujeres. Se refiere a los conocidos Cuatro discursos propuestos por el psicoanalista francés: del Amo, de la Universidad, de la Histérica y del Analista—, que trae a colación para dar cuenta, entre otras cosas, de la función de lo escrito en el campo de la articulación social, del lazo “entre los que hablan”; así como también del psicoanálisis, en cuanto práctica de lectura: “La letra es algo que se lee”, afirma en una clase anterior del mismo seminario, el 9 de enero de 1973. Para Lacan, lo escrito produce discurso. Sin embargo, no es lo que se escucha; toda vez que no habría equivalencia entre el significante y el significado, como identifica en el “saber jugar con la escritura” de James Joyce, a quien volverá en otras partes de su enseñanza: ”¿Qué ocurre en Joyce? Que el significante viene a rellenar como picadillo al significado”.     

Ahora bien, aunque en efecto Ła literatura (que no-toda es) produce lazo —entre pasados, presentes y futuros, entre habitares y territorios, entre deseos, fantasmas y fantasías, entre significantes y cuerpos, entre lenguajes y revueltas, entre el nos-otros difuso del común que, pese a todo, somos—, más que interrogarnos acerca de si pudiera ser concebida como un discurso, podemos asumirla como “una práctica de la letra”, según apunta asimismo Lacan, en su ”Homenaje a Marguerite Duras por el arrobamiento de Lol V. Stein”. Una práctica que anticipa por vías distintas lo que el psicoanálisis pretende desentrañar: la articulación subjetiva, deseante, de un viviente atravesado por la pulsión, en la angustia de su “encuentro” con el objeto, cuya característica es faltar: “Esto es precisamente lo que reconozco en el arrobamiento de Lol V. Stein, en el que Marguerite Duras revela saber sin mí lo que yo enseño”. Porque, siendo inscripción —huella, trazo, letra—, tal literatura que no-toda es —incompleta, fragmentaria, heterogénea, plural, expansiva, agujereada por el afecto, portadora de un goce otro (Lacan)… suplementaria (Preciado)— tiene la peculiaridad de decir, de maneras siempre punzantes, eso singular que los discursos del saber y de la ley no logran. Muy cercana a cierto “afuera” del lenguaje que se resiste a ser simbolizado es, al mismo tiempo, ex-critura —exceso, excedente y resto: exterioridad, “sentir” del sentido, que roza lo Real y toca el cuerpo, expresión de un lugar vacío (Nancy). 

De cara a esta reflexión, leer y  pro-ducir literatura (escribir y excribir) son las dos dimensiones del problema que nos ocupa en el área de Łiteratura, (pos)críticamente orientada —aún y más allá de la crítica—, en el marco posuniversitario de 17, Instituto de Estudios Críticos. Por una parte, leerla, más en términos de archivo que de biblioteca (Raúl Antelo), ya que no parecería pertinente “saberlo todo” respecto de su presencia a lo largo de cierta Historia Cultural de Occidente (que no es la única), sino atender a esa especie de “saber hacer” con el no-todo de las supervivencias, que ella despliega en sus formulaciones. Por otra, pro-ducirla, tramar su comparecencia: explorar su potencia, allí donde se manifiesta la doble apertura al Real de su presente de enunciación, y de las elaboraciones que sostiene frente al despliegue de los significantes desparramados en sus páginas. En consecuencia, hemos diseñado dos Certificados paralelos y mutuamente convergentes —de hecho, podrían cursarse de manera simultánea, con otras combinatorias posibles—, que condensan nuestra apuesta conceptual y formativa en Łiteratura. Por un lado, A-saltos, literatura revisitada, el certificado en estudios literarios, orientado a generar estrategias de análisis crítico y lectura arriesgada, de montaje y de mezcla, respecto del archivo de la memoria cultural que aún nos compromete. Por otro, Excribir hoy, el certificado en escritura literaria, en lo que de ella se manifiesta como un desbordamiento radical del sentido, una excritura. Ambos programas se desarrollarán a la par de una serie de Encuentros con escritor_s latinoamerican_s, cuyos detalles publicaremos en breve.

