Blog de la Caravana

Vislumbres para la supervivencia en tiempos críticos

1.

El universo de Dante se ha invertido -nos advierte Georges Didi-Huberman en Supervivencia de las luciérnagas. Mientras la gloria luminosa y la sobreexposición corresponde ahora a los pérfidos, las luciérnagas procuran ser discretas emitiendo sus señales inocentes a pesar de las amenazas. Prefieren danzar vibrante pero discretamente, mantener un perfil bajo con sus luces tenues, a que la fama efímera de la sobreexposición produzca sombras engrandecidas en medio de los reflectores que parezcan una amenaza —más fantasmática que real— para quienes aspiran al poder.

 

2.

Caminamos a destiempo en nuestro tiempo. A variables ritmos. Entre las arritmias del andar ajeno -entre compas y cazadores- la danza es todavía posible. Más vale el vaivén de un paseo impulsado por el deseo, que una coreografía ávida de goce.

 

3.

Las pequeñas luces son posibles, además de urgentes. Resplandores de inocencia en medio de la noche en que la luminaria excedida hace de ella un espectáculo.

 

4.

Las luciérnagas no han desaparecido. Han declinado a vivir entre los reflectores, bajo el panóptico de las cámaras de vigilancia y de las engañosas luces de las pantallas (p. 44). El tenue brillo de su danza orienta nuestros pasos en tiempos de desesperanza.

 

5.

Pasolini se refiere al <<genocidio cultural>> como el <<verdadero fascismo>>, refiriéndose al que se emprende «con los valores, con las almas, con los lenguajes, con los gestos, con los cuerpos del pueblo» (p. 21). En 1975, antes de desarrollar la idea de «la desaparición de las luciérnagas», Pasolini introduce el tema de «la desaparición de lo humano» como la tragedia en la que ya simplemente artefactos singulares «se lanzan unos contra otros» (p. 22). Lo propio de la vida -no obstante- no es la forma única sino la pluralidad de formas.

 

6.

Según nos dice Didi-Huberman, desde la perspectiva de Pasolini, la desaparición de las luciérnagas ocurre no en medio de la noche, sino «en la cegadora claridad de los <<feroces reflectores>>»  (p. 22). La potencia de la vida declina y decrece bajo las luces del espectáculo.

 

7.

En un texto titulado <<Neocapitalismo televisivo>> publicado en 1958, Pasolini se refiere a las luces de la pantalla de la televisión como aquello que provoca en las capas inferiores de los pueblos «el sentimiento de una inferioridad casi agonizante» (p. 26). La televisión, como las pantallas individuales que hoy muchas veces nos distraen y alejan de lo más próximo -además de la innegable posibilidad de aproximarnos al fulgor de lo distante- tienen el riesgo de deslumbrarnos y así disminuir nuestros afectos.

 

8.

En <<Artículo de las luciérnagas>>, Pasolini termina por suicidar su amor por el pueblo italiano. Según la paráfrasis de Didi-Huberman: «las luciérnagas han desaparecido en esta época de dictadura industrial y consumista, en la que todos y cada uno terminan por exhibirse igual que una mercancía en su escaparate, una manera, justamente de no aparecer. Un modo de trocar la dignidad civil contra un espectáculo indefinidamente monetizable. Los reflectores han ocupado todo el espacio social, nadie escapa ya a sus <<feroces ojos mecánicos>>» (p. 28). El sistema es omnívoro y deglute todo para convertirlo en mercancía. Pasolini -como advierte Didi-Huberman- parece un vidente, un profeta de un neofascismo que -en las palabras del primero- es «un reclutamiento total, hasta la profundidad del alma» (p. 29). Todo puede ser empleado y útil para el neofascismo al que se refiere Pasolini. ¿Cómo resisten la imaginación y el pensamiento?

 

9.

Las luciérnagas escapan de la visión de quien permanece estático en su lugar. Declinan a manifestarse y aparecer en donde «ya no es el lugar adecuado para percibirlas», según ha escrito Denis Roche, el poeta-fotógrafo (p. 35). Emprender un viaje, una experiencia interior, íntima también con el afuera, acaso de extimidad que devuelva a las cosas más cotidianas su condición de fuente de asombro: ¿no es acaso la aventura más urgente?

 

10.

