En los diarios de Ko Murobushi encontré una nota de 1998 sobre Hijikata Tatsumi.* En ella habla del “cuerpo resquebrajado (…) el cuerpo danzante que se abre al concepto de no tener identidad”.
En los últimos años he pensado en este “cuerpo resquebrajado” y en la posibilidad de abrirse a una no-identidad. ¿Qué significa esto?
En 1983, Murobushi usó el término “acontecimientos accidentales” para referirse a su experiencia butoh. Quizá, en cierto sentido, esos acontecimientos podrían tener relación con el cuerpo resquebrajado. Esto me parece interesante porque, más que un modelo estético excéntrico o un sistema de lenguajes dancísticos, siempre he considerado al butoh una especie de dispositivo (o aparato) que rompe los patrones dados, cuestiona identidades y agudiza las fisuras. Esto podría ser, desde luego, una experiencia dancística, pero también, al mismo tiempo, una búsqueda radical de las conexiones entre cuerpo-mente-entorno, estados de vida y estados de muerte, diferentes niveles de conciencia y un desafío para cuestionar creencias y hábitos (tanto de movimientos como de pensamientos).
La afinidad de Murobushi con autores inspirados por el desmantelamiento de la figura humana (y el organismo humano) parece cuadrar perfectamente. Pienso en la noción de acéphale e informe en Bataille, la negación del principio de identidad en Lautréamont, la multiplicidad de cuerpos (cuerpos anti-orgánicos) y sus territorialidades en Artaud —especialmente, en la línea de estudio de Uno Kuniichi—… Y muchos más, por supuesto.
En Brasil, algunos jóvenes artistas todavía sienten el poder de estas discusiones, sobre todo en tiempos de una aguda crisis política en los que es importante afirmar su propia voz, pero también poder desplazarse de uno mismo para activar movimientos que no se limiten al encierro de una identidad dada.
Recientemente, también me han interesado mucho algunos libros de Emanuelle Coccia sobre la vida vegetal. Después de leer esos escritos tan vigorosos, pensé (de nuevo) en Murobushi e Hijikata, y en su apertura a otras formas de vida.
En este sentido, el “cuerpo resquebrajado” puede ser también una organización temporal de bricolajes somáticos que, como una flor, construyen un espacio inestable, el cual no sirve para interiorizar el mundo o controlarlo, sino para provocar una superficie de conjunción y “agenciamiento”.
La flor no diseña al organismo floral para el mundo exterior. Simplemente construye un espacio de aterrizaje. A diferencia del hermoso hana del teatro noh, la flor del butoh sería una flor en lo salvaje: un no-instrumento, no-órgano que —como enseña Coccia— pone su destino (sexual y evolutivo) en la vida de los otros.
Traducción del inglés de Iván García
* Sobre Hijikata y el butoh, véanse dos ensayos de la misma autora: “Arte es reinvención del cuerpo” y “Butoh en América Latina”, ambos en traducción de Iván García. Sobre Ko Murobushi, véase el filme Alterations (2019), del cineasta Basile Doganis. En español, existen estudios de Jonathan Caudillo, investigador mexicano y discípulo de Murobushi. [N. del T.]