Discurso, Eleonora Cróquer Pedrón, Excritura, Jacques Lacan, Lazo social, Literatura, Ła mujer (que no-toda es)

La escucha en un abrazo. La lepra importa ahora

Las Flores de San Francisco es una de las películas más conocidas de Rossellini. En ella, incluso desde la perspectiva del mismo director de cine italiano, la escena central es aquella que de manera dramática trae a la vida el abrazo en el que se abandona Francisco de Asís en su encuentro con una persona afectada por la lepra en su camino. Escena parecida se repite en los filmes de Zeffirelli Hermano sol, Hermana luna, o el de Liliana Cavani Francisco. El evento, este del abrazo, no es ficticio. Francisco murió el 3 de octubre de 1226. Un tiempo antes, pidió la escritura de lo que sería conocido como su Testamento. El primer párrafo de éste recoge dicha escena:


Así es como el Señor me dio a mí, Hermano Francisco, el poder de hacer penitencia. Cuando estaba en pecado, la vista de los leprosos era demasiado amarga para mí. Y el Señor mismo me guió entre ellos, y los compadecí y ayudé. Y cuando los dejé descubrí que lo que me había parecido amargo se convirtió en dulzura en mi alma y en mi cuerpo. Y poco después me levanté y dejé el mundo.

Las distintas biografías de Francisco de Asís resaltan este encuentro como aquel en el que ocurre un despertar interior y su decidido a lo que él consideraba el llamado de Dios. Para sus detractores, no sería éste sino un acto condescendiente que reflejaba la voluntad caritativa y asistencialista de ciertos sectores de la iglesia católica. Sin embargo, al repensar dicho encuentro y abrazo, hay una profundidad que solo puede ser examinada a la luz de lo que implicaba la lepra en el siglo XIII y lo que implica ahora.

Para nadie es desconocido que la etiqueta de “leproso” significó durante siglos, hasta no hace poco (seamos optimistas) la muerte política y social de una persona. La vestimenta característica de quienes eran afectados (una suerte de túnica hecha de tela de cáñamo), la campana colgada al cuello, una cruz y un recipiente para recoger comida, agua o dinero, aparecen en muchos relatos históricos occidentales. En otros contextos existieron distintas caracterizaciones de los afectados. Es de esta imagen acompañada por la sombra del desfiguramiento, del dolor y de la muerte, de la que Francisco de Asís y la sociedad medieval sienten rechazo y prefieren huir e ignorar. Mas, en cuestión de minutos, durante un encuentro del que decide no escapar, Francisco se sostiene en un llamado que él considera divino, y que no es sino el del reconocimiento de sí mismo como humano y del otro como la voz de Dios. El cuerpo lacerado de la persona con lepra se convierte así en palabra a la que Francisco decide escuchar a través de su abrazo. Luego de esto, narran los biógrafos del santo, Francisco junto con otros frailes de su congregación iniciaron el cuidado y el acompañamiento a personas afectadas por lepra, allí donde ellas vivían. Al hacerse cargo del sí dado al que llama su Creador, se hizo cargo del sí a sí mismo y a sus hermanos afectados por la lepra.

 *

 A menudo narro mi primer encuentro con el cuerpo lleno de llagas abiertas y purulentas de una persona afectada por la lepra: una señora de avanzada edad que vivía en un pequeño pueblo en Indonesia. Ella, cansada de la enfermedad –y de las miradas de rechazo, unas, y de conmiseración, otras– me extiende su mano y con una sonrisa sarcástica me dice: “¿Me va a dejar con la mano extendida?” Al ver la hinchazón de su cuerpo, las llagas en sus brazos y los dedos de sus manos encogidos a causa de la lepra que no fue atendida a tiempo, sentí el impulso de correr. De pronto, me encontré con su mirada desafiante, retándome a quedarme. Entonces, decidí tomar entre mis dos manos su mano, y le dije: “Claro que no”. Aquel evento no fue un despertar, en el sentido Franciscano: me sentí avergonzada por el miedo que me embargó en esa situación, por el disgusto que experimenté frente al olor de aquel cuerpo y a lo que mis ojos veían. Sentía que las supuestas herramientas con la que la vida me había preparado para enfrentar situaciones complejas a través de la relación con mis hermanos con “discapacidad”, se desvanecían en una suerte de rechazo al dolor humano y a la cercanía de la muerte. Sin embargo, el involucramiento con la lepra durante años –o, más bien, con las personas afectadas por la misma– fue despertando en mí la constante pregunta por cómo sanar heridas dejadas por la discriminación y exclusión que, como familia –en mi caso– vivimos hasta el día de hoy, y que personas afectadas por la lepra y sus familias aún experimentan en todo el mundo.