En nuestra manera de imaginar descansa y se sustenta una manera de hacer política. <<La imaginación es política>> -afirma Didi-Huberman (p. 46). De nuestra forma de imaginar dependen las formas en que podamos asociarnos políticamente con otros o la imposibilidad de encontrar los medios para hacerlo.

 

11.

Nunca estamos solos. Nos acompañan otros con los diversos frutos de una soledad que es compartida. Orientamos nuestro camino con el destello errático de la risa y la alegría en medio de la noche. Nos acompaña -inevitablemente- el resplandor superviviente de los signos, de las imágenes y del pensamiento como obra de una gracia impersonal que nos excede, nos destruye y nos recrea.

 

12.

Las luciérnagas -como hacía George Bataille según afirma Didi-Huberman- escapan de los reflectores para «emitir sus fulgores de pensamientos, de poesías, de deseos, de relatos» (p. 108). Es inevitable dejar un resto, incluso sin mucho movimiento. Aunque a veces para afirmar la supervivencia es menester «huir, esconderse, enterrar un testimonio, irse a otra parte, encontrar la tangente…» (p. 116). Hay restos cuyas potencias diferidas y declinadas otorgan otra vida. Hay veces en las que resistir la seducción del reflector y del brillo falso de la gloria es un asunto del que depende nuestra vida.

 

13.

Hay la posibilidad de hacer de la experiencia -clandestina pero indestructible- un pre-texto. Los signos resisten pese a todo. Incluso cuando la amenaza atenta contra la propia existencia. En la fuerza diagonal del pensamiento, el futuro se ex-tiende hacia un horizonte incierto y amplio de potencias. «Solo de nosotros depende no ver desparecer las luciérnagas» (p. 119). Por ello es también urgente reavivar las luciérnagas en los restos nuestros que nos sobrevivan.

 

14.

Un pensamiento o una imagen al borde de la desaparición -en la urgencia de la huída- emite sus señales a pesar de todo. Pese al miedo, la cautela y la amenaza: los frutos fugitivos de la creatividad resisten y organizan el pesimismo. Descubrir de vuelta las luciérnagas es posible compartiendo los fulgores de la imaginación con otros. Un lazo es todavía posible suscitando la donación de otros saberes, de otras imágenes, de otros afectos.

 

15.

Es posible dar lo que tenemos, y también es posible reservarlo para nosotros mismos. Pero también es posible dar lo que no tenemos, dar nuestro tiempo, nuestra escucha, nuestra potencia de ser afectados y afectar, nuestro cuerpo como zona de afectos y, donde los destellos de nuestro deseo y de nuestro pensamiento pueden mantenerse silenciados o compartirse, transformarse con otros, errática pero generosamente. Acaso la disposición al intercambio de nuestros no-saberes, de las fisuras, de las experiencias diminutas e intermitentes es también una forma de reciprocidad positiva que nos permite dibujar e imaginar figuras inéditas.

 

 

Lucciole

En medio de la noche

sin reflector ni gloria

la experiencia que resiste

camino en la fisura.

Cuando las luciérnagas

con su luz intermitente

y su fuerza diminuta

nombran

imaginan

dibujan

plurales

nuevas formas.

 

Lucciole II

Erráticos e inocentes

resplandores de alegría

en medio de la noche

y de esta cuasi-obscuridad.

Un destello sin pecado

la gracia que irrumpe

en un terror que envuelve

la esperanza resiste

y re-existe

ignora el final.

 

Cultura y barbarie

Escritura al margen

intermitencia.

Atisbos del pasaje

tránsito sin meta

el paso-movimiento.

Mirada amante:

instante que se fuga

plural y singular

la inmediatez

de un boceto.

 

La danza

Sin límites:

paseo de ritmos,

imágenes

y palabras

galopando

sin control.

 

Luz menor y fugitiva

resplandor

descenso

resistencia de un destello

fenómeno

reaparición

supervivencia.

 

Ocaso u Occidente

descenso

movimiento oscuro de belleza inédita

círculo

aurora: deseo.

 

Palabras-luciérnegas

pugnan y responden

a palabras-reflectores

que ciegan y siegan

la potencia de narrar esa batalla.

 

 

Bibliografía:

Georges Didi-Huberman,  Supervivencia de las luciérnagas, Abada Editores, Madrid, 2012.