Si sólo nos fijáramos en la apariencia externa de Carlos quedaríamos impactados por su cuerpo, sus movimientos involuntarios o su mirada penetrante.
Él se llamaba a sí mismo: Carlos, Charlie y yo.
Carlos era el hombre de profundos pensamientos, de gran cultura y de un deseo continuo de descubrir al mundo en el que vivía, lo que lo llevó a estudiar varias carreras y a terminar, después de muchísimo esfuerzo, la carrera de filosofía la cual le ayudó a desarrollar una visión del mundo muy personal.
Charlie era el nombre que le daban sus amigos y amigas, era el que albergaba sentimientos amorosos para todos, para todos los que se le acercaban.
Charlie era buscado por muchas personas para que simplemente los escuchara o para encontrar con él respuesta a sus problemas o inquietudes. Siempre tenía los brazos y el corazón abiertos para todos los que lo buscaban.
Yo era el hermano e hijo queridísimo por la familia. Aquél que con su actitud ante la adversidad de la vida nos enseñaba diariamente a encontrar el lado positivo de todo, absolutamente de todo.
Quien lo conocía quedaba marcado para siempre por su juicio, sus pláticas, sus bromas, su cariño para todos los que lo rodeaban.
Alguna vez alguien me preguntó si podía describir a mi hermano y yo le contesté: Carlos, Charlie y yo es el alma más libre que conozco aunque está presa en un cuerpo muy limitado.
Sara Luisa García Sabaté
(Nota: en breve, De cara al sufrimiento, algo muy humano será publicado íntegramente por Editorial Diecisiete en la serie Habitaciones).