Por muchos años me he preguntado por el sentido de ese abrazo, sobre todo con el fin de ubicarlo en el contexto del trabajo con las personas afectadas por la lepra y con las personas con “discapacidad”. Sólo al reflexionar acerca de la interpelación provocada por la “discapacidad” (por ejemplo, a través del trabajo del ensamble de experimentación sonora Sentire, integrado por la agrupación musical Liminar y la compañía de teatro de sordos Seña y Verbo) que he interiorizado la comprensión de que la escucha se da a través de vías que no necesariamente son las del oído, y en ocasiones ni siquiera del cuerpo. Parecería una afirmación obvia, pero no lo es. De modo que, al abrazar el cuerpo de la persona afectada por la lepra, Francisco no solo toma conciencia de su propia finitud, sino también de su divinidad en tanto ser de escucha; y reconoce en la otra persona, la palabra, y por ende la humanidad de ésta.

Francisco y la persona afectada por la lepra, despiertan a una escucha que al ser abrazada se traslada a la acción. Cuando Francisco afirma “me levanté y dejé el mundo” se refiere a que escuchó lo divino y salió de un mundo que opta por apartar aquello que recuerda al cuerpo, su diversidad y su finitud, para abrazar un movimiento en que el reconocimiento del otro implica el reconocimiento de su derecho a la vida, su ciudadanía y la salvaguarda de su unicidad. Por otro lado, las narrativas sobre la lepra han presentado siempre a las personas afectadas como sumisas, receptoras y pasivas. El abrazo que da paso a la escucha solo sucede cuando el otro se convierte en palabra y se reconoce como tal. No hay escucha sin palabra, ni acción sin escucha. La escucha es un acto político. Al dejar entrar a Francisco en su aislado mundo, las personas afectadas por la lepra le comparten su día  a día, y le permiten reencontrarse consigo mismo y con su divinidad, que son sus semejantes. 

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La lepra es una enfermedad infecciosa crónica causada por Mycobacterium leprae. La enfermedad afecta principalmente a la piel, los nervios periféricos, la mucosa del tracto respiratorio superior y los ojos. Si no es tratada, puede dar lugar a discapacidades. Las deformidades visibles son una de las principales causas de discriminación que influye en que –por temor al rechazo– las personas afectadas dejen de acudir en búsqueda de tratamiento y sostengan su participación social y política. La detección temprana y el tratamiento oportuno con terapia multifarmacológica pueden reducir significativamente el impacto físico de la lepra. Se trata de una enfermedad curable y, a diferencia de lo que suele pensarse, su contagiosidad es baja.

Para muchos gobiernos y personas, la lepra es una condición del pasado. Sin embargo, las estadísticas muestran lo contrario. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, en 2022 se registraron en el mundo 174,087 nuevos casos, de los cuales 39% afectaron a mujeres. Globalmente, fueron detectados 9,554 nuevos casos discapacitantes, entre los cuales 278 afectaron a niñas y niños. La mayoría de los países con altas tasas de detección de nuevos casos se encuentran en regiones de África y Asia sudoriental, aunque también existen casos en México, América Latina y sobre todo en Brasil. Mundialmente, en los últimos 20 años más de 16 millones de personas han sido tratadas.

Sin embargo, las cifras no dan cuenta de las prácticas discriminatorias y de exclusión que suelen golpear la vida de personas afectadas y sus familias, históricamente y hasta la fecha. En al menos treinta países perviven leyes discriminatorias de las personas afectadas; aunque no sean implementadas activamente, normalizan la violencia ejercida en especial contra las mujeres y los infantes. En nombre de la ignorancia que prima en nuestros países a propósito de la lepra, aún se despoja a las personas del derecho al trabajo, al acceso a servicios de salud, a la educación, a una relación afectiva. Por fortuna, cada vez con mayor frecuencia las personas afectadas por la lepra se reconocen como sujetos políticos y se organizan para defender su derecho a una vida con equidad.

En estos tiempos turbulentos e inciertos, urge que la lepra sea pensada de nuevo con el fin de que las personas afectadas recuperen su derecho a la escucha, al abrazo de su unicidad y a la ciudadanía. La lepra se juega hoy como una condición social y política en miles de nuevos casos anuales. Como desde tiempos inmemoriales, ¡la lepra importa ahora! 

