Cees Hamelink da cuenta de algunas capacidades propias al jazz y a la improvisación de enorme importancia para la humanidad y la vida en colectivo: la habilidad para crear un tiempo paralelo —simultáneamente en presente y fuera del tiempo de lo cotidiano—, y para incentivar la comunicación en un ambiente colaborativo y marcado por una intencionalidad compartida. Hamelink resalta la urgencia política de desarrollar una epistemología de la escucha —frente a la tendencia de hablar antes que escuchar al otro—, producir espacios de silencio e improvisar colectivamente.
Partiendo con una narración del acto realizado por el joven negro Jerome Smith al sentarse en el lugar apartado para blancos en un autobus en el año de 1950, George Lipsitz reflexiona sobre la naturaleza improvisatoria y subversiva de distintos acontecimientos clave de la historia de la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos —incluyendo la rebelión iniciada por el asesinato de Brown a mediados del siglo XIX y el movimiento Black Lives Matter. Lipsitz resalta la importancia de pensar la improvisación más allá del ámbito expresivo, en tanto se trata de una práctica que históricamente ha fungido como “arma de los débiles”. Para el teórico estadounidense, los grandes aportes políticos de la improvisación son la imaginación y producción de un tiempo paralelo que se sale de los límites del presente, y generar una capacidad de respuesta que evite el tener que prepararse cuando acontece lo imprevisto.
Rebecca Caines comparte su experiencia trabajando con distintas comunidades marginadas —particularmente con personas afectadas por trastornos del espectro alcohólico fetal— por medio de talleres en los que la improvisación se utiliza como agente para contribuir al fortalecimiento de habilidades motoras, comunicativas, colaborativas y emocionales. Argumenta que la improvisación supone un estado de fragilidad, que implica apertura frente a lo imprevisto, los demás y el medio, en el que las fronteras de lo individual y lo social se difuminan.
Jugando con la cercanía entre las palabras ponencia y poner, Ricardo Arias improvisa un discurso en el que hila varias ideas que va poniendo sobre la mesa a partir de una serie de notas. Plantea que improvisar supone coexistir y cohabitar con otros, así como relaciones porosas entre presencia y ausencia; disenso y disenso; e interioridad, exterioridad y la relación con medios particulares (como los instrumentos musicales). Arias también problematiza el pensar la improvisación como un trabajo (i.e co-laborar), así como el valorar la colaboración como una práctica valiosa en sí, planteando en cambio que se trata de una condición del estar con l_s demás, que da lugar a interferencias constructivas o destructivas.