El amor sobre ruedas

Giorgio Seferis, estudioso y admirador de Cavafis, declaraba en alguna página vidente de sus Diarios: «en esencia, el poeta tiene un único tema: su cuerpo vivo». Si prestamos atención a este enunciado de Seferis, descubriremos de inmediato que estamos hablando del mismo asunto de siempre: un ser que nace, madura, envejece y muere. Un cuerpo que, más que sujeto al tiempo, tarde o temprano habrá de ser liberado de su carga de aflicciones y placeres del tiempo por el tiempo mismo. El tiempo que pasa, el tiempo que está por venir, pero —sobre todo— el tiempo que en su imposibilidad de ser asido da forma al enigma del presente.

Amor sobre ruedas, el libro de poemas de Ekiwah Adler Beléndez, se enfoca justamente en esta realidad: el cuerpo vivo, sujeto al tiempo, en búsqueda de una liberación —así sea también temporal— de sus limitaciones a través de las palabras.

…la poesía me enseñó
a confiar en la gravedad. A amar el peso
de mi propio cuerpo. La elevación y la caída
del aliento.

Y es que todo esfuerzo humano, a final de cuentas, tal vez no sea sino un vano intento por vencer la fuerza de la gravedad. Amor sobre ruedas da testimonio de un esfuerzo valiente y singular —la vida vista, oída, sentida y vivida en y desde una silla de ruedas— que, si bien es inusual en la poesía de nuestro tiempo, no carece de sus ilustres antecedentes. Baste pensar en el luminoso caso del poeta de San Francisco, Kenneth Patchen, que desde su silla de ruedas —en la que estuvo confinado por muchos años— participó de la vida y las luchas de su tiempo sin que su creatividad y su gran sentido del humor se vieran mermados por el hecho de que una lesión en la columna vertebral lo mantuviese inmovilizado. En su vasta obra nunca se hace mención directa de lo anterior, si bien es posible y aun probable, inferirlo de todos sus escritos.

Amor sobre ruedas es lo mismo, pero al revés: Ekiwah lleva al lector en un viaje en, con y a través de su silla de ruedas escritas.

Así, en su “Poema de amor a mi silla de ruedas motorizada”, dice:

¡Ay mi cielo siniestro!
¡Ay mi fiel servidora!
¡Ay mi dama eléctrica,
                               tienes los nervios de acero!

¿Y cómo saber que es poesía esto que se escucha en la voz de un poeta? Emily Dickinson lo definió en términos estrictamente corporales: «Si leo un libro y hace que mi cuerpo sienta tanto frío que ningún fuego consiga calentarme, sé que es poesía. Si siento que me vuelan la tapa de la cabeza, sé que es poesía. Este es el único método que conozco de saberlo. ¿Acaso hay otro?».

Alberto Blanco

Grabado de Abril Aranda Medina.

(Nota: el poemario El amor sobre ruedas será publicado íntegramente en breve por Editorial Diecisiete en la serie Habitaciones.)

 

La escritura, el cuerpo y su desaparición

Un recorrido sin par por un territorio que atañe a la relación entre palabra y cuerpo, teoría y experiencia, arte y sufrimiento. Mediante una minuciosa aproximación a las obras del artista chino posconceptual Song Dong y de la poetisa y cineasta egipto‐francesa Safaa Fathy, Marcela Quiroz Luna tematiza incisivamente tres ámbitos, en un registro que es a la vez autográfico: la teoría y crítica de arte contemporáneo, el testimonio en sus dimensiones filosófica y literaria, y los estudios críticos de la “discapacidad”. Herida que es pensamiento que es herida. 

Releer a Paul Celan

Los poemas de este ciclo fueron acompañados de ocho grabados de Gisèle Celan-Lestrange; ese mismo otoño, la pareja decidió separarse. Los graves conflictos que vivían a causa de las crisis psíquicas del poeta hacían muy difícil una vida en común. En estos poemas, Celan reafirma su preferencia por una pareja que nunca le fallará: su alter ego, al que llama Tú. Para manifestar su oposición a las lecturas materialistas de Peter Szondi, Hans-Georg Gadamer comentó poema a poema, en un volumen que hasta ahora era de obligada referencia académica: ¿Quién soy yo y quién eres tú? (Herder, 1999). Ahora el lector dispone de los comentarios que el filólogo francés Jean Bollack (amigo de Szondi y de Celan) escribió para replicar a la hermenéutica gadameriana. Bollack despliega aquí su hallazgo. El poeta se ha escindido en dos instancias: el yo, o sujeto histórico, y el tú, o sujeto lírico. El lector se encuentra ante el diálogo irónico que entablan estos dos pronombres esenciales. Y Arnau Pons complementa el desciframiento cuestionando a su vez las interpretaciones supuestamente críticas que han surgido en el ámbito universitario, aportando su punto de vista. Leer es también subvertir.