 

Lepra en el siglo XXI
Beatriz Miranda Galarza, Escucha, Francisco de Asís, lepra, Relatora Especial de las Naciones Unidas para la eliminación de la discriminación contra las personas afectadas por la lepra

Circunstancias como las actuales nos exigen mayores, no menores, niveles de crítica y autocrítica. A propósito de los acontecimientos en IsraelPalestina

El 7 de octubre del 2023, milicias de Hamás y otras organizaciones lanzaron miles de cohetes contra Israel e incursionaron en territorio israelí, donde asesinaron arteramente a centenas de personas, hirieron a una gran cantidad y secuestraron a un número aún indeterminado de ciudadan_s israelíes –beduinos además de judíos– así como a ciudadanos mexicanos y latinoamericanos, niños, adultos mayores y personas con discapacidad. Tales ataques contra la población civil son crímenes de guerra injustificables y su celebración es inaceptable. Los milicianos vulneraron a activistas israelíes por la paz, considerados por Hamás como meros “ocupantes”. También asesinaron y secuestraron a turistas provenientes de varios países que participaban en un festival de música. Dicha organización pretende establecer un Estado islamista en todo el territorio IsraelíPalestino, sin “infieles”: judíos, cristianos y musulmanes que no se atengan a su interpretación de la ley islámica. 


Denunciamos asimismo las muertes constantes de palestin_s a manos de elementos israelíes. En los últimos meses, tras el ascenso del actual gobierno en Israel (soberbio e ideológicamente obcecado), la profundización de la larga ocupación de Cisjordania y Jerusalén oriental ha intensificado su asedio de los civiles palestinos, sin olvidar las condiciones que han hecho de Gaza una cárcel a cielo abierto. Colonos judíos, protegidos por las fuerzas de seguridad, han atacado pueblos palestinos, violentado a sus habitantes, y atentado contra sus bienes y sus tierras. También se han registrado acciones de fundamentalistas judíos que buscan modificar el
status quo (aprobado por Israel en 1967) en el MonteDelTemploExplanadaDeLasMezquitas de Jerusalén. Solo en 2023 han sido ultimados multitud de palestinos, a los que ahora hay que sumar también los muertos civiles y milicianos (además de los cuantiosos daños materiales) causados por la respuesta israelí al ataque de Hamás, que recién comenzaría… El desplazamiento de palestinos por los asentamientos judíos en Cisjordania y Jerusalén oriental también es un crimen de guerra injustificable. 

Allende los grandes tableros geopolíticos, en que la población civil es regularmente sacrificada, la intención de resolver el conflicto árabe-israelí a través de los Acuerdos de Abraham, relegando a un segundo plano la cuestión palestina, es una quimera. La reciente aproximación entre Israel y Arabia Saudita –activamente rechazada por Irán– en nada cambiará esa realidad. No hay posibilidad de paz y seguridad en la región si no se atienden las demandas de autodeterminación del pueblo palestino.

Afirmamos el derecho de todos los habitantes de la región a una vida pacífica y digna. El actual escenario –funesto, amenazante– es el resultado de muchos años de administrar y manipular el conflicto en vez de resolverlo, así como de promover posiciones fundamentalistas y supremacistas de diverso cuño. Reconocer que la relación conflictiva entre israelíes y palestinos se da en el contexto de una asimetría estructural no impide pronunciarse contra la violencia y el belicismo bajo cualesquiera de sus signos y formas; tampoco impide solidarizarse con todas sus víctimas.

Ante la grave situación en IsraelPalestina, reprobamos las expresiones de odio dirigidas en distintas direcciones –antisemitas, islamófobas, arabófobas– así como los juicios precipitados, la omisión de antecedentes y la confusión de conceptos. Exhortamos a la reflexión y la escucha rigurosa de las narrativas asociadas con las distintas posturas. Circunstancias como las actuales nos exigen mayores, no menores, niveles de crítica y autocrítica. Persistamos en las iniciativas existentes que cotidianamente construyen la paz entre las partes. Una paz viable y justa, que reconozca e impulse los derechos ciudadanos para una vida digna de tod_s l_s habitantes de la región. Sin excepciones.

Crítica y autocrítica, Guerra, Hamás, IsraelPalestina, Paz

Poesía de lo real

Palabras pronunciadas el jueves 31 de agosto de 2023, en el Cine Tonalá, en ocasión de la presentación del libro Eugenio Polgovsky: la poética de lo real / Poetics of the Real (editado por Mara Polgovsky, Ambulante, Ciudad de México, 2020), en compañía de Paulina Suárez, Mara Polgovsky y Sonia Rangel.

La poética de lo real es un libro de una belleza fulgurante. Un volumen muy hermoso, inquietante, movilizador, que me tocó profundamente. Con él redescubrí al Eugenio Polgovsky que conocí y también al que no conocí. Palpé de nuevo ese insondable, tan suyo, que en el libro captan con tanta presteza las páginas de Erica Segre, quien también nos acompaña hoy desde la cercanía de la insalvable distancia.

El libro es una pieza, incluso diría un filme documental, de no ficción, sobre nuestro querido y admirado Eugenio. Tiene la extraña cualidad simultánea de ser y no ser, o de no ser y ser, un filme suyo. Pues en él interviene, de manera decisiva, la mano maestra de Mara Polgovsky, de un modo en buena medida tácito, escuchando. Mara dota de título al volumen por ella ensamblado y escribe un texto de gran profundidad que articula el quehacer de su hermano a través de la pregunta acerca de la política del montaje. Un verdadero koan.

Conocí a Eugenio en 2008. Alguien (quisiera recordar quién) me habló de él y de su filme Trópico de Cáncer. En ese momento me concernía el concepto de los tráficos, que en 17, Instituto de Estudios Críticos intentábamos articular en una etapa en que en México enfrentaba por primera vez la “guerra contra el narco”, y la sección del periódico antes dedicada a la nota roja devenía el diario todo. Eugenio aceptó nuestra invitación y discutimos su película partiendo de la pregunta por el tráfico de animales. Algo de lo que en el libro dice Carlos Reygadas a propósito de la piratería y del “capitalismo degradado” converge con nuestra inquietud de entonces. Nos interesaba la pregunta por el tráfico como la extracción y el trasiego económico a la sombra, una forma de intercambio sin consignación legal ni simbólica — un brutal oxímoron. Ése en el cual hoy habitamos, cotidianamente.

Destacaba en Eugenio su capacidad para escuchar y mirar más allá de lo evidente en lo visible, con una sensibilidad y una cercanía críticas. Desde ese momento, aunque a fuego lento, nuestro diálogo no cesó. Las búsquedas de Eugenio y las nuestras parecieron hermanarse. Ahora percibo en él muchas cosas que me parecen revelar algo de lo nuestro. Por la fluidez que implicaba en el diálogo entre las ideas, las sensibilidades y las faenas, no dudo de caracterizar el canal que se estableció entre nosotros como uno de los andamios de 17, Instituto de Estudios Críticos. Seis años después, en 2014, durante el encuentro Dieciséis sendas hacia la posuniversidad, proyectamos Mitote y la discutimos con él, aquí mismo en el Cine Tonalá. 

Pero el momento más intenso de nuestros intercambios se produjo en 2017, en torno a la proyección de Resurrección como parte del coloquio Me extingo, luego pienso. Nuestras inquietudes ambientales resonaron ampliamente. Aunque Eugenio estuvo ausente, pues ya estaba en Inglaterra, la presencia entre nosotros de algunos habitantes de las inmediaciones del río Santiago dotaron a esa exhibición de su filme de un carácter difícil de olvidar. Fue ése un coloquio desbordante que familiarizó a muchos con el escenario cataclísmico del ecocidio en curso, al que hoy fingimos habernos acostumbrado. Con Eugenio intercambiamos un número de mensajes relativos a una posible colaboración de cara al horizonte ambiental, que muy posiblemente se hubiera activado a su regreso a México. Sin embargo, nunca llegó. 

Por eso nuestro siguiente coloquio, Silabario de un futuro irreversible, en enero de 2018, le fue dedicado. Mara amablemente aceptó intervenir en una suerte de epígrafe a ese encuentro, en que nos propusimos homenajearlo. Hace unos días revisité sus lúcidas palabras, al tiempo que me preguntaba por su posición como editora de La poética de lo real. Me percaté que, desde ese entonces, ella se refirió al trabajo de nuestro cineasta en términos de lo que después aparecería en el libro, bajo una forma ligeramente distinta. Pues en ese momento ella hablaba de la “poesía de lo real”, más que de poética de lo real. Desde luego, “poética” engloba “poesía”. Además, la poética de lo real delinea todo un territorio dedicado a la interrogación de la producción estética en el campo de lo real. 

El sintagma, elocuente, no es menos atractivo que complejo. ¿Bajo qué condiciones puede lo real tener un flanco poético? ¿Lo poético puede ser real? Psicoanalista que soy, no puedo dejar de escuchar asimismo el eco de eso que se llama el registro Real, con mayúscula, que en Lacan refiere, por ejemplo, a aquello que “no cesa de no escribirse” – algo que sin duda está en juego en la poética de lo real que nos ocupa en la obra de Eugenio, y que a ella no se le escapa. Pero, más clásicamente, en la medida en que lo real se distingue de lo ideal, y, por otro lado, que lo poético no puede dejar de consistir en hacer referencias meta discursivas, entonces la poética de lo real no puede ser sino una paradoja.

Que lo sea implica que no hay coextensividad posible entre lo real y su poética. Porque, de haberla, lo real devendría ideal, que por definición no es. De ahí se desprende que la relación entre poética y realidad sólo pueda ser al menos parcialmente contradictoria, tensa, tenue. La relación entre realidad y poética será siempre irreductiblemente compleja, llena de pliegues: no podría jamás ser o hacer una consigo misma. De donde se desprende que nunca estará del todo dada, ni podrá ser del todo enunciada, sino que sólo podrá ser nuevamente atisbada, escuchada, leída… Lo que permite dar cuenta de la generación y la generatividad de la labor de Eugenio Polgovsky. La poética de lo real no solo es un magnífico título para este libro, para esta obra sobre la obras y el obrar de Eugenio, sino que plantea puntualmente un abordaje serio de lo que la anima y que pone a su vez en juego.

Pero el libro fue editado por Mara – un hecho que plantea la pregunta por su propio lugar en todo esto, que antes describí como tácito (como sucede asimismo en su mediación como codirectora de la más reciente pieza Malintzin 17, que tuve el placer de ver ayer, tras otro extraordinario corto de Eugenio, El laberinto de luz, de 2016). Lo que quiero sugerir es que la posición de Mara con respecto al trabajo de Eugenio es de la misma naturaleza que la posición que guarda Eugenio respecto a lo real, y a su poética. De tal suerte que detenernos ante el modo de proceder de Mara nos permite aproximarnos y comprender algo más acerca de esa máquina generativa que fue la autoría de Eugenio. 

Esto me importa particularmente por la consabida afinidad entre el método de Eugenio y los que me, y nos, han ocupado en 17, Instituto de Estudios Críticos en, y antes, de ese 2008, en que nos conocimos con Eugenio. ¿Bajo qué condiciones es posible un cine que escucha? ¿Bajo qué condiciones es posible un cine que da a leer?  En el libro Hubert Sauper lo dice hermosamente: 

Mientras miramos el río en la oscuridad, hemos ya empezado esta nueva película. Realmente, lo único que hicimos fue escuchar nuestras voces, reír y permanecer en silencio bajo la luna.

¿Bajo qué condiciones es concebible una institución, un acto instituyente cualquiera, que escuche y dé a leer, antes que hablar y enunciar? ¿Qué implica para el pensamiento y la creación saber de antemano que lo articulado y lo articulable no pueden revelarse más que bajo la forma de la contradicción? 

Me parece claro que de ello nos hace todavía mucha, mucha falta. Porque de ello somos siempre sólo aprendices. Termino, entonces, sin más, dándoles a escuchar algo de lo que nos compartió Mara en ese dolorosísimo y bellísimo epígrafe, en enero del 2018, como una forma de vislumbrar algo de la fina costura que sostiene a este libro, a este filme, a esta obra, a estas vidas, y a todo aquello que nos tiene, de momento, sobrecogedoramente aquí:

La partida de Eugenio ha volcado su futuro hacia atrás, enraizando cualquier tipo de porvenir en lo vivido, en lo pasado. De las ruinas ha surgido también, con renovado vigor, la fuerza de su mirada, la singularidad de su quehacer artístico y una forma del compromiso político mediado por lo que he de llamar la poesía de lo real, es decir, mediado por los desfases simbólicos y fugas de afecto que surgen de la yuxtaposición de imágenes. De ahí su interés simultáneo, por lo menos durante los últimos años de su vida, en el montaje y en el haikú, como dos formas de una creación contemplativa y un acercamiento a lo real que es capaz de abarcar, sostener y poetizar el vacío. (…) ¿Dónde acaba una historia y qué la comprende? ¿Cómo se organiza el archivo de un ser? ¿Qué categorías son adecuadas para su clasificación? ¿Cómo circular ese archivo? ¿A qué paso, en qué tiempo? ¿Conviene recuperar los restos de una vida cuando anuncian las aves, anuncian los cuervos y zopilotes, anuncia la “Resurrección” (2016) de Eugenio que el mundo ha llegado a un punto de inflexión? 

(…) Sobre el cuerpo de mi hermano se delinea el mapa de un mundo agotado. Cada arruga prematura es el oxígeno que le faltó, los árboles robados. Su piel se secó como los ríos, como los bosques deforestados y los desiertos prematuros. ¿Qué rituales funerarios hemos de ofrecer a este ser-mundo que se nos va? ¿Bastarán los bancos de ADN, los museos de fósiles? ¿Bastarán los homenajes y los monumentos? Una propuesta de tal naturaleza seguiría estrictamente la lógica de la acumulación, pero se trata de otra cosa. Si empezáramos por el escenario conocido de lo que él hizo, Eugenio, habría también que aprender a contener el vacío, encontrar, en la contemplación de lo frágil y pasajero, de la moralidad bifurcada de casi todas las cosas, un poco de calma. (…) Hemos de entender la potencia de la incompletud, la imperfección, el cruce de las fronteras. Y hacer de esto un montaje, una nueva narrativa.

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Extemporizar: la improvisación en los territorios de la ñ

Siempre se comienza por el medio; cualquier acción no es sino una tentativa. Siguiendo estas máximas de la improvisación, parto con una reflexión parcial, siguiendo el ritmo propio de la escritura, sin otra pretensión que la de elaborar una invitación –o, mejor dicho, una llamada, para usar una noción central en la música negra– a atender y ensamblarse con las actividades que comenzamos a desarrollar en el área de Estudios de la improvisación del Instituto.

 

Afirmar que la vida, la subjetividad y lo social tienen un carácter improvisatorio quizás es decir demasiado –signo del exceso que recorre toda improvisación, como ansiedad por encontrar el momento adecuado para entrar o salir del silencio, y como resto, en cuanto práctica incómoda para el canon occidental–. No obstante, esta afirmación excesiva indica algo importante: el carácter procesual, relacional, plástico y no totalizable, tanto de la experiencia cotidiana, como de lo social y en general de todo lo viviente. Sin serlo todo, la improvisación designa un potencial capaz de contagiar cualquier actividad. Quizás se trata de un gradiente de movilidad y flexibilidad, una manera de proceder, que interviene sobre la tradición (o la memoria), multiplicando los posibles y actuando como catalizador de mutaciones y revoluciones internas a un sistema particular. Nombra también un tipo específico de práctica, necesariamente encarnada, que implica cierta interrupción del continuum del tiempo para permitir la emergencia de algo otro –más que nuevo, insospechado, porque implica una reelaboración del pasado y lo heredado–. Es justamente en ese sentido que para Derrida se trata de una práctica imposible –pero a cuya defensa él aún así se comprometía, tal como lo expuso en una entrevista realizada en 1982–: imposible en tanto supone el funcionamiento de una trama pre-escrita –voces que hablan en el lugar de–, lo cual pone en tela de juicio la declarada búsqueda de l_s improvisador_s por producir algo nuevo.

Improvisar es extemporizar: hacer que el tiempo se tuerza sobre sí, saliéndose de quicio pero, paradójicamente, permitiéndonos situarnos de manera más decidida en el presente –un presente expandido, diferido–. “El tiempo no es sólo el ahora, sino también el antes y el después”, afirma el improvisador David Toop en su libro En el maelström. Música, improvisación y el sueño de libertad antes de 1970. De alguna manera, la extemporización está vinculada con aquel salto de tigre con el que Benjamin –aquel filósofo con buen oído para la improvisación– describía el modo de actuar tanto de la moda como de la revolución y la mirada dialéctica, comprendida como cuidado para con el pasado. Para ponerlo en términos de Deleuze y Guattari –pensadores fieles al ethos colaborativo propio de l_s improvisador_s–, se trataría de una práctica que permitiría una salida del tiempo de los relojes, cronos, para hacer que irrumpa kairós: el tiempo del acontecimiento, el tiempo del actuar oportuno. (¿El tiempo im-pre-visto o siempre huidizo a la mirada anticipadora?)

Es precisamente debido a esta capacidad que la improvisación tiene de crear líneas de fuga y de motivar o acompañar procesos de crisis/crítica (artísticos, estéticos, políticos, subjetivos), que el Instituto ha creado un área dedicada al estudio, difusión y promoción de las prácticas improvisatorias. Nos proponemos generar un espacio heterogéneo de encuentro entre artistas, pensador_s, gestor_s, creador_s y personas entusiastas de este amplio conjunto de prácticas. Nos interesa tanto cartografiar y reflexionar sobre las prácticas improvisatorias en nuestros territorios –los cuales hemos decidido marcar con aquella letra singular, incómoda, que es la ñ–, en tanto una práctica con una fuerte carga (infra)política, como el situarnos desde la improvisación para interpelar –y escuchar, como si de un jam se tratara– otras disciplinas. Así como en el campo de la música la improvisación es un elemento transversal a las tradiciones de pueblos sumamente disímiles, distribuidos a grandes distancias tanto geográficas como temporales –pensemos en el bebop, el canto cardenche, Bach, el freestyle rap, Pauline Oliveros, el noise punk, el gamelán, etc.–, resulta estratégica en tanto noción y práctica para motivar conversaciones entre las distintas artes e incluso allende éstas. Efectivamente, la improvisación es un lente útil desde el cual interrogar la adaptabilidad humana frente a entornos cambiantes, así como para pensar nuestra agencia colectiva para alterar el campo de lo social y la posibilidad de construir comunidades en donde la diferencia no sea totalizada de manera dialéctica. Es, además, una de las expresiones más claras de la espontaneidad, creatividad y libertad humanas, poseyendo así no sólo una dimensión (infra)política, sino potenciales terapéuticos –del que varias tradiciones de teatro improvisado han sabido sacar provecho–. Así, si bien no es sinónimo de la vida, sí nombra un impulso que es fundamental en ésta.

La creación de un área de estudios dedicada a la improvisación responde también a la preocupación de 17 por lo residual con respecto al saber. Aunque es cierto que actualmente el campo comienza a gozar de cierta validación al interior de la academia –manifiesto en la publicación de Handbooks y Readers centrados en los critical studies of improvisation–, la impro no deja de nombrar una serie de prácticas extrañas, de difícil manejo por parte de las instituciones artísticas y la academia. Frente a una tradición que ha sospechado del cuerpo, ha concebido al arte desde la figura del genio solitario y ha asumido al texto como espacio del saber, la improvisación, en tanto práctica encarnada, procesual, colaborativa, efímera y creadora, ha sido siempre vista con desconfianza. No es casual que la historia de la improvisación esté vinculada con la historia de poblaciones oprimidas, como las poblaciones negras en todas las Américas o las comunidades gitanas en Europa. Acto de resistencia, la improvisación históricamente ha sido una práctica de supervivencia. Como lo sostienen Fischlin, Heble y Lipsitz en su libro The Fierce Urgency of Now, se trata de crear algo a partir de nada, leyendo las posibilidades ocultas en la adversidad, manteniéndonos flexibles y esperanzad_s frente a panoramas cambiantes. Parafraseando a Monsiváis, quizás se trataría de una manera de ritualizar el caos con el que cotidianamente convivimos en México (si no es que en todos los territorios de la ñ), y en el que él reconocía cierto potencial emancipatorio. Es en ese sentido, que la improvisación se revela como una práctica decididamente imaginante, útil para buscar salidas al impasse del presente, e igualmente llena de potencia para la movilización de la libido y la re-erotización de nuestro mundo. Bajo su forma de libre improvisación, más que presentarnos metáforas de lo político opera como un laboratorio social, en donde la diferencia se afirma en tanto diferencia. Espacio de experimentación de relaciones sociales, la improvisación libre es, como John Zorn lo subraya en el documental de Derek Bailey On the Edge, capaz de magnificar las relaciones de poder, pero también posibilita, a pequeña escala y de manera efímera, practicar formas de relacionarnos nominalmente no jerárquicas, basadas en los principios de escucha mutua, riesgo y co-creación. En palabras de Toop, se trata de una “dinámica potencialmente transformadora”, en la que “la escucha genera escucha”, es decir, la captación de lo singular del presente en cada ocasión.

A pesar de su imposibilidad, la impro ocurre decididamente en los territorios de la ñ; siendo la práctica más antigua dentro de la música, ha sido catalizadora continua de varias de las mayores vanguardias. Práctica paradójica, en la que estados inconscientes de trance conviven con momentos de la más aguzada conciencia, se antoja como una práctica capaz de producir inéditas alianzas críticas: polifonías que no necesitan de un centro tonal que las ordene. Parafraseando a Sun Ra: frente al agotamiento de lo posible, quizás convenga apostarle a lo imposible, esa posibilidad oculta siempre latente en la vida misma